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La muerte de Jorge Guillén

"Como las cosas humanas no sean eternas... "

"Como las cosas humanas no sean eternas...". Con esas palabras empezó Jorge Guillén su última clase sobre El Quijote, dictada en Wellesley College, donde era profesor por el año de 1941, y yo su alumna. Hoy, es el propio Jorge Guillén quien se nos muere, pero ¿se puede morir alguien tan ligado a nuestra vida?Desde niños, en Madrid, mi hermanó Jaime y yo hemos tenido el gran privilegio de convivir con Jorge, el amigo de nuestro padre, que, cuando se iba a su cátedra de Sevilla, seguía presente. en nuestras conversaciones y recordado por todos los amigos poetas: Dámaso Alonso, García Lorca, Aleixandre, Alberti... ¡Tantos otros, tantos y tantos poetas amigos! De todos ellos, el más poeta, el poeta por excelencia, nos parecía a mi hermano y a mi Jorge Guillén, quizá por su aire de quedarse momentáneamente en la luna, de ser cariñoso y abstraído a la vez y totalmente desvalido cuando tenía que bregar con asuntos de la vida práctica: cruzar la calle, extender un cheque. Hay que decir que vivía amparado en la protección de su familia, siempre solícita, que le ayudaba en esos menesteres cótidianos. Yo he visto incontables veces a su hija, la niña Teresita, cogerle del brazo para cruzar la calle, como después lo hicieron también sus nietos.

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Los amigos, las voces

Pero, sobre todo, recuerdo a Jorge Guillén desde la infancia como el amigo fraterno de mi padre, el de siempre. A pesar de que tuvieron que vivir en ciudades o países distantes durante muchos años. Las breves visitas (siempre sabían a breves), y las cartas, salvaban las distancias. Llegaba una carta de Guillén diciendo: "¡Pero, chico! ¡Cuánto has tardado en contestarme!", y ese "chico" de Jorge Guillén le llegaba al alma a mi padre. Después de la muerte de mi padre, en 1951, Jorge Guillén siguió hablando de él como de un hermano mayor, que le seguía acompañando: "¡Ah, si estuviera aquí tu padre, cómo le gustaría esto, cómo se reiría, lo que diría ahora!".

Y aunque la muerte les separó entonces, los manuscritos de los dos, sus poemas y su correspondeficia, se encuentran ahora juntos en la biblioteca de Harvard. El 14 de abril de 1981, al conmemorar la Universidad de Harvard el medio siglo de la proclamación de la República española, se montó una exposición que fue a la vez una conmemoración histórica y un homenaje a los poetas españoles que escribieron gran parte de su obra en el continente americano, como Jorge Guillén y Rafael Alberti.

En una misma vitrina se juntaron, como en un nuevo diálogo entre los dos amigos, algunas de las numerosas cartas que se cruzaron entre mi padre y Guillén -mi padre hablando en ellas de la poesía de Guillén, y Jorge hablando de la de Salinas-. Ahora, muertos los dos, amigos, sólo puedo imaginarlos juntos de nuevo para siempre, enfrascados en un alegre diálogo sin fin.

Solita Salinas de Marichal escritora, hija del poeta Pedro Salinas, es la autora de la edición de los ensayos completos de éste, que han sido publicados esta semana por Taurus.

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