Kissinger contra Contadora
CON Pocos días de diferencia se han hecho públicos el nuevo documento suscrito por los cancilleres del grupo de Contadora y el informe de la comisión Kissinger sobre Centroamérica. Es ineludible comparar, no ya los dos textos, sino las dos filosofías que inspiran el uno y el otro. El grupo de Contadora parte de la idea básica de que las amenazas para la estabilidad política, la seguridad y la paz en América Central tienen principalmente raíces económicas y sociales propias de la zona: el subdesarrollo, las tremendas desigualdades, el bajo nivel cultural, los atentados a la democracia. Propone unos planes de actuación conjunta en tres terrenos: la seguridad, la democracia política y los aspectos económicos y sociales. En el primer punto, se trata de disminuir y suprimir la presencia de consejeros militares extranjeros; de poner fin a los suministros de armas a grupos rebeldes; de garantizar las fronteras y lograr así un clima en el que ningún país pueda temer que, desde otro, se ataca su seguridad. En el segundo punto, se prevén procesos de reconciliación para incorporar a la vida política grupos hoy en rebeldía; condiciones para asegurar elecciones que expresen de verdad la voluntad nacional; en resumen, el avance del pluralismo y de la democracia. El tercer punto incluye proyectos de inversión, con las imprescindibles aportaciones extranjeras, para fomentar el despegue económico y social y atacar las raíces reales de la peligrosa inestabilidad actual. La fotografía del abrazo, en el acto de la firma del documento, de los cancilleres de Nicaragua y Honduras simboliza las posibilidades nuevas que se pueden abrir; en los planes de Contadora apunta algo con proyección de futuro: una perspectiva de desarrollo social y político ensamblado, con reglas de juego homologables, entre los diversos países de América Central. Que el sandinismo lo haya aceptado en la actual coyuntura reviste singular importancia. Pero tal futuro solamente podría abrirse camino si es aceptado y respetado por los países que actualmente intervienen en esa parte del mundo; sin eso, Contadora puede quedar en una enumeración de buenas intenciones; o en una cortina para otras políticas reales.Por eso es tan grave que entre los planes de Contadora y el informe Kissinger exista un verdadero abismo. El único punto de coincidencia se refiere a la necesidad de cuantiosas ayudas económicas para superar los aspectos más insoportables del subdesarrollo. Pero el informe Kissinger otorga una prioridad total a las ayudas militares de EE UU para sostener los regímenes de El Salvador y Guatemala, para derrotar las guerrillas en esos países; y, en cambio, para mantener la ayuda a los sublevados antisandinistas que, con sus bases en Honduras, luchan para derribar el Gobierno de Managua. La comisión condiciona las ayudas militares a El Salvador a cierto nivel de respeto de los derechos humanos, pero Kissinger ha manifestado su discrepancia sobre tal condicionamiento; y el tono general del informe respalda la política que la Administración Reagan%4ene realizando, con resultados desastrosos.
El objetivo de Reagan al constituir, en julio pasado, la comisión Kissinger era comprometer a los demócratas, conjuntamente con los republicanos, en la elaboración de la política de EE UU en esa región, considerada vital, y obtener una plataforma bipartidaria para disminuir los impactos electorales de un tema tan candente. Los primeros ecos levantados por el informe Kissinger ponen de relieve las diferencias surgidas dentro de la comisión: siete de los doce miembros de la misma han formulado votos particulares sobre puntos de no escasa trascendencia. Por ejemplo, el alcalde demócrata de San Antonio, Henry Cisneros, propone se suspenda durante un año la ayuda a los somocistas para dar tiempo a que el Gobierno nicaragüense despliegue las gestiones iniciadas para realizar elecciones. Quizá, lo más significativo es que el candidato demócrata Walter Mondale ha centrado sus ataques a la Administración en su política centroamericana. Éste será, pues, tema electoral, y no con ventaja para Reagan.
El informe Kissinger contiene, además, críticas contra los Gobiernos europeos que prestan ayuda económica a Nicaragua. Aparte de que no parece competencia de tal comisión opinar sobre la política europea, tales críticas sólo son explicables por parte de quien desea asfixiar y eliminar el Gobierno de Managua. Un camino equivocado. España se ha comprometido en el apoyo a las gestiones del grupo de Contadora, contribuyendo a que los Gobiernos europeos adopten una actitud semejante. Fernando Morán acaba de reafirmarlo en Cuba y en Costa Rica. Ésta es una vertiente de nuestra política exterior que cuenta con un respaldo amplio de la opinión pública. La Casa Blanca debería mostrarse más sensible a las incitaciones y a las sugerencias que le llegan desde los países de la CEE, a la hora de enfocar el problema centroamericano. La suposición de que éste es, para Estados Unidos, un tema que afecta a su propia seguridad interna y en el que no deben entrometerse los países aliados es gratuita. Países como la RFA, Francia y desde luego España tienen compromisos y responsabilidades históricas ineludibles en la zona. Compromisos y responsabilidades que deben ser servidos.
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