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Concluye la 'revuelta del pan'

Burguiba anula las subidas de precios anunciadas por su Gobierno

ENVIADO ESPECIAL

En un gesto espectacular que aparentemente sorprendió a sus propios ministros y a los sindicatos, el presidente tunecino, Habib Burguiba, ordenó ayer a su Gobierno la revocación del alza del precio del pan, origen de los disturbios de toda esta semana, que arrojan un saldo de unos 60 muertos, centenares de heridos y cuantiosos daños materiales. A última hora de la tarde de ayer, el propio presidente ordenó también la liberación de las 3.000 personas que habían sido detenioas en el país a lo largo de esta semana de violencia. Ayer por la mañana, el Combatiente Supremo compareció ante la radiotelevisión tunecina, por primera vez desde el inicio de la revuelta del pan, el pasado día 29, y en un breve mensaje en diferido de menos de cinco minutos, y con voz balbuceante propia de su edad, tiró por tierra todas las últimas medidas económicas del Gobierno del primer ministro Mohamed Mzali y demostró que a sus 81 años sigue siendo el dueño absoluto de la situación en Tunicia.

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En su mensaje, Burguiba señaló: "He sido mal informado, porque me dijeron que el pan se despilfarraba y que incluso se le daba como alimento al ganado". Según Burguiba, sólo sobre la base de esa información equivocada autorizó " una ligera subida" del pan. "Ahora que el Ejército y la Seguridad han restablecido el orden", añadió, "he decidido el retorno a la situación anterior a los aumentos de precios y he dado al Gobierno un plazo de tres meses para que me presente un nuevo presupuesto que no haga recaer las subidas sobre los más débiles".

Inmediatamente después de pronunciada la alocución del presidente, y espontáneamente, unas 100.000 personas de todas las condiciones sociales, incluidos los colegiales y estudiantes que mayoritariamente protagonizaron las escenas de violencia del día 3 en la capital, se lanzaron a las calles y en pocos momentos convirtieron a Túnez en una auténtica fiesta. Toda esta multitud, que agitaba banderas tunecinas y retratos de Burguiba, iba acompañada por varios miles de automóviles y autobuses llenos hasta en los techos, y que iniciaron una larga marcha, para cubrir los 20 kilómetros que separan la capital del palacio de Cartago, residencia de Habib Burguiba.

El Combatiente Supremo, exultante de júbilo, salió a la puerta de su palacio rodeado de sus familiares para recibir a los manifestantes y agradecer las muestras de apoyo.

"Estamos dispuestos a sacrificar cuerpo y alma por ti, Burguiba", "larga vida al presidente", gritaban los manifestantes, con las manos abiertas con la V de la victoria, en reconocimiento por el gesto del Combatiente Supremo, que no deja de tener una cierta dosis de demagogia.

Como contrapartida, quien ha salido real y moralmente mal parado es el primer ministro, Mohamed Mzali, abucheado en la tarde de ayer por los manifestantes con el mismo fervor con que Burguiba era vitoreado. En algunos círculos políticos tunecinos se habla, probablemente con apresuramiento, de la posibilidad del regreso a la escena política incluso de algunos antiguos ministros que Mzali barrió del poder porque se oponían a su línea política. Si las masas tuviesen capacidad para dar un plebiscito a los políticos, es indudable que el primer ministro, heredero oficial del presidente Burguiba tendría necesariamente que dimitir.

La multiltud y los tanques

A última hora de la tarde, la multitud, cada vez más numerosa, saludaba y vitoreaba desde los balcones de los edificios de las calles por donde pasaba este larguísimo cortejo, acompañada por miles de automóviles que hacían sonar el claxon constantemente mezclados con los coches de los servicios policiales especiales antidisturbios. La muchedumbre -que subía a los tanques apostados en las esquinas de las calles principales y de las plazas y ofrecía cigarrillos a unos soldados que con los dedos en el disparador de las metralletas, no sabían muy bien qué hacer- era seguida desde el aire por los helicópteros de la gendarmería y continuaba a horas altas de la tarde en las calles rompiendo de hecho con su presencia el toque de queda.

El pan y la sémola para hacer el cuscus y la harina para fabricar el pan no son cosa de juego. Todo el país se lanzó a la calle para protestar por la subida de los precios de estos artículos, y 60 personas han perdido la vida por pedir que se revoquen esas alzas.

La decisión del presidente no ha resuelto los problemas más que momentáneamente. El Gobierno de Mohamed Mzali, debilitado primero por los disturbios y los muertos, y ahora desautorizado por la actitud del Combatiente Supremo, ha sido emplazado a rehacer los presupuestos del Estado en el plazo de tres meses, para que así tenga tiempo suficiente de introducir las medidas compensatorias de unas subidas de precios que en definitiva parecen inevitables.

El Combatiente Supremo ha instado a su Gobierno, en su alocución de ayer, como si a nadie se le hubiera ocurrido antes, a que el aumento del pan sea ligero, y que se aumenten en contrapartida otros productos como el vino, los licores y artículos de consumo más o menos iuntuarioo secundario.

No tiene nada de particular que ya desde ahora se hable en Túnez de la posibilidad del regreso al proscenio político de anteriores ministros que habían sido desplazados del poder por Mzali por oponerse a sus orientaciones políticas, pero que conservan una gran influencia y un gran poder en esos círculos ocultos del poder que son la banca, la! finanzas y el gran comercio. Regresen o no, el primer ministro Mzali necesitará ahora tiempo para restablecer su autoridad y su imagen.

Pero no es sólo el primer ministro el que sale doblemente mal parado de esta prueba. El ministro del Interior, Driss Guiga, que había convocado una conferencia de prensa por la mañana para explicar los aspectos de los disturbios relacionados con sus competencias, la anuló a última hora después de haberla retrasado dos veces.

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