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La muerte de Jorge Guillén

El más entusiasta

Guillén ha muerto. La emoción de orfandad es grande: en todos los poetas españoles que le admirábamos y queríamos. Y la nostalgia me hace retroceder años en mi memoria. Era en diciembre de 1947. Una carta del poeta. Me pedía que le sustituyese durante un curso en su cátedra de Wellesley College. Para allí me fui.De vez en cuando recalaba Guillén en Wellesley. Solíamos reunirnos en su casa, a veces en un drugstore, donde -cosa asombrosa en Estados Unidos- nos quedábamos charlando durante horas, ante la estupefacción del camarero. "Estamos cometiendo", decía Guillén riéndose, "un terrible acto de hispanismo".

Se trataba de un poeta incesantemente contenido y, sobre sí. Pero lo paradójico resulta constatar que de todos los poetas de su tiempo y aun de toda la literatura española, Guillén se nos manifiesta como el más entusiasta. Y esta extraña mezcla de contrarios que parecen irreconciliables, arrebato extremoso y continuo, y continuo y extremoso ceñimiento y retención, le da al poeta un tono por completo inoído, algo sin par no sólo en el interior de nuestra poesía hispánica, sino en la de cualquier poesía de cualquier país. El entusiasmo máximo en las menos palabras posibles: eso es Cántico, al menos en su consideración central. Y ahí yace lo que más me maravilló de este enorme poeta. Aprendí en él, como en nadie, la eficacia de no decir las cosas, de darlas a entender solo, sin anécdota innecesaria; la elocuencia suprema de la sobriedad tensa, restallante.

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Y, al mismo tiempo, el entusiasmo por la realidad y por la multiplicidad maravillosa de las cosas del mundo. La originalidad de Guillén en este punto es, asimismo, de difícil superación. ¿Qué poeta ha sabido sostener a lo largo de una obra tan caudalosa como ésta un himno tan alto y tan variado en honor de la vida? La vida en su excelsitud, pero sin olvido de todo lo demás. Pues en Cántico se hallan representados, además de la felicidad, todos o casi todos los otros sentimientos humanos: Guillén resulta un hombre como nosotros, pero en mayor tensión en normalidad, pero en "normalidad aguda". Nos habla de cosas que tropezamos a diario; mas sus observaciones sobre ellas son inesperadas, incisivas. Lo que dice y no sólo cómo lo dice, se nos muestra atractivo y lleno de un supremo interés. Hallamos en su libro un título (qué se yo: sobremesa, nene, etcétera) y nos lanzamos de inmediato a leer, porque nos seduce lo que Guillén pueda decirnos, de esas realidades concretas que el título promete.

En Jorge Guillén, el pensamiento y sobre todo el suyo, su estilo de pensar, importa e importamucho. En esto se adelantó, ya desde su juventud, a la poesía que había de venir. No nos asombra que, entre otras cosas más altas y esenciales, sea Guillén el gran renovador del madrigal y del epigrama. Diríamos que eleva estos géneros menores al plano mayor de la poesía grande.

Y es que todo objeto, por el mero hecho de existir, resulta, en interpretación guilleniana, seductor, pues que es. El tema general de Guillén, como nadie ignora, consiste en el cántico del ser. El madrigal accede así a consideración metafísica o la consideración metafísica se adentra, adelgazándose y moldeándose como en una de sus posibles formas, en el interior del madrigal o en el interior del epigrama, ahondándolos a ambos.

Pero la cosmovisión guilleniana, centrada en el ser, tiene otra consecuencia: la variedad. Como cuanto existe, por la razón dicha, se hace interesante, cualquier objeto puede aspirar a ser tema de Cántico y de los otros libros del poeta. Guillén se sale de sí mismo y mira el mundo en su infinita riqueza, como símbolo (y sólo como símbolo, a mi entender), digámoslo de paso, de una perfección anhelada, soñada más que hallada.

Guillén es, sin duda, con Juan Ramón, Aleixandre y Neruda, uno de los cuatro poetas de visión más extensa y compleja de toda nuestra literatura. Son incontables los objetos, actitudes, situaciones y hasta autores y lecturas sobre los cuales Guillén nos ha brindado una opinión, una interpretación, o simplemente una vista, bien panorámica, bien de enfoque más reducido. Y lo que nos dice suele ser sorprendente y sutil, con matizada concisión, donde pueden triunfar la gracia o la galanura, pero también, incluso, sentimientos más tiernos y adheridos. Estas cualidades se han dado poco en nuestra literatura. De ahí que Guillén haya enriquecido nuestro ser espiritual de españoles, haya abierto una puerta a la expresión de lo español, por donde irán en el futuro penetrando o deslizándose, acaso sin saberlo, otros artistas nuestros.

No vacilo en decir que sin Guillén le faltaría algo, y algo muy importante, a la expresión poética contemporánea española; a la expresión poética de lo español, y a la expresión poética de lo europeo, de lo universal y de lo humano.

Carlos Bousoño es académico de la Lengua, poeta, ensayista, autor de Teoría de la expresión poética.

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