Ni lo uno ni lo otro

Que Mel Brooks haya decidido adaptar de nuevo aquella obra maestra de Ernst Lubitsch Ser o no ser, que mostró cómo el ingenio y la sutileza, unidos a un elegante sentido del humor, permitían una profunda sátira política, comprometida además con su tiempo inmediato, es un riesgo que el famoso cómico ha debido reflexionar con calma. Que a pesar de ello haya decidido realizar hoy otra versión del mismo filme es algo que sólo puede obedecer a razones personales que al crítico se le escapan.Puede que alguna de ellas dependa del escaso éxito obtenido por Mel Brooks con sus películas más recientes. Podría entenderse, así, que no haya sido él el director del nuevo filme y, en su lugar, se haya doblegado a las órdenes de un realizador más imparcial: en el resultado de su trabajo interpretativo ha sido la de Alan Johnson una influencia positiva, capaz de haber eliminado en Brooks buena parte de sus irritantes tics, de su tendencia al humor grueso. Confiar en un texto ya clásico y no en sus propias ideas originales puede ser, por otra parte, otra razón de peso para haberle. introducido en esta empresa.

Pero poco más. Cierto que la misma divertida historia que contó Lubitsch, en la que una modesta compañía de cómicos desafiaba con sus disfraces a la Gestapo y lograba escapársele en sus mismas narices, se repite aquí casi milimétricamente; la novedad del guión sólo consiste en limar algunos de los viejos aciertos e incluir un par de sosos números musicales que, por cierto, no se subtitulan más que un caso, como si los distribuidores tuvieran derecho a decidir qué fragmentos del filme tienen más interés que otros.

Mel Brooks, en todo caso, aparece más comedido que en interpretaciones anteriores, quizá porque su trabajo, forzosamente histriónico, combina mejor con su habitual tendencia a la caricatura. Anne Bancroft, espléndida actriz, tiene un cometido menor, casi de simple lucimiento. El acierto del reparto es para Charles Durning, seleccionado por este trabajo para los próximos Oscar de Hollywood: su interpretación del jefe de la Gestapo, metido siempre en complicaciones insalvables, engañado por todos y a punto del infarto, es divertida: hábil y eficaz.

Quienes tengan la desgracia de no conocer la película original reirán de cualquier forma con este Soy o no soy, boba traducción de To be or not to be. Cuantos aplaudieron el filme de Lubitsch, y no lo olvidaron, tendrán ahora una breve oportunidad para hacer comparaciones, que solucionarán de inmediato: sólo son odiosas las malas imitaciones.