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El hombre ha comido más

Las tradicionales diferencias que se han señalado entre el hombre y la mujer han tenido casi siempre bases biológicas. El autor de este artículo, siguiendo el desarrollo del pensamiento de la sociobióloga Sarah Blaffer, analiza precisamente las causas biológicas de estas presuntas descompensaciones, relaciona la alimentación con el desarrollo de la mujer y llega, entre otras, a la conclusión de que no existe desde el punto de vista de la biología un sexo fuerte frente a otro débil.

Las mujeres han alcanzado hoy un grado de libertad impensable en el pasado, y la posibilidad de decidir finalmente sobre su propio destino, me dice Sarah Blaffer Hrdy, sociobióloga de la Universidad de Harvard y autora del libro Mujeres que no han evolucionado, que se ha convertido en uno de los textos más estimulantes y discutidos entre los publicados el año pasado en Estados Unidos, en el ámbito de las ciencias sociales."La conquista del derecho al voto, los beneficios aportados por el desarrollo tecnológico y los obtenidos por el control de nacimientos han cambiado radicalmente la condición de las mujeres y sus relaciones con los hombres". Pero hoy, las mujeres no están restableciendo una paridad entre los sexos que, según algunas feministas, ya existía en los albores de la humanidad; están logrando ese resultado como consecuencia de un largo proceso cultural, que las ha convertido cada día más en protagonistas y las ha hecho más libres respecto a una serie de gravosos honores impuestos por la naturaleza, como el de la maternidad. La lucha de las mujeres por la igualdad, sin embargo, no ha concluido y debe ser reconocida como una conquista, no como el restablecimiento de una natural paridad entre los sexos. Se ha tratado, y se trata de hecho, de un fenómeno social único en la historia humana.

Formada a la sombra de grandes maestros como Ernst Mayr y en contacto con exponentes revolucionarios del evolucionismo contemporáneo, como el paleontológo Stephen Jay Gould, altísima, miope, con un aire agradablemente soñador, Sarah se declara, con 37 años, una firme adversaria de todo tipo de prejuicio ideológico, de cualquier fuente en que se inspire. Las mujeres, dice, deben combatir tanto las mentiras de los estereotipos machistas como las ilusiones de algunas propuestas de un cierto feminismo.

La evolución de la sociedad y los actuales conocimientos científicos, sostiene la sociobióloga americana, han desenmascarado la falsedad de la idea heredada de la época victoriana de que la mujer sea principalmente una procreadora y una educadora, que sea poco competitiva y sustancialmente pasiva desde el punto de vista socio-político y sexual. Esta idea ha sido desmentida por el nuevo papel que ha asumido la mujer en la sociedad, que no concuerda con el viejo prejuicio de su natural pasividad. ¿Y quién ha dicho que procrear produzca el efecto de un comportamiento social pasivo? El problema es mucho más complejo. Procrear no quiere decir solamente dar a luz y criar a los niños, sino también luchar por los recursos, luchar con los hombres por los bienes que el hombre controla; todas las cosas no se concilian fácilmente con la imagen de una mujer-madre pasiva y sumisa...

La Hrdy (pese a que se declara abiertamente feminista) no ahorra críticas al movimiento feminista. "Encuentro inaceptable, también", dice, "el estereotipo difuso de un cierto feminismo, según el cual las mujeres son moralmente superiores respecto a los hombres, tienen una actitud más explícita sobre la cooperación y son socialmente más útiles".

¿Sexo débil?

"Me agradaría creerlo, pero pienso que también en este caso nos encontramos con afirmaciones que no están apoyadas con pruebas y que pueden nutrir entre las mismas mujeres una falsa conciencia. Per ello he dado a mi libro el título La mujer que no ha evolucionado. Creo que las mujeres deben comprender hoy la peligrosidad de esta trampa teórica".

Dejando a un lado a las ideologías, tanto las reaccionarias como las progresistas, dice la Hrdy, la realidad de la dialéctica de los sexos es mucho más compleja de como la quieren representar teorías extremistas y poco fundadas, de cualquier signo que éstas sean. Los problemas son tantos y todavía sin solucionar, los juegos están más que nunca abiertos y la apuesta es extraordinariamente importante. Pero los prejuicios más arraigados ahora están vacilando ante los ojos de todos, afirma la sociobióloga de Harvard. Tomemos el caso de los que presentan a la mujer, como el sexo débil... Hoy, vemos que nuevas generaciones de mujeres, gracias a regímenes alimentarios más adecuados que los pasados, continúan aumentando de peso y de estatura.

Sin embargo, los hombres man tienen una sustancial preeminencia física. Es verdad, admite la Hrdy, que los hombres tienen como promedio una corpulencia más robusta, del 10% al 12% respecto a las mujeres, pero en este aspecto no hay ningún destino biológico. La estructura muscular de pende en gran parte de la cantidad y de la calidad del régimen alimentario, y la mayor robustez de los hombres es también una consecuencia de que, por una serie de razones históricas y sociales, se han alimentado mejor que las mujeres. Por otra parte, a las mujeres se les ha reconocido una mayor resistencia física (y la experiencia de parto, en este sentido, vale para todo) y una superior longevidad.

En suma, la idea de que debía ser considerada biológicamente más débil respecto a los hombres es fundamentalmente equivocada En algunas especies de primates y de mamíferos -si consideramos, por ejemplo, el reino animal- las hembras son más grandes que los machos, y el animal más grueso del mundo es una hembra: una ballena azul, que es más grande que su compañero macho... En fin, biológicamente no existe un sexo fuerte frente a un sexo débil. El cuerpo humano es, sobre todo, una estructura dinámica y plástica, abierta a notables variaciones.

En apoyo de su tesis, Sarah Blaffer Hrdy cita la opinión de un hombre, el historiador canadiense Edward Shorter, autor de Historia del cuerpo femenino, según el cual en determinados períodos, con el mejoramiento de la dieta, la estatura y el peso de las mujeres han aumentado. Bajo el régimen de la familia tradicional, las mujeres comían peor que los hombres, pues les tocaba menor cantidad de carne y pequeñas cantidades de todos los alimentos. Bien, se pregunta Hrdy, estaría por jurar que si las cosas continúan como en estos últimos 30 años, ¿existiría un disparidad de fuerzas físicas entre hombres y mujeres en el futuro?

La única diferencia genéticamente determinada y sin posibilidad de eliminar entre los dos sexos se refiere a la función procreadora de la mujer y de la sexualidad. Y es en este terreno, sostiene, donde se decidirá en los próximos años el destino de las mujeres y el futuro de su libertad. La maternidad ha representado y representa un enorme peso para las mujeres, y no hay duda que el cuidado y la educación de los hijos límitan todavía hoy la libertad de una mujer. Pero respecto al pasado (cuando las mujeres estaban obligadas a un número elevado de partos para compensar la elevadísima mortalidad infantil, que sólo los progresos de la ciencia médica han podido reducir estos últimos años) se han dado pasos gigantescos. Desde hace algunos años, la maternidad comienza a perder para las mujeres ese carácter pesado y restrictivo.

El instinto materno

¿Debemos, pues, pensar que la conquista de una mayor libertad por parte de las mujeres les permitirá en un próximo futuro ocuparse siempre menos de los hijos, como sostiene la estudiosa francesa Elisabeth Badinter, que discutiendo la idea de instinto maternal ha dado lugar a un debate intenso en el ámbito de las ciencias sociales?

Elisabeth Badinter tiene razón cuando niega el fundamento científico del pretendido instinto materno. No existen pruebas de ese instinto materno y, por el contrario, existen otras en contra. Por ejemplo, se ha verificado que existe una notable variedad de comportamientos maternos, que van desde el hecho de amamantar, cuidar y amar al propio hijo más que nadie en el mundo, hasta abandonarlo o asesinarlo. El infanticidio ha sido una práctica muy difundida en el curso de la historia y común a casi todas las sociedades humanas, estrechamente ligada a las condiciones económicas en que se encontraba la madre....

Hoy que la maternidad se ha convertido en una elección, la mujer podrá elegir entre esos diversos comportamietnos maternales y asumir una responsabilidad que no había tenido en el pasado.

La otra prueba decisiva que espera a las mujeres hoy día es el de la gestión y control de su propia sexualidad. En los últimos años se ha verificado una gran revolución en la forma de afrontar la sexualidad por parte de las mujeres. Esto no significa que las mujeres, en éste como en otros campos, se encuentren ante conquistas definitivas. En caso de una guerra o de una crisis económica muy grave, podemos perder todo lo que se ha ganado tan diricilmente.

es periodista italiano. Colaborador de la RAI y del diario Il Messagero. Especialista en sociología de la vida cotidiana y medios de comunicación de masas.

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