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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Apropiación de lo valenciano

Emilio Sales arremetió, en carta publicada el día de los santos inocentes, contra un artículo de J. J. Navarro sobre la edición estadounidense de Tirant lo Blanc de Joanot Martorell. La base argumental es la siguiente: el señor Navarro colabora en el expolio catalán de Valencia (¿reino, provincia, comunidad autónoma, o se refiere Emilio Sales al conjunto del País Valencià oficialmente desaparecido pero presente en su terquedad histórica?). Yo no veo por parte alguna qué beneficio podía obtener directamente el autor del presunto robo. En cambio, se me antojan notables las consecuencias de negar la catalanidad de Joanot Martorell. Entre otras, la que ya denunciara Orwell sobre la posibilidad de reescribir la historia y, a lo que parece, también la ciencia lingüística. Que el País Valenciá, la actual Cataluña, las islas Baleares y zonas de la Francia actual formaron un día una unidad política, es un hecho histórico inevitable, lo que no necesariamente implica otras consecuencias, como tampoco las implica el Imperio romano. Que existe una intercomprensión en quienes hablan la lengua histórica de esas zonas geográficas, es algo que no vemos cómo puede negarse. Y a esa lengua se la conoce hoy, mayoritariamente, como catalán. Así, pues, no yerra el periodista. Ni roba. Se limita a hacer de notario.Por otra parte, nunca he visto que ningún purista del supuesto valenciano diferenciado del catalán reclame la misma diferenciación respecto al andaluz, el argentino o el mexicano frente a la lengua castellana. ¿Por qué? Misterios de la historia. Nadie osa poner en duda que, pese a las diferencias notables con el castellano actual, el Arcipreste de Hita y Gabriel García Márquez escriben en el mismo idioma.

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Lo propio ocurre con Joanot Martotell, Salvador Espriu y Joan Fuster. Y eso pese a los idiomas oficiales, mal argumento para un país -y me refiero a España en su conjunto- que ha sobrevivido culturalmente durante 40 años gracias a la extraoficialidad, precisamente./

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