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Publicado un estudio sobre un siglo del monasterio de Silos y su entorno cultural

En el monasterio de Santo Domingo de Silos acaba de presentarse un libro de singular importancia para la cultura, en general, y para todos los amantes y estudiosos del monasterio, en particular, junto a un particular homenaje a sus protagonistas. Se trata de Silos, cien años de historia (1880-1980) y en él su autor, Constancio de Álamo, recoge, ayudado de una importante documentación gráfica, toda la historia, vicisitudes y actividad cultural del monasterio desde que, en 1880 un grupo de arriesgados monjes franceses inician la restauración de un Silos asolado tras la desamortización.

El libro constituye, además de su interés divulgativo, un homenaje a esos monjes sin cuya iniciativa al claustro de Silos habría que contemplarle hoy en algún museo del extranjero. Cuando hoy se visita Santo Domingo de Silos y se contempla con admiración su famoso claustro, su botica, el museo o la biblioteca, resulta difícil entender que este monasterio vivo, donde se escucha uno de los mejores gregorianos del mundo, pudiese ser hace poco más de 100 años una ruina desolada y expoliada.Sin embargo, según cuenta de forma sencilla y amena el autor de este libro, éste era el aspecto que tenía el monasterio cuando en 1880, un monje francés de la orden benedictina, Ildefonso Guepín, llega a España, procedente de Solesmes (Francia) con la intención de buscar acomodo para su comunidad, en delicada situación por los aires anticlericales que corrían por Francia.

El monasterio de Silos, cuyos orígenes parecen remontarse al siglo VII, había vivido a lo largo de los siglos XII y XIII momentos de gran esplendor, una especie de edad de oro en la que a su influencia eclesiástica y civil se unió una gran actividad cultural, materializada por escritores, arquitectos, escultores, calígrafos miniaturistas y orfebres. Pero en el siglo XIV se entra en un período de decadencia del que, con altibajos, ya no se saldrá y que culmina en 1835 con la Desamortización de Mendizábal, que disgrega la orden y con ella gran parte de sus tesoros, sobre todo manuscritos y documentos, que van a parar a diversos museos y colecciones particulares de todo el mundo.

Graves deterioros

Transformado en hospital de sangre durante las guerras carlistas, el edificio monacal fue sufriendo graves deterioros; puertas y ventanas eran arrancadas por los soldados para encender fuego con las hojas de los libros y pergaminos; los sellos de plomo de los legajos servían para fabricar municiones y en pocos años la abadía se había transformado casi en un montón de ruinas. El estado era tal que si no llega a ser por el tesón de los restauradores, Silos sería hoy, según manifiesta su abad, Pedro Alonso, una ruina mayor que la del vecino monasterio de San Pedro de Arlanza, una joya abandonada cuyos restos corren peligro por el proyectado embalse del río Arlanza.Estos detalles y todas las vicisitudes de la restauración son contados en el libro por Constancio del Álamo, quien dedica un gran espacio a toda la intensa actividad cultural desarrollada por los monjes en los últimos 100 años: el desarrollo del canto gregoriano, la investigación en diversos campos de la historia, el arte y la hagiografía, la consolidación del archivo y biblioteca, la creación de un museo etnográfico y el desarrollo del arte, particularmente de la orfebrería y la escultura, en las que el monasterio cuenta con auténticos maestros.

Otro aspecto interesante del libro es el relativo al entorno de Silos, a las costumbres, folklore e indumentaria de las gentes de la zona, que son descritas en sus páginas y reflejadas en el abundante material gráfico que acompaña el texto. También puede observarse con curiosidad la multitud de personajes de la vida política y cultural que han pasado por Silos, sin duda atraídos por el arte que encierra el monasterio.

Esta atracción se ha visto precisamente incrementada en los últimos años, hasta el punto de que, tal vez por el renovado interés por el canto gregoriano, Silos se ha convertido en una especie de lugar común de artistas e intelectuales.

Una parte importante del libro la constituye el numeroso material gráfico reproducido. "Ésta ha sido una de las tareas más difíciles", dice el abad, "porque aunque teníamos centenares de negativos, éstos se encontraban bastante deteriorados y ha sido necesario efectuar una larga tarea de selección, pero, sin duda, el resultado es satisfactorio".

Efectivamente, junto a imágenes del monasterio y varios de sus monjes destacados, el libro exhibe curiosas fotos de la vida por estas tierras hace 50 años, de monumentos de la zona ya desaparecidos y de personajes de la vida española y extranjera que han visitado el monasterio. Así, hay fotos de Menéndez Pidal, Francisco Silvela, Unamuno, Maura, Alfonso XIII, Franco y su esposa, la emperatriz Zita y una larga lista de conocidas personas fotografiadas en el famoso claustro o charlando con sus monjes.

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