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TRIBUNA LIBRE LODE: el niño que mordía a sus hermanas

El debate de la LODE en el Senado, con las 4.246 enmiendas presentadas por el Grupo Popular, ha sido enormemente instructivo para mil y un detalles, en opinión del autor de este trabajo, pero totalmente desaprovechado para un posible debate pedagógico nacional. Frente a senadores que señalaban que ballena es un insulto superior al de cetáceo, había otros que indicaban que a la oposición no le había quedado otro gesto que el de la rabia.

Juan G

Bedoya es senador del PSOE por Cantabria.

Atrapados con el juguete de sus 4.246 enmiendas a la LODE, los senadores del Grupo Popular, filósofos del lenguaje, jakobsonianos incógnitos, han desgranado pacientemente mil y una teorías sobre la religión y el marxismo, la gramática y la semántica, la política y la vida misma, y muy pocos pensamientos sobre el auténtico objetivo de tan largo e insólito debate: el problema pedagógico español. Así, sabemos ya que también en la aritmética puede esconderse una trampa ideológica; que insulta más quien te llama "¡so ballena.'", que quien te dice "¡so cetáceo!" (Robles Piquer dixit); que el hombre no es, contrariamente a nuestro experimentado diccionario, un animal racional, sino un animal cristiano" o "un dios caído que se acuerda del cielo", y que el antiguo y, ¡ay!, reciente régimen, allí donde ponía un pantano construía antes una escuela.No ha faltado quien, en un intento de elevar el nivel de su exposición, y después de manifestarse discípulo de una escuela krausista (utilizando, en consecuencia, una jerga que Dios confunda, en graciosa constatación menendezpelayista), afirmó majestuosamente que no le desagradaba el "peculiar" socialismo español porque no ha sido un socialismo de dirigentes proletarios sino un socialismo "más institucionalista (sic) y krausista". Mirando a su izquierda, tan conservador parlamentario, instruido historiador, señaló amistosamente al socialista José Prat, citó a Baroja, recordó a Azorín, abarcó episcopalmente al pleno de senadores con sus brazos extendidos, dirigió al infinito la mirada citando a renombrados místicos laicos ("porque España es mística, queramos o no queramos") y proclamó: "Yo, señorías, entiendo mucho de lo que es el krausismo y el inconstitucionalismo". ¡Pobres institucionistas!

Don Francisco Giner de los Ríos, que quería una España rica y que coma, culta y que piense, libre y que gobierne, en fin, una España contemporánea de la humanidad fundó la Institución Libre de Enseñanza con el romántico proyecto de sembrar por toda Espaila la gente nueva, y acuñó, para ello, el término de la pedagogía desde abajo. Lograr, con letra, lo que la vieja España había intentado evitar a toda costa y que Unamuno dijo por lo llano: que todos los españoles nos lavemos a diario con jabón y muchos, además, con estropajo. Pero la regeneración de la España que 30 años después de la Revolución Francesa todavía conservaba en las puertas de las iglesias católicas la enorme lista de las obras prohibidas por la Inquisición, entre ellas las de los enciclopedistas y el Informe sobre ley agraria, de Jovellanos, exigía una acción superior a la que pudiera ejercer la siembra de maestros de la institución por toda la geografía nacional. Era necesaria una pedagogía desde arriba, es decir, un cambio previo de las estructuras políticas En aquellas primeras escuelas institucionistas debió aplicarse su equivocada lección el senador del Grupo Popular, tan encantado hoy con la memoria de estos santos laicos, de los que, no por laicos, eran menos místicos que la mismísima historia entera de España. "Lo llevamos (el misticismo) en la sangre y hay que mantenerlo en la escuela, porque con el cambio ético no basta", aseguró al citar, quién sabe a cuenta de qué debate pedagógico, la inseguridad ciudadana, la droga, el paro y la fallida venta de no sé cuántos aviones Aviocar. Y aquí vino la machacona reiteración senatorial conservadora contra la peligrosa escuela laica y el intervencionismo del Estado y la no menos entusiasmada perorata sobre la enseñanza religiosa y lo mucho que tenemos que aprender de la escuela que nos hizo socialistas "siendo tan mala como dicen que era".

La escuela que tuvimosLa escuela que tuvimos, he aquí la cuestión no debatida. La primera página de mi cartilla escolar (Cartilla del niño español, por Leonardo del Rosal. Dibujos de Mairata. Editora Nacional, 1951), hubiese sofocado a Makarenko y, años más tarde, despejó la inquietud de quienes buscábamos el rastro final de nuestro antifranquismo espontáneo. Sobre una enorme cabeza del general, que sostenía amorosamente una abombada bandera nacional (en color y todo), el niño que fui aprendía tempranamente las vocales, que iban cayendo hábilmente de la monumental cabecera de página: el Caudillo. He aquí, por casualidad pedagógica, todas las vocales de nuestro sereno abecedario: eauio. En la sexta página, para enseñar que no siempre la r rabia o ronca (r suave), se nos decía que el imperio español fue el más poderoso del mundo o que no sé qué capitán Cortés había sido el defensor del santuario de la Virgen de la Cabeza; y en la página 20, la hora de la f, un fiero valor animaba nuestra infantil ignorancia porque la esperanza y el porvenir de España son los flechas, aunque, a seguido, Pepito se afligía porque está flaco.

A esta pedagogía, tan precozmente persuasiva, exquisitamente goebeliana, debieron referirse los senadores Robles Piquer y Juan de Arespacochaga (éste es nuestro krausista citado), cuando, el primero, proponía una enmienda para modificar el artículo dos de la LODE en el sentido de que a nuestros niños nacionales no había que formarlos para la paz, sino que había que inculcarles los beneficios de esa paz. Le contestó, genial, Carlos Barral, advertido de que el lenguaje refleja el comportamiento humano. Porque inculcar es un derivado directo del verbo latino calcare, que quiere decir pisar.

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Ésa es una parte del debate pedagógico sobre la LODE, ley del candado rediviva 70 años después con objeciones de menor altura y mejor intención gramatical. La otra faceta es efectiva y demuestra que de una enseñanza clerical (que no quiere decir religiosa) puede sucederse un anticlerical; de otra anticomunista nace un prosoviético y de una científica puede surgir, según Alberti, un ángel colegial que asegure que las estrellas errantes son niños que ignoran la aritmética.

Contó Arespachochaga ante el pleno de senadores, para justificar la granizada de las 4.246 enmiendas, que a la oposición a veces no le queda sino el gesto de la rabia, y puso como ejemplo a sus ocho hijos -siete hijas y un solo hijo-, que en el juego siempre exigían que el macho hicera de perro. Protestó el niño, y Arespacochaga se esforzó, demócrata, en convencerle de que, puesto que eran siete, muchas más que él, tenía que pasar por que le hicieran jugar de perro. Un día vino una chica al padre quejándose de que Joaquín la había mordido, y el portavoz del Grupo Popular en el Senado tuvo que esforzarse nuevamente para convencer al hijo de que no lo hiciera porque, se preguntaba el senador: Si encima de jugar a perro no le dejan morder de cuando en cuando...

Hasta este punto hemos avanzado en el debate pedagógico español.

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