La crisis social y el compló exterior
El aumento del precio del pan y la sémola de trigo para el cuscús, los dos alimentos principales del pueblo tunecino, ha llevado a Tunicia a una de las crisis sociales más graves de los últimos tiempos. Aunque los responsables tunecinos sugieren una especie de mano oculta y compló del exterior -lo cual tampoco es descartable de antemano- para explicar la violencia, duramente reprimida, de estos últimos días, provocáda por las alzas de precios de los productos derivados de los cereales, el problema de Tunicia es hoy el mismo que el de Marruecos, Egipto y tantos otros países del Tercer Mundo agobiados por las sequías, el alto precio del dólar, la disminución del valor de sus exportaciones y la necesidad cada vez mayor de importar alimentos.El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con criterios meramente economicistas, llevanaflos recomendando a estos países, como medidas de estabilización económica, que practiquen una política de precios reales, lo cual, en Tunicia como en Marruecos, y antes en Egipto, se traduce necesariamente. en la eliminación de las subvenciones estatales a los artículos de con sumo de primera necesidad.
Medidas similares a las tunecinas tomadas en Egipto en 1977 se tradujeron en graves disturbios, y las mismas razones llevaron a los incidentes de Casablanca de junio de 1981, cuya represión produjo, según la oposición, más de 1.000 víctimas.
Los sindicatos tunecinos solicitan ahora aumentos de salario para paliar la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, pero esos aumentos de salario, de concederlos el Gobierno, como probablemente hará, se traducirán posteriormente en nuevos aumentos de los precios.
En Tunicia -como en el año que comienza en Marruecos, ya con las primeras huelgas estudiantiles-ayer y nuevos aumentos de precios, anunciados la noche de fin de año para la gasolina, después de la electricidad, el agua y otros, artículos de consumo de primera necesidad- la solución de estos problemas parece hoy casi imposible.
El primer ministro tunecino, Mohamézd Mzali, que en realidad se ha propuesto acabar con los aspectos más negativos del burguibismo, tales como el régimen de partido único, y permitir una pluralidad de partidos y opciones sindicales, parece intentar lograr con esa democratización los mismos fines que los marroquíes. Enderezar las economías en los dos paises es, sin embargo, tarea ardua y a largo plazo, y en cualquier caso extraordinariamente dependiente de la. evolución de la economía mundial.
Tanto en Túnez como en Rabat, las perspectivas de solución no son claras, aunque en ambos casos lo que está en marcha son auténticos planes de austeridad, que los marroquíes, en cuanto a ellos concierne, advierten que durarán cinco años.
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