¿Alegres? ¿Esto es alegre?
Se dice en la película que su acción transcurre durante los años cuarenta. De hecho, algunos trajes de los personajes y unos pocos objetos y lugares viejos podrían situarla en los años del hambre, la represión y el estraperlo. Pero el conjunto no tiene relación con la realidad de aquellos años, ni siquiera con la que Fernando Vizcaíno Casas, argumentista del filme, expuso en su bienhumorado libro Contando los cuarenta.Los trajes y piernas que lucen estas coristas de Colsada no son los de entonces sino los de ahora mismo: aquella censura, que incluso sufrió Rafael Gil, un director políticamente adicto y profesionalmente dispuesto, no toleraba tales devaneos. En aquellos años, ciertamente, el espectáculo de variedades tenía un margen más amplio que el del teatro dramático o el cine, pero ha debido transcurrir mucho tiempo para que los semidesnudos que ahora muestran los autores pudieran ser conocidos entonces por los demás españoles.
Las alegres chicas de Colsada
Director: Rafael Gil. Argumento: Fernando Vizcaíno Casas. Músicas: Bretón, Guerrero, Alonso, Moraleda y otros. Intérpretes: Tania Doris, Luis Cuenca, Máximo Valverde, Antonio Garisa, Paco Valladares, José Bódalo. Comedia. Española, 1984. Local de estreno: Coliseum
El problema de Las alegres chicas de Colsada no es, de todas formas, su posible verosimilitud. (Baste citar, además, la grotesca secuencia de los guardias civiles que dejan libre a un estraperlista cantor ante las risas de un grupo de españoles bien gorditos y contentos.) Lo más grave es que, frente a tanto anacronismo, conserva esencialmente el esquemático espíritu de las comedias de la época: la niña bien venida a menos que quiere ser artista, la perversa competidora que le quita el novio, el cura bueno que todo lo arregla, el enamorado callado y correcto frente al chulapón que se la lleva...
La realizacion es tosca, sorprendente en un cineasta como Gil, si se recuerda la corrección técnica de sus primeras películas. Tania Doris es mala actriz, al menos en esta ocasión, y los coros que le acompañan son torpes. Ni Luis Cuenca reproduce en la pantalla esa vis cómica del teatro. Los demás hacen lo que pueden.
Babelia
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