Dustin Hoffman vuelve a Broadway con 'Muerte de un viajante', que siempre ambicionó interpretar
Ha tenido que cumplir Dustin Hoffman 46 años para poder interpretar, con gran fuerza y convicción, según los primeros ecos del estreno, celebrado anteayer, el que considera como personaje de su vida: Willy Loman, aquel patético personaje de la obra de Arthur Miller, Muerte de un viajante, que estrenó Lee J. Cobb, en una famosa representación donde Hoffman actuó como secundario, en uno de los primeros trabajos de su carrera. El estreno tuvo lugar al pasado día 29 en el Broadhurst Theatre de Nueva York.
Fue hace casi 20 años, cuando Ulu Grosbard dirigió una producción en la periferia de Broadway de la obra Panorama desde el puente, recuerda Arthur Miller. Un día, el director le comentó que había un miembro de la compañía que debería interpretar el papel de Willy Loman en Muerte de un viajante. El dramaturgo recorrió el teatro con la vista -vio a Robert Duvall, que interpretaba el papel principal, a Jon Voight y a los otros prometedores actores que estaban ensayando y esperaban su oportunidad- y entonces se dio cuenta de que el director señalaba al encargado de escena.El encargado de escena era un hombre bajo, de aspecto sencillo, recuerda Miller, "como si acabara de terminar el bachillerato". Era, sin embargo, un actor totalmente desconocido que pronto causaría gran impresión en otro escenario del llamado off-Broadway. Tres años más tarde, con su primer papel en Hollywood, se convertiría en estrella de cine. En su última película interpretaba el papel de un actor tan desesperado por trabajar que era capaz incluso de simular que era una actriz.
Ahora se cierra el ciclo: interpreta a Willy Loman, de 63 años, en Muerte de un viajante, que se estrenó el 29 de marzo en el Broadhurst Theatre, de Nueva York. Para quienes, como Miller, que lo admiran desde hace tiempo, es el paso de gigante más natural de la carrera de Hoffman.
En la cima de su profesión, Hoffman es uno de los mejores y más populares actores de Estados Unidos. En una carrera que abarca 17 películas, con personajes de gran diversidad, ha hecho interpretaciones de gran calidad, incluso en las que podríamos llamar sus pocas películas menores. Pero, a pesar de sus éxitos, Hoffman sigue siendo un hombre obsesionado con su trabajo, que busca la perfección y vive acosado por sus demonios particulares. En pos de su meta, que él considera la perfección artística, ha sostenido enconadas discusiones con los directores de cine.
Arthur Miller aguardó pacientemente a que Hoffman envejeciera, hasta aproximarse a la edad de Willy Loman. Y a los que creen que, a sus 46 años, el actor es demasiado joven, el dramaturgo les responde inmediatamente que Lee J. Cobb lo hizo a los 37 años. Por otra parte, Miller concibió el personaje de Willy como un hombre bajo, lo que le obligó a alterar los diálogos acomodándolos a la corpulencia de Cobb. En el texto original, Willy es un hombrecillo y en el de Cobb es un hombretón.
Hoffman se siente emocionalmente identificado con las obras de Miller y con el mundo de Willy Loman. Desde que leyó la obra, a los 17 años, tiene una fijación con el personaje, basada en el paralelismo que ve con su propia familia.
La primera vez que Hoffman se acercó a Willy fue a mediados de los años sesenta, cuando Grosbard dirigió una versión en disco de la obra con Cobb recreando, su papel. Hoffman interpretaba el papel secundario de Bernard, el mejor amigo de Biff, el hijo de Willy. Durante los ensayos solía sentarse cerca de Cobb, observándolo con ojos ávidos de actor, como intentando memorizar su arte. Después, durante ocho años, hizo todo tipo de trabajos, hasta que, con dos personajes tan dispares de un homosexual nazi. y como el de un ejecutivo ruso.
Entonces Mike Nichols ofreció a este actor, que se había formado al margen de Broadway, la oportunidad de interpretar el personaje central de El graduado. De la noche a la mañana, dice Hoffman, "me precipité al estrellato". Hace unos años, empezó a sufrir cambios, de tipo profesional y personal. Su matrimonio con la Anne Byrne se acababa. Había presentado demanda contra su representante. Su película Straight Time, una historia sobre un ex presidiario, estaba siendo víctima de una serie de circunstancias y problemas, algunos de su propia cosecha. Pasé, dice él mismo, "el peor momento de mi vida".
El 'Lear' de Dustin
Poco a poco logró salir del abismo; hizo Kramer contra Kramer, una película sobre una separación matrimonial, mientras tramitaba su propio divorcio. El arte le permitió sacar algunas conclusiones sobre la vida. "Creo que la vida solamente es importante si la vivo. Ese es mi dilema. Otros dirían que la vida no es para gastarla, que hay que. experimentarla".Durante años me habló frecuentemente de volver al teatro y de los problemas que se le presentaban a la hora de decidir qué podía representar. Pero por muchas razones, una de ellas sus crecientes ingresos con el cine, no lo hacía. Había una obra allá, en el fondo de su cerebro, Muerte de un viajante, pero, al igual que si fuera un actor inglés esperando a la madurez para interpretar El Rey Lear, lo guardaba para la suya.
En junio pasado, en su casa de campo de Connecticut, Hoffman visitó a su vecino Arthur Miller, que había estado trabajando para el cine y estaba pensando en hacer teatro. Miller le dijo: "¿No querrás hacer Muerte de un viajante, verdad?" La reacción inicial del actor fue pensar que era demasiado pronto. Pero le tentó la idea. Y se sintió animado cuando Miller le dijo que arreglaría las partes relacionadas con la baja estatura de Willy, que serían la piedra angular de la interpretación de Hoffman.
Hoffman decidió dar el salto. Se unió como coproductor a Robert Whitehead, Roger L. Stevens y Miller, y se asignó un salario mínimo hasta que la obra empiece a dar beneficios.
Copyright New York Times Service.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.