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FLAMENCO

Lo que importa son las esencias

Cuando el flamenco se nos da así, en estado de pureza, quintaesenciado, es verdaderamente gratificante. La Peña Chaquetón celebró el primer aniversario de su fundación con un recital en la sala del Montepío Comercial e Industrial de Madrid. Una sala pequeña confortable, con buena acústi ca, con un público cálido y res petuoso: casi, casi, una reunión de cabales ampliada, el ámbito ideal para oír flamenco.Chaquetón y Carmen Linare hicieron el cante, Pepe Carmo na Habichuela y su sobrino Juan, el toque. Un cartel con pocos artistas, pero todos exce lentes. Son artistas además se guros, que pueden estar algo mejor o algo peor, pero que nunca defraudan. La noche del sábado yo no sé si los duendes andaban rondando por allí, pero muy lejos no estaban. Fue una noche generosa en inspiración.

Chaquetón, a quien hacía un tiempo que no oíamos porque ha estado varios meses traba jando de los Pirineos para arriba, vuelve en plenitud, como el maestro que es, no sólo en los estilos de su tierra gaditana sino en un contexto mucho más diverso y rico. Hizo siguiriyas, fandangos, martinetes. Y, por supuesto, los grandes estilos más específicamente de Cádiz. La malagueña del Mellizo dudo que haya hoy quien la haga con la grandeza y la emoción de Chaquetón; las soleares, que, siempre lo digo, pueden dar la medida de un cantaor, fueron ejemplares; por alegrías se quedó corto para lo que en él es habitual, pues es uno de los cantes que mejor conoce Chaquetón, pero las que hizo fueron perfectas, igual que las bulerías. La voz redonda, natural, del cantaor, con ecos muy identificables de quienes le precedieron -de Aurelio Sellés, de su padre el Flecha-, dio, en definitiva, una hermosa lección de cante jondo.

Como la dio Carmen Linares. En el actual panorama del cante flamenco, la presencia de la mujer es mínima, paupérrima, salvo algunas venerables reliquias del pasado, o casi. A Carmen le corresponde por derecho propio un primer lugar indiscutible, que se ha ganado en muchos años de trabajo, vocación y entrega. Hoy Carmen, joven aún -no se crea por lo que acabo de decir que anda ya en las fronteras de la venerabilidad, tiene 30 años-, se encuentra en una fructífera madurez que cada día enriquece y asolera más.

Espléndido el toque de Pepe Habichuela, secundado en algún momento por su sobrino Juan. Si acompañando al cante es un maestro, que en ningún momento busca su propio protagonismo sino que se atiene con rigor a la regla de oro de que cante y toque deben ser un diálogo, últimamente se está revelando como un concertista a tener muy en cuenta.

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