Elecciones en El Salvador: nada cambia, todo sigue igual
La situación salvadoreña no es la misma que hace dos años, en marzo de 1982, cuando se realizaron las elecciones a la Asamblea Constituyente. Sin embargo, siguen planteados los mismos interrogantes a los que entonces las elecciones no dieron respuesta. Las elecciones no fueron la solución a la crisis que vive el país desde 1979, y no es fácil que lo sean ahora. La izquierda guerrillera y política se equivocó entonces en su planteamiento de boicoteo y recogió uno de los más sonados fracasos.La estrategia de colocación de las urnas -concentrándolas en pocos colegios para que el Ejército pudiese protegerlas- y el coraje del pueblo salvadoreño, que votó bajo el silbido de las balas, fueron las causas del fracaso del pretendido boicoteo. Dos años después, la izquierda sigue denunciando la farsa electoral y se encierra en el discurso demagógico, sin pensar que puede volverse contra ellos; las elecciones en Nicaragua están a la vuelta de pocos meses, y la crisis centroamericana hay que contemplarla globalmente. La guerrilla tampoco observó una política unánime.
Mientras que en el Norte, Chalatenango, la actividad guerrillera fue casi nula, en el departamento de Morazán los guerrilleros retiraron cédulas de identidad, evitando que votasen algunos cientos de personas, y en algunos poblados quemaron las papeletas y rompieron las urnas.
Desde fuera se advierten divergencias en la línea a seguir en la oposición guerrillera y política. Mientras en un primer momento se anunció que no se iban a boicotear las elecciones, posteriormente se hicieron declaraciones contradictorias y se anunció la continuacíón de la lucha antes, durante y después de las elecciones, para volver a declarar una tregua el pasado domingo, que fue contradicha por ataques en distintos puntos del país.
La DC se equivocó
Todo parece indicar, después de la primera vuelta de las elecciones, que el candidato democristiano, José Napoleón Duarte, cumplirá su viejo sueño de ser presidente de El Salvador por elección. En 1972 los militares le robaron el triunfo cuando hacía tándem con Guillermo Ungo, hoy presidente del Frente Democrático Revolucionario (FDR). En 1982 el viejo líder perdió la presidencia, a la que había accedido por designación en 1980, por una grave equivocación de su partido.El PDC tenía entonces en sus manos todos los resortes del poder administrativo. Incomprensiblemente decreta una ley electoral que no le va a favorecer: establece la proporcionalidad sin correctivos. Nadie hubiese criticado una ley electoral en la que se primase al partido ganador, bien por mayoría o con correctivos a la proporcionalidad tipo ley D'Hont. Sin embargo, los democristianos se equivocaron al promulgar la ley y perdieron la mayoría absoluta que con otra ley hubiesen tenido en sus manos. Han sido dos años perdidos, se ha conseguido una Constitución con demasiadas concesiones a la extrema derecha, y la pobre reforma agraria que se había puesto en marcha con sudor y sangre se ha quedado en papel mojado. José Napoleón Duarte tendrá una segunda oportunidad. Sus posibilidades de éxito, pese a sus grandes deseos, son escasas. Ni siquiera era el candidato preferido de la Administración Reagan.
Reconversión de la Asamblea
En contra de lo previsto en 1982, ahora no se elige la asamblea, y los diputados constituyentes son reconvertidos en legislativos. La propuesta salió de las filas ultraderechistas y fue aceptada de buen grado por la Democracia Cristiana, en la esperanza de convencer a lo largo de este año al FDR para que participe en las elecciones legislativas de 1985 y abandone la lucha armada. Una difícil tarea en la que no están empeñados los hombres más adecuados. En la Democracia Cristiana hubo un intento por desplazar al viejo líder y presentar como candidato a la presidencia al actual de Asuntos Exteriores, Fidel Chaves Mena, un interlocutor con más credibilidad en la izquierda por el futuro presidente.La oposición guerrillera y política tendrá que valorar muy detenidamente el resultado de estas elecciones y no dejarse sorprender como en 1982. Entonces se confirmaron las tesis del FDR: las elecciones sólo sirvieron para dar poder a la ultraderecha; sin embargo, no supieron vender sus análisis posteriores, porque se vieron sorprendidos por la voluntad participativa del pueblo salvadoreño, que no sólo desafió las proclamas guerrilleras, sino también sus balas. El Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) pretendió que no se celebrasen elecciones en 80 municipios de los más de 200 que tiene el país. Un 30% de abstención, aunque parte fuese forzada, ¿es suficiente para demostrar la fuerza de la oposición guerrillera?
Problema interno de EE UU
Nadie duda de que Centroamérica es el patio trasero de EE UU, sobre todo después de la actuación de la Administración Reagan y su empeño en limpiar Nicaragua. Desde esta óptica, a nadie debe sorprender que para EE UU las elecciones salvadoreñas sean contempladas como un problema de política interior. Un contingente de 2.500 soldados norteamericanos fue desplazado hacia la frontera entre Honduras y El Salvador.¿Cuál es el motivo por el que la Administración Reagan se arriesgó a un incidente grave en la frontera honduro-salvadoreña en un año electoral? Quizá no sea tanto el riesgo, pero mírenlo desde este ángulo: podía suceder que el contingente norteamericano se viese enzarzado en alguna de las múltiples escaramuzas que se producen en esa frontera, que hubiese muertos en ambos bandos, y lo que menos necesita en estos momentos el presidente Reagan es un muerto norteamericano en cualquiera de los múltiples contingentes que mantiene en diferentes partes del mundo.
No olvidemos que unos rehenes norteamericanos en Irán fueron la causa de la no reelección del presidente Carter en las pasadas elecciones norteamericanas. Pese a esto, la Administración estadounidense envía tropas a la frontera de Honduras con El Salvador. Según The New York Times, que cita fuentes de la Administración Reagan, el envío de tropas estaba destinado a intimidar a la guerrilla salvadoreña. Esto nos da una idea de la importancia que la Administración norteamericana da a las elecciones salvadoreñas. En distintas declaraciones del secretario de Estado quedó bien claro que EE UU estaba dispuesto a que se celebrasen las elecciones en El Salvador por encima de todo. Para eso, aunque las condiciones no eran las más favorables, se enviaron los contingentes de tropas a la frontera para tratar de mantener fija a la guerrilla.
Afirmar hoy que la única vía de salida al conflicto salvadoreño es la negociación parece superfluo. Todos, excepto los ultraderechistas de ARENA, reiteran su vocación negociadora, pero nadie da el primer paso, un paso que sea algo más que una declaración. La guerrilla intenta el diálogo, pero lo apoya con las armas, dicen que para negociar desde posiciones de fuerza. El Ejército lo rechaza justamente por lo contrario; primero quiere conseguir el control total del país. Pero éstos son sólo los actores en el campo de operaciones. Los directores de la contienda están en otro escenario.
Si el Gobierno que surja de las urnas en la segunda vuelta no tiene poder de decisión, todo será inútil. El nuevo presidente será una marioneta en los juegos de la geopolítica mundial. Y tristemente hay que preguntarse si le queda alguna posibilidad distinta a un régimen que subsiste por el apoyo económico y la ayuda militar del exterior, aunque sea la máxima potencia de Occidente. Inevitablemente, los intereses de El Salvador y su pueblo estarán siempre supeditados a los intereses del patrón del norte.
Diálogo La Habana-Washington
Desde el ángulo opuesto la situación no es muy diferente. El FDR, brazo político de la guerrilla, está condicionado por los análisis estratégicos del FMLN y su junta de comandantes. Y los comandantes de la guerrilla han pasado por La Habana, han seguido cursos de entrenamiento, escuchan todas las noches Radio La Habana en los campamentos guerrilleros del interior. La pretensión estadounidense de aislar a Cuba de una solución global a la crisis centroamericana es, cuando menos, una ingenuidad no menor que la que pretendiese una solución sin la participación de EE UU.El empeño del presidente del Gobierno español, Felipe González, porque se estableciese un diálogo directo Washington-La Habana ha chocado siempre con el rechazo norteamericano; sin embargo, mientras éste no se produzca asistiremos a parcheos de la crisis, siempre al límite del enfrentamiento, pero no a la solución global del problema. La palabra mágica que podía resolver la crisis es autodeterminación, pero todos temen dejar a los pueblos que se autogobiernen, que determinen su propio destino.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.