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Parábola

No seré yo quien critique que un museo, cuya primordial misión es la conservación de sus fondos, programe además diversas actividades de animación cultural. A las actividades, por así decirlo, clásicas -exposiciones temporales, conferencias, proyecciones, etcétera-, si el museo es de arte contemporáneo, le corresponde también adecuarse a la versatilidad del signo artístico actual, que no discrimina prácticamente nada, ni tan siquiera los productos industriales de masas. Con todo, no parece que una excesivamente desenvuelta interpretación de esta actitud abierta deba convertir al Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) en el lugar idóneo para los pases de modelos.Pues bien, esto es exactamente lo que ha ocurrido: primero, en octubre, nos enteramos que el vestíbulo del museo ha sido empleado para la promoción de la moda de Galerías Preciados; ahora, en primavera, según parece dado el éxito anterior, la misma firma comercial, que debe tener abono, se ha introducido dentro de las mismas salas de, exhibición y ha instalado la pasarela entre los cuadros.

Imagínense el espectáculo: los Vázquez-Díaz y los Picasso sirviendo de rasante al contoneo de las modelos, cuyas hermosas anatomías, sin embargo, apenas pudieron ser admiradas por los grandes artistas españoles de este siglo por culpa de la barrera humeante que formaba el público entre ellos y la pasarela, con lo cual se frustró la noble inciativa de los responsables de la institución, que no quisieron privarles de la fiesta. ¡Están tan aburridos de ser siempre ellos solos el centro de la atención!

Ha caído tan bien esta alegre y juvenil iniciativa, que ya vemos a otros almacenes pidiendo turno para disponer los cacharros de menaje en medio de los bodegones de Cézanne, como el ejemplo más feliz de una parábola cultural titulada De la naturaleza muerta impresionista al diseño industrial en el hogar. ¡Bravo! Los inmovilistas deben comprender que ha llegado el cambio y ninguna reaccionaria protección a la seguridad de los cuadros debe impedir la promoción de la lencería en tiempos de paro. Seguro que los superrealistas y los constructivistas no concibieron una idea mejor para acabar con los museos que estos espabilados directivos del MEAC, a medias entre Don Camilo y 1984, utopistas del arte en la calle por el procedimiento rápido de tirar los cuadros por las ventanas. ¡Y luego dicen que el pescado es caro!

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