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Autores de las dos Alemanias intercambian ideas sobre los problemas del exilio

Exiliados en un país extraño o simplemente autores que encontraron condiciones más favorables en otro lugar de su patria. Entre estos dos polos se movió en Berlín Oeste, el coloquio recientemente celebrado Conversaciones de emigrantes, sobre la situación de los escritores que salieron de la República Democrática Alemana y hoy día viven en Berlín Oeste o la República Federal de Alemania. Al lado del lago berlinés Wannsee, donde un día los nazis acordaron la solución final del problema judío, varias docenas de autores, alemanes del Este y el Oeste, se reunieron para intercambiar "ideas sobre la duración del exilio".

El cantautor y poeta Wolf Biermann, que en 1976 tuvo que abandonar a la fuerza la RDA y vive desde entonces en Hamburgo, donde también ha conseguido irritar a. las autoridades alemanas de este lado, expuso en el coloquio del Wannsee que, al llegar y tener que quedarse en la RFA, "me sentía en el extranjero, yo no estaba agradecido por estar aquí. Incluso hablar la misma lengua me irritaba, porque se enmascaraba la realidad del exilio".Biermann, cantautor maldito en la RDA, opta por "no ejercer la carrera de un disidente profesional y me metí de lleno en los asuntos de este país, gané nuevo amigos y enemigos y así la nueva sociedad perdió el carácter d exilio".

Erich Loest no admite el concepto exilio o emigración aplicado a los alemanes de la RDA, que hoy están en la RFA o Berlín Oeste. La palabra exilio o emigración va asociada en las dos Alemanias con la diáspora de los intelectuales alemanes durante el nazismo. Loest considera que ahora en los escritores salidos de la RFA, "'no estaba en juego la propia vida, como cuando los nazis, y además hemos pasado a vivir en el mismo espacio cultural"

Helga Novak explica su vivencia personal, en la RFA desde 1968, y dice que "para mí, la RFA fue durante muchos años el extranjero, porque la diferencia entre este país y la RDA es mayor que entre la RFA y Dinamarca, a pesar de la lengua común".

Algunos consideran que la RFA no es un exilio. Hans Joachim Schaedlich dice que "la RFA, con su sistema parlamentario y la libertad de expresión, es para mí una patria. Yo no soy un emigrante" y resalta que los alemanes de la RDA reciben en el acto la nacionalidad en la RFA. Schaedlich vivía en Berlín Este y hoy vive en Berlín Oeste. "Yo no cambié de país, ni siquiera cambié de ciudad, sólo cambié de sistema político".

En el coloquio del Wannsee participaron también autores occidentales, que en todos estos años tuvieron contactos estrechos con los del Este. Günter Grass no puede interpretar las sensaciones subjetivas de los exiliados, pero recuerda que Uwe Johnson, que vivió en Nueva York y en el Reino Unido desde hace ya muchos años, "cuando escribe sobre Nueva York lleva encima Mecklenburg y no se libra de esa pérdida".

Grass recuerda los contactos en Berlín Este, durante los años setenta, en casas de escritores de la RDA, donde se leían manuscritos originales y se debatía sobre lírica. Irónicamente recuerda el autor de El tambor de hojalata que "estoy seguro de que los servicios secretos tenían instalados micrófonos para escuchar lo que se hablaba, y me preguntó si los funcionarios entenderían el lenguaje o quizá habrán acudido a sus colegas occidentales para pedirles ayuda oficial".

El escritor occidental Peter Schneider participó también en las excursiones al otro lado del muro de los años setenta y llama la atención sobre "la lejanía, y al mismo tiempo cercanía, entre Berlín y Berlín, entre Alemania y Alemania. Un autor de la RDA decía que lo único que une a las dos Alemanias es en realidad el muro". Schneider recurre para apoyar su argumentación al hecho de que la mayoría de los autores que se reunían en Berlín Este en los años setenta han llegado al Oeste; "aquellos encuentros dieron lugar a amistades y ahora, cuando están aquí, ya no se reúnen", y se pregunta si "necesitamos el muro para conservar los contactos y la amistad".

El problema de la creación literaria en el nuevo ambiente ocupó una parte del coloquio. Loest dijo que "llegué a la libertad y no quiero volver a un régimen de despotismo", pero al mismo tiempo recuerda cómo, en Occidente le suelen decir: "Ah, ustedes los del Este siempre con esas cosas tan tristes. ¿Por qué no escriben de temas agradables?". Loest dice que "yo aquí no encuentro temas, no los puedo escribir. Yo sólo puedo escribir sobre lo que conozco".

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