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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fuerza trágica, validez teatral

Debe considerarse que Don Carlo es el punto de partida de Verdi hacia el estilo de su plena madurez, es aquí donde el compositor lleva a la máxima depuración los logros dramáticos de sus anteriores creaciones, donde ya dedica una gran atención a construir musicalmente el carácter y la psicología de los personajes.Ha de tenerse en cuenta cómo el genio de Verdi supo remoldear su ópera Don Carlos para conferirle, en su definitiva versión, auténtica fuerza trágica y absoluta validez teatral. En efecto, esta ópera en principio debía sujetarse a los imperativos de la gran ópera francesa: así, debía ser cantada en francés, exigía la presencia del ineludible ballet y forzosamente tenía que estar conformada en cinco actos...Tras su estreno, Verdi redujo su extensión a cuatro actos, eliminó el episodio coreográfico y se sirvió de una traducción del libreto al italiano que, basado en el drama de Schiller, habían realizado J. Méry y C. du Cloche.

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Todo ello significaba hasta cierto punto un sacrificio de la libertad de expresión del compositor, que, enemigo de extensas tramas, argumentales, se vio obligado no sólo a aceptar sino incluso a utilizar un idioma distinto al propio.

Sin embargo, Verdi, con Don Carlos, logra un genial drama ro mántico que, con la misma falta de rigor histórico que la obra de Schiller, viene a ser en el fondo una manifestación a favor de la libertad y una denuncia contra el despotismo del poder y la intransigencia del catolicismo impuesto por la Inquisición, a las cuales se les añadía tangencialmente la trama amorosa de Don Carlos -exaltado y caballeresco, por tanto totalmente desfigurado de su auténtico carácter- con su madrastra, Isabel de Valois. Asimismo, resulta interesa nte comprobar cómo Verdi, llevado por sus ideales políticos, ennoblece la figura de Don Rodrigo como de fensor del pueblo de Flandes, e incluso en esta caracterización, donde, al contrario de los criterios dramáticos en boga, ni los buenos son del todo buenos ni los malos se comportan como tales, la figura del emperador Felipe II se plasma con unos visos de humanidad que no se patentizan en la obra de Schiller, porque en definitiva estos personajes, bajo la acción creadora de Verdi y a pesar de toda su realidad histórica, vienen a encarnar simbólicamente la lucha de la humanidad por su derecho a la libertad.

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