Antonio Rouco, firme candidato a la sede episcopal de Santiago de Compostela
Antonio María Rouco Varela, actual administrador apostólico de la archidiócesis de Santiago de Compostela, es el candidato más firme para ocupar el puesto de arzobispo, dejado vacante hace nueve meses por la marcha de Ángel Suquía a Madrid, según los testimonios de distintos medios eclesiásticos gallegos consultados, algunos de ellos próximos a la Conferencia Episcopal Española.De acuerdo con los testimonios recogidos, es probable Antonio María Rouco acceda a la archidiócesis de Santiago gracias al impulso que recibe de su predecesor, Angel Suquía, quien, según parece, cuenta para este fin con mayor apoyo en Roma que en la propia Conferencia Episcopal.
Rouco Varela, que acaba de celebrar sus bodas de plata sacerdotales, es uno de los obispos más jóvenes de España. Nacido en Villalba (Lugo) en 1936, realizó estudios de latín, humanidades y filosofía en el seminario de Mondoñedo. Más tarde los ampliaría en la Universidad Pontificia de Salamanca y se doctoró en Derecho Canónico en Munich, con la tesis Iglesia y Estado en la España del siglo XVI. Fue profesor del seminario de Mondoñedo, de la universidad de Munich y de la Pontificia de Salamanca.
Además del apoyo de Suquía, el actual administrador apostólico de Santiago contará, presumiblemente, con el del secretario de la Conferencia Episcopal, Fernando Sebastián, quien ocupaba el rectorado de la Pontificia de Salamanca siendo vicerrector Rouco Varela.
La opinión de Rouco Varela sobre su probable nombramiento no pudo ser conocida ayer por este periódico, pese a repetidos intentos, ya que, según un colaborador próximo, permaneció todo el día reunido con la junta de gobierno de la diócesis "despachando asuntos de trámite".
Aunque todo parece indicar la casi seguridad de su nombramiento para la titularidad de la archidiócesis compostelana, también se han apuntado como candidatos con posibilidades los actuales obispos de Valladolid, Delicado Baeza, y el de Lugo, fray José Gómez, del que se valora el efusivo abrazo y único que el nuncio dio en la recepción a los obispos gallegos, en la visita de Juan Pablo II a Galicia La Bacolla.
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