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Tribuna
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Poesía de la inteligencia

Cuando en 1973 el jurado del premio Ocnos otorgaba su galardón al libro de Jaime Siles Canon, la poesía española más joven en aquel momento, la relacionable con el fenómeno novísimo, comenzaba a encontrar una de sus maneras más valiosas. Canon abría el camino de una poesía que buscaba su esencia expresiva en los logros mayores de esa parte de la generación del 27 -Guillén, Salinas, Aleixandre- que mejor entroncaba, a su vez, con la lírica europea de su tiempo. Después de Canon -y superadas ya ciertas ingenuidades expresivas, por lo demás no exentas de un muy peculiar encanto, patentes en los dos primeros libros de su autor, Génesis de la luz y Biografía sola-, Alegoría explicitaba ya con claridad los datos que configurarían la esencia de la poesía de Jaime Siles.Desde los contenidos intelectuales a la consideración de la forma como principio ineludible de la emoción. Alegoría fue un libro no demasiado bien comprendido por alguna crítica que vio en él cuestiones tales corno una preocupación religiosa nunca convenientemente explicada.

Con Música de agua no sólo construye Jaime Siles su mejor libro, sino -y en esto la decisión del jurado del premio de la Crítica me parece trascendental- consagra un modo de escritura que, hoy por hoy, aúna a algunos de los poetas más significativos de su propia generación. Una escritura que nada tiene que ver ni con el minimalismo ni con esas, ya un tanto irritantes apelaciones al silencio con que los tratadistas más conspicuos quieren zanjar la cuestión.

Ni siquiera los modelos son tan cercanos como se nos pretende hacer ver. Los poemas de Música de agua, como la poesía toda de Jaime Siles, quieren pertenecer a una tradición muy clara: los maestros serán Valéry y Ungaretti, Jorge Guillén y Paul Celan. La concentración expresiva y el juego de la inteligencia. La transparencia como resultado de ese ejercicio de conocimiento -tan complejo en su mecánica- que es la poesía.

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