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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Fe en Europa

"Frente al peligro, la unión total". Son palabras de Jean Monnet en sus Memorias, refiriéndose a los años iniciales de la segunda guerra mundial. Pronto gobernantes y ciudadanos sienten la necesidad de unión de los pueblos de Europa para salvar su patrimonio espiritual y cultural, para la defensa de los derechos del hombre, para alcanzar el progreso social y económicoTerminada la guerra, Francia, el Reino Unido y los tres países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) firman un acuerdo en 1948 para regular su colaboración en materias económicas, sociales y culturales y para garantizar su legítima defensa colectiva. Un mes más tarde se firma la Convención de Cooperación Económica Europea, creándose así la OCDE. El 4 de abril de 1949, en Washington, nace la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Faltaba crear la organización que agrupara a todos los miembros de la familia europea en aquel espíritu de unidad que se hacia sentir ya con tanta insistencia durante la contienda. El 5 de mayo de 1949 se firma en Londres el estatuto del Consejo de Europa, que institucionaliza los fines y propósitos expuestos por Churchill en su célebre discurso pronunciado en Zurich en 1946 y por el Comité Internacional de Coordinación de los Movimientos para la Unidad Europea, que convocó el Congreso de La Haya de 1948.

Primeros pasos

El estatuto del Consejo de Europa se propone lograr una más estrecha unión de los pueblos europeos y al mismo tiempo garantizar el progreso humano, consagrando el respeto básico a la persona. Humanismo, diversidad y universalidad serán los tres ejes sobre los que se asiente la nueva organización, cuyo principio esencial es el reconocimiento de la preeminencia del derecho y la afirmación de que toda persona que se halle bajo su jurisdicción ejercite los derechos del hombre y goce de las libertades fundamentales.

Es evidente que el compromiso asumido por las democracias occidentales para lograr esa unión entre sus miembros no podía impedir el que algunos de los Estados asociados pudieran adelantar una integración más estrecha entre ciertos países. Es así como en 1951, tras la iniciativa de Robert Schuman, los países del Benelux, Francia, Alemania e Italia ponen en común su producción de hierro y acero, acuerdan dotarse de un órgano supranacional e inician un camino que se perfecciona en 1957 con la firma del Tratado de Roma. Nace así. lo que genéricamente se conoce como las Comunidades Europeas, que comprenden hoy la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), la Comisión Europea de la Energía Atómica (Euratom) y el Mercado Común.

Voluntad de cooperación

De esta forma coexisten desde aquella fecha dos organizaciones: las Comunidades Europeas, que constituyen el núcleo de la integración formada por seis países, que luego se ampliará a 10 y que espera la adhesión de España y Portugal, y otra más amplia formada por 21 democracias occidentales -el Consejo de Europa-, con un nivel de integración más débil, pero con una vocación de cooperación muy firme, en especial en las áreas que son de su estricta responsabilidad, como la defensa de la democracia, la cooperación cultural, la garantía internacional de la defensa de los derechos humanos, la homologación de las legislaciones de los países miembros y la mejora de las condiciones de vida y del medio ambiente de los pueblos europeos.

Este proceso de cooperación ha ido parejo en las últimas décadas al de la integración de las Comunidades Europeas, lo que alguien ha denominado el núcleo de esa otra corona amplia de pueblos que integran el Consejo de Europa.

El Consejo de Europa

Los primeros 15 años de vida de las Comunidades Europeas han sido espectaculares en su avance y su desarrollo. En una situación económica propicia, el impulso integrador se veía reforzado con la incorporación de Dinamarca, Islandia y del propio Reino Unido, que tras una decisión histórica de incorporarse a los designios continentales, supera la larga. espera impuesta por el general De Gaulle y se adhiere a la organización que agrupa a los pueblos integrados de Europa.

Esta ampliación de la Comunidad a 10 miembros, con la incorporación de Grecia, coincide temporalmente con una grave crisis económica que afecta a toda Europa: estancamiento, paro, inflación. Los países integrados buscan sin resultado salida a sus problemas internos y no encuentran solución al problema presupuestario de la Comunidad, que reclama un aumento de los recursos propios y la aprobación de una política agrícola común que salvaguarde tanto los productos del Norte (carne, leche, mantequilla) como los productos hortofrutícolas de los países mediterráneos. Mientras tanto, los 10 países han ido desbordando el estricto cometido económico que motivó en primera instancia su afán de integración, ampliándolo al propósito de armonizar su política exterior y formular una política cultural común.

En cuanto al Consejo de Europa, cuya piedra angular fue el convenio para la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales, pieza de excepcional importancia que garantiza al ciudadano la facultad de interponer ante la Comisión de Derechos Humanos una reclamación individual frente al Estado en cuya jurisdicción se halle, ha abarcado multitud de áreas, además de la defensa de los derechos humanos, como son la protección al trabajador migrante y la represión del terrorismo, la seguridad social y la firma de la Carta Social Europea, y así hasta un centenar de convenios internacionales.

Pérdida de impulso

Lo que sucede es que esta tarea llevada a cabo por los dos órganos del Consejo de Europa, que son el Comité de Ministros y la Asamblea Parlamentaria, ha sido una labor callada que parecía difuminarse ante los avances más espectaculares de las Comunidades Europeas y, sobre todo, del Mercado Común. Y ha ocurrido también que ante la invasión por éste -legítima, por supuesto- de las áreas políticas de la integración, el Consejo de Europa ha perdido una parte de su impulso inicial, padeciendo a veces la rémora de la rutina y la burocracia, sin decidirse a afrontar con decisión las iniciativas que la actual situación reclama.

Por ello, en momentos como los actuales, en los que la crisis económica europea, la ampliación de la Comunidad y la necesidad de ajustes a su estructura producen unaimpresión de crisis de -la unidad europea, es preciso más que nunca relanzar aquella idea de levantar los Estados Unidos de Europa y dotar para ello de la máxima eficacia y coherencia a esta organización.

En este sentido, la Asamblea Parlamentaria debe seguir siendo el órgano impulsor que recoja las preocupaciones de los Parlamentos nacionales y de la opinión pública para avanzar con pasos concretos hacia la unión de Europa. Pero igualmente el Comité de Mínistros de los 21 países miembros debe examinar con mayor profundidad las propuestas que recibe, pronunciarse sobre ellas, comprometerse más en el proceso unitario y buscar la asistencia de ministros especializados para que, en conferencias ad hoc, propongan la adopción de medidas concretas, que sean sometidas a los cuerpos legislativos nacionales.

Compromisos concretos

Sólo así, desde compromisos. concretos que abarcan también la concertación política en temas como la adopción solidaria de medidas de confianza en la Conferencia de Desarme de Estocolmo, que se inaugura el 17 de enero, las relaciones Norte-Sur y centro-periferia de Europa, el impulso de relaciones culturales entre Europa y América Latina y tantas otras cuestiones de actualidad internacional, se podría devolver a los europeos su fe en Europa, su confianza en los valores espirituales y culturales que definen su propia identidad.

Una fe en Europa y en el Consejo de Europa que debe servir también para la superación política de los escollos comunitarios y para que el proceso de integración. iniciado hace 25 años supere su actual crisis, y desde el núcleo de su vocación integradora contribuya a una cooperación real entre las 21 democracias europeas. Y todo ello al servicio del hombre, origen y propósito de toda acción política.

Marcelino Oreja Aguirre es el candidato español a la Secretaría General del Consejo de Europa, parlamentario europeo y ex ministro de Asuntos Exteriores.

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