El apocalipsis atómico en la Berlinale
La película melodramática, la ficción y el documental seco sobre la amenaza nuclear dominan el festival berlinés
"Cuando era un chico pequeño descubrí en el puente nuevo sobre el Alster, en Hamburgo, una línea sobre el pavimento que significaba que por allí pasaba el meridiano 10". Este es el punto de partida de un documental de 95 minutos, de Ruediger Neumann, que se propuso seguir la línea del meridiano 10, desde Carrara, en la Riviera italiana, hasta Hirtshals, en la península de Jutlandia, en Dinamarca. El texto con que comienza el documental, presentado en el Foro del Cine Joven, en la Berlinale, explica que "durante el rodaje de Meridiano el presidente norteamericano, Ronald Reagan, declaró que con el empleo de las fuerzas nucleares de teatro (TNF) era concebible una guerra atómica contra los soviéticos, localizada en Europa".El cineasta alemán se puso en marcha con la cámara para seguir esa línea imaginaria, el meridiano 10, que sería escenario o teatro de una guerra nuclear localizada en Europa. Durante los 95 minutos de proyección no hay texto, no se escucha ninguna proclama contra los horrores de la guerra. La cámara se limita a recorrer paisajes, a detenerse en muros y captar detalles triviales de vida cotidiana.
Sólo de cuando en cuando se escuchan unos segundos de noticias de Radio Baviera, de la emisora de las tropas norteamericanas en la República Federal de Alemania y de la Radio de la República Democrática Alemana, en la zona fronteriza con la otra Alemania.
Apenas un ruido lejano de aviones, unos breves disparos de fogueo en unas maniobras militares que no se ven, una noticia en la radio norteamericana y una sirena de alarma aérea en Hamburgo recuerdan al espectador el tema de la guerra, la posibilidad del apocalipsis nuclear.
Angustia
El recorrido de la cámara presenta los carteles de un cine de pueblo sobre un muro en Italia, una iglesia perdida, una plaza de mercado en la RFA, la monotonía del paisaje urbano alemán, cemento y automóviles, el teatro de Hamburgo y el paisaje desolado de la península de Judandia, al final. Todo esto transmite una especie de sobrecogimiento al espectador.Desde esta óptica, todos los elementos de la cultura actual, hasta aquellos que producen la abominación y el horror de los ecologistas y críticos de la sociedad de consumo, los coches y el cemento de las autopistas, e incluso la horrorosa arquitectura monótona de una cadena de supermercados alemana, pasan a convertirse en algo entrañable, querido y digno de conservación. La idea latente de ver todo eso convertido en zona radiactiva conmueve y angustia.
El documental de Neumann fue producido con parte de ayuda oficial del Ministerio del Interior de la República Federal de Alemania. A la hora de cobrar el último plazo de la ayuda, 20.000 marcos (algo más de un millón de pesetas), frases iniciales que hacen referencia al teatro nuclear mencionado por Reagan.
El polo opuesto del documental de Neumann fue Testamento, de la norteamericana Lynne Littman, que parte de los efectos de una explosión nuclear en Estados Unidos, dentro de una pequeña ciudad californiana, Hamelin. Desde la perspectiva de una familia ideal norteamericana que podría servir perfectamente para un anuncio de dentífrico o de copos de avena para el desayuno se siguen los efectos destructores de las radiaciones. En Testamento no se ven los cohetes, no vuelan los misiles, no aparecen los que aprietan los botones del apocalipsis. La directora muestra la vida familiar de "gente como tú y como yo", el padre no vuelve a casa tras la explosión nuclear, la madre afronta la sobrevivencia con sus tres hijos y otros dos niños vecinos que quedaron huérfanos, en espera de la muerte inexorable. La fórmula empleada por Lynne Littman es similar a la tantas veces probada por el cine y la televisión norteamericanos: conmover al espectador con elementos melodramáticos.
La directora se lamentaba en Berlín de que su película casi desapareció tras el espectacular estreno de The day after. Testamento puede provocar fácilmente en el espectador culto europeo la sonrisa suficiente y despreciativa con que se reciben esos productos norteamericanos, pero que luego olvidan el impacto emocional -como en el caso de Holocausto sobre las masas de espectadores en las salas de cine o la televisión. No el día después, sino el día antes es el tema de otro documental de la República Federal de Alemania titulado Sobre el fin del tiempo, de Christian Weisenborn y Michael Wulfes, que recogen en 85 minutos la experiencia de dos familias alemanas, dos policías de la ciudad de Dachau, que construyeron una casa con un refugio antiatómico. En tres días de junio del año pasado las dos familias se encierran en el refugio atómico con un equipo de filmación. Una cámara de vídeo controla desde el techo todo lo que ocurre. Son 12 personas en ocho metros cuadrados. Dos familias de alemanes medios, preparados para sobrevivir el holocausto en un bunker particular con alimentos prefabricados, agua y desinfectante para los excrementos.
El bunker funciona, pero a los tres días la temperatura ascendió a casi 30 grados, "olía bestialmente" y "se podía cortar el aire", explicaron los realizadores. El ensayo para El caso límite despierta en ese grupo de pequeños burgueses alemanes reflexiones sobre la necesidad de tomar partido y trata de influir sobre los políticos para vencer la impotencia ante la política de aceptar como inevitable la carrera de armamentos.
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