El general López Reyes, máximo candidato a la jefatura de las FF AA hondureñas
Tras la depuración militar registrada el sábado en Honduras, sólo quedan en activo un general: Walter López Reyes, comandante de la aviación. El general Marco Antonio Rosales, inspector del Ejército, presentó el domingo su dimisión. El primero se presenta como el candidato más sólido a la jefatura de las Fuerzas Armadas, por el decisivo apoyo que prestó al presidente durante la crisis, pero juega en su contra una tradición castrense que reserva este cargo a oficiales del Ejército de Tierra.No se puede descartar en principio a algún coronel con mando de tropa, entre los cuales se ha mencionado al coronel Roberto Martínez. El propio Gustavo Álvarez tenía esta graduación cuando fue elegido comandante en jefe y sólo después ascendió al generalato.
La designación formal corresponde al Congreso, pero éste suele ser dócil ante las sugerencias que le hace el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas al presentarle su terna de candidatos.
La dimisión de Rosales sólo fue conocida ayer y, con él, son ya cinco el número de generales que han sido destituidos o bien han presentado la renuncia.
La interinidad militar que vive el país aconseja una rápida solución, pero antes deben resolverse las complejas negociaciones que desde el mismo sábado se desarrollan en el seno del alto mando. No se registran, por lo demás, movimientos de tropas que hagan temer un desenlace violento.
El presidente Roberto Suazo ha dado seguridades al embajador norteamericano de que se mantendrán inalterables las relaciones con Washington. La primera prueba de ello es que no se ha modificado el programa de las maniobras Granadero 1, en las que intervendrán hasta el 30 de junio 3.000 soldados hondureños y 1.000 norteamericanos, en su mayoría ingenieros. La mitad de estos últimos montan ya sus campamentos en Jamastrán, a 25 kilómetros de Nicaragua.
La anuencia dada por Washington al cese de Álvarez parece confirmarse a medida que transcurren los días. Se sabe ahora que el jefe del Ejército hondureño sostuvo un agrio enfrentamiento con el general Paul Gorman, comandante de las tropas norteamericanas acantonadas en Panamá, durante su última visita a Tegucigalpa.
Álvarez se mostró decidido a una guerra inmediata contra Nicaragua, para lo cual exigió el apoyo del Pentágono. Esto obstaculizaba los planes de Washington, que no pasan por una intervención directa en plena campaña electoral. Otro tema molesto habría sido la oferta hecha por Álvarez a militares argentinos para que se convirtieran en asesores del Ejército hondureño. De lo que no existen pruebas consistentes es de que el general depuesto estuviera tramando un golpe de Estado.
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