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Extraños compañeros de cama

Es bien sabido que la política hace extraños compañeros de cama, por lo que no debe sorprender que Boyer se haya metido en el lecho de Carlos Ferrer y Marcelino Camacho, dejando en la escalera a Nicolás Redondo.No obstante, resulta dificil explicar este espectacular remaniement de las alianzas. Está clara la estrategia de Comisiones Obreras, que en estos momentos no oculta su euforia ante la frustrada firma de un acuerdo interconfederal entre la central socialista y la cúpula patronal. Los negociadores de Comisiones no podían aceptar la propuesta de la CEOE y tampoco podían permitirse quedar nuevamente al margen de la negociación colectiva al máximo nivel. Miguel Boyer y Carlos Ferrer han liberado a Comisiones del peliagudo dilema en el que, estaban atrapados. La central comunista puede ahora, con más posibilidades de éxito que en el pasado, tender la mano a los compañeros de UGT y arrastrar a ésta a una dinámica que podría desbordarla.

No aparecen tan diáfanas las intenciones de la patronal, a quien, en teoría, no debería interesar ni primar a Comisiones ni arriesgarse a una generalizada guerra de guerrillas salarial. Se nos ocurren dos hipótesis para explicarnos la actitud de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE): o bien quiere lanzar una carga de profundidad contra el Gobierno -¿no resulta escandaloso que el pacto social, vigente durante un quinquenio, se interrumpa cuando asciende al poder un Gabinete socialista?-, o bien aprovecha la ocasión para terciar en el debate socialista apoyando a Miguel Boyer frente a las presiones que contra él ejercen UGT y el vicepresidente Guerra.

Parece más convincente esta última explicación. Como es sabido, el Gobierno había aceptado oficiosamente como asimilable la última propuesta de UGT, que se acercaba milimétricamente a la oferta de la CEOE. La central socialista estaba, pues, razonablemente confiada en que la cúpula patronal, que dice seguir la política económica del Gobierno, firmaría, convencimiento que persistió aun cuando formalmente se rompieron las negociaciones, incidente que fue interpretado por UGT como una jugada de póquer. La CEOE también dio a entender después de la ruptura que lo más probable es que se firmaría el acuerdo. Sin embargo, en el último momento, Ferrer visita a Boyer, y a continuación la patronal informa definitivamente que el pacto está roto y que no hay posible marcha atrás.

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Hay, pues, fuertes indicios de que Boyer prefirió que no se firmara pacto alguno, con la intención de que no se moviera una micra su precioso cuadro macroeconómico, lo cual, por cierto, no está garantizado porque no se firme el acuerdo.

La gran perdedora ha sido, pues, UGT, a quien no se le ha dejado salida ni siquiera para salvar la cara. Los sindicalistas de la central socialista temen que el desacuerdo de los interlocutores sociales. va a llevar a un deterioro importante del movimiento sindicalista y a un debilitamiento de la esperanza alimentada de que nuestro marco de relaciones laborales evolucionara lentamente hacia un modelo de integración similar al de los países nórdicos.

Los ugetistas acusan a Miguel Boyer de miopía política, de sacrificar a la central socialista y deteriorar la propia imagen del Gobierno ante los trabajadores por un quítame allá medio punto en la banda salarial. (...)

23 de enero

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