Assad está dispuesto a negociar con EE UU, pero sin dejar de combatir "la agresión norteamericana"
La invasión israelí de Líbano en 1982, con su avance relámpago hasta las puertas de Beirut, había puesto en peligro la continuidad de la fuerza expedicionaria siria en el país; en los enfrentamientos aéreos sobre la llanura de la Bekaa, una parte considerable de la aviación de combate siria había sido destruida por los atacantes, y su impotencia para socorrer a los palestinos sitiados en la capital libanesa era evidente. Finalmente, Siria quedaba fuera de los planes de paz contemplados por el presidente norteamericano Reagan al olvidar la reivindicación de Damasco sobre los altos del Golan, conquistados por Israel en 1967.Y, pese a tanto desastre acumulado, el presidente Assad, valiéndose de las vacilaciones norteamericanas, de las imprudencias de Gemayel, de las torpezas de Arafat, de la cautela del presidente egipcio Mubarak y de las ambiciones soviéticas, lograría darle la vuelta a la situación en el curso de 1983. De un lado, convencía a Moscú de que renovara todo el material de guerra perdido y aun de que reforzara las defensas antiaéreas de Damasco; contra Gemayel, que había firmado un tratado de paz con Israel el 17 de mayo, desencadenaba las milicias de drusos y chiitas; sobre Arafat, que había cometido el error imperdonable de no haberse puesto bajo su protección al tener que abandonar Beirut, lanzaba un ejército de disidentes palestinos largamente equipados y controlados por Damasco; contra norteamericanos y franceses, finalmente, bloqueados en la labor de pacificación en el seno de una fuerza multinacional difícilmente preparada para la misión que debía realizar, dispensaba por vía directa o indirecta frecuentes aguijonazos o arremetidas frontales, que obligaban a estas tropas a implicarse cada vez más en la lucha con el riesgo de pasar de neutrales a parte activa en la contienda.
El 20 de diciembre pasado, los enviados de Le Point fueron los primeros periodistas occidentales en ver a ese jugador impenetrable, a ese genio del regate y de la estocada, al presidente sirio Hafez el Assad.
Por un pudor muy oriental, Assad no nos quiso precisar qué dolencia le había mantenido apartado de la luz pública, aunque de determinadas alusiones en la conversación, de la duración de su convalecencia, de los ejercicios de recuperación que le han sido prescritos y de todo su porte un tanto vacilante sacamos la impresión de que había sufrido un amago al corazón. Es cierto que su recuperación parece un hecho, que habla sin esfuerzo y que apoya sus argumentos con amplios gestos muy en la línea del hombre mediterráneo. Su mirada, por añadidura, es la de una persona enérgica, habituada al ejercicio de la autoridad, que sabe seducir con una sonrisa cuando lo cree necesario.
En un salón innocuo amueblado con sillones de cretona, de grandes ventanales que dan a un jardín, nos ha recibido el presidente sirio. Veinte minutos antes de verle aparecer ante nosotros, un gran Mercedes negro, conducido por dos agentes de la seguridad, nos había llevado a tumba abierta hasta esta villa de apariencia burguesa, situada a unos 15 kilómetros de la capital siria, cerca del club hípico de Sehnaya, en la que reside Assad desde hace unos quince días.
El presidente sirio hizo una serie de declaraciones de interés sobre temas diversos.
Sobre su estado de salud: "Me encuentro muy bien estos días. No hay motivos de inquietud, por lo que me dicen los médicos. Paso momentos de fatiga, es cierto; pero, según los facultativos que me atienden, sólo he tenido problemas de exceso de trabajo, por lo que me han aconsejado que dejara Damasco durante un tiempo y residiera en una villa como ésta. Es verdad que hay lugares más pintorescos en Siria, pero es que yo he querido abandonar la capital sin alejarme de ella, y esta localidad responde a esas necesidades. Lo importante es que pueda respirar un aire más puro".
Sobre su convalecencia: "No trabajo tanto como si me hallara en plena actividad. Me obligan a descansar un poco, y a hacer deporte por la mañana y por la tarde. El deporte que corresponde a un hombre de mi edad. Un poco de marcha y también de gimnasia. Me siento joven, pero tanto mi organismo en general como mi corazón no me permiten ya serlo tanto como lo hubiera deseado. A todos nos pasa lo mismo; que no podemos ser ya los que éramos hace 20 años. También es cierto que cuando se ha hecho deporte de joven eso se nota favorablemente en la madurez".
Sobre su apartamiento de Damasco: "Creo que me reincorporaré plenamente a mis actividades a comienzos de 1984, aunque en la práctica no he llegado nunca a abandonarlas del todo. Ya se sabe que lo esencial del trabajo de un presidente es saber utilizar el teléfono, y eso es lo que yo he hecho, manteniéndome en contacto con los responsables de todas las áreas de gobierno al menos dos veces por semana, sin dejar de firmar todos los decretos y documentos de importancia".
"Cuando me hallaba todavía en el hospital, antes de venir a esta residencia, he reunido a los principales dirigentes del país, lo que ha dado lugar a ciertos rumores según los cuales habría designado a un comité de cinco o seis personas para sustituirme. Esos rumores carecen de fundamento porque Siria ya está dirigida por esas cinco o seis personas, como son el primer ministro, los ministros de Defensa y Asuntos Exteriores, los dirigentes del partido y el presidente de la Cámara del Pueblo.
Sobre las responsabilidades del poder: "Ser presidente no es un privilegio, sino una gran responsabilidad que le acompaña a uno a todas partes. Y es una carga todavía mayor en un país como Siria, en una zona geográfica como la nuestra. Reconozco que trabajo demasiado, pero es que se me ha educado para hacerlo. Encuentro en el trabajo a la vez fatiga y felicidad. A mi médico, que me quería imponer otra disciplina de vida, le he preguntado si me quería dejar en paro. Este año, en la manifestación del primero de mayo, he permanecido ocho horas ininterrumpidas en pie, lo que me dicen que no es compatible con mi estado de salud, y he llegado a la conclusión de que el próximo año repetiré la experiencia, pero sentado".
Sobre una nueva conferencia de Ginebra en torno a Líbano: "Tratamos por todos los medios de que se convoque esa conferencia. También hemos insistido siempre en la necesidad de la reconciliación libanesa. Esto dicho, lo logrado en la última conferencia de Ginebra ha sido muy positivo, y si se pusieran en práctica las resoluciones en principio acordadas, llegaríamos a un arreglo favorable. Pero es cierto que si ha habido puntos perfectamente definidos, otros se han dejado a la interpretación de los participantes. Lo más importante de lo acordado ha sido el consenso sobre la identidad árabe de Líbano, aunque sea algo tan evidente, un poco como si hubiera que reunirse para llegar a la conclusión de que mis entrevistadores son franceses. Y, sin embargo, eso es todo un problema político en Líbano. Por otra parte, el segundo punto importante es el acuerdo de que el tratado con Israel no facilita la unidad libanesa, por lo que habrá que volver a hablar de eso en una nueva conferencia".
Sobre Líbano y Siria: "Líbano y Siria constituyen un solo pueblo, una sola nac ión. Somos dos Estados distintos, pero eso no quiere decir que no seamos una sola nación. Francia conoce bien el problema, puesto que durante su mandato vinculó las economías de Siria y Líbano dotándolas de una sola moneda. Creo incluso que el parentesco entre Siria y Líbano es mayor que el que pueda haber entre muchos Estados de los EE UU".
Sobre la fuerza multinacional: "Los norteanmericanos tienen casi el monopolio de la fuerza multinacional, y sus tropas se han converfido en fuerzas combatientes, y no sólo contra Siria, como Estado, sino también contra los grupos de las milicias libanesas. ¿Se da usted cuenta? Una superpotencia se enfrenta a milicias locales. Y no ignoramos que ha habido tentativas para implicar a Francia en este engranaje dominado por Washington. Por nuestra parte, hemos tratado de evitar cualquier enfrentamiento con las fuerzas francesas en la zona. Es cierto que hemos tenido problemas con los franceses, pero para probar que nuestras intenciones son sinceras hemos recibido en Damasco al secretario general del ministerio de Asuntos Exteriores francés, señor Gutman, apenas después de que Francia bombardeara algunas de nuestras posiciones en Líbano. Por añadidura, jamás hemos acusado en nuestra prensa a Francia de haber atacado posiciones sirias, sino que siempre hemos dicho que se trataba de aviones de la fuerza multinacional. Lo único que hemos hecho ha sido avisar a París por vía diplomática de que una acción de ese género no debía repetirse".
Sobre la escalada con EE UU: "Nos combatimos, pero eso no impide que conversemos. El emisario norteamericano, Rumsfeld, estuvo .en Damasco hace unos días. A uno de sus predecesores yo mismo le dije un día que le garantizábamos que jamás iríamos a luchar contra EE UU en su propio país, pero que si ellos nos atacaban en el nuestro, les combatiríamos. Aun admitiendo que EE UU es una gran potencia con medios inmensos, nuestra voluntad de resistencia es igualmente inmensa. No deseo seguir adelante con el enfrentamiento actual, pero si somos atacados, no nos queda otro remedio que defendernos".
"EE UU pretende que sus intereses están amenazados en Líbano, pero yo me pregunto cuáles son esos intereses amenazados. Líbano no es una potencia económica. Carece de intereses petroleros, tampoco es una potencia militar, y yo no puedo ver cuáles son esos intereses norteamericanos. Si se trata de alejar a la Unión Soviética de Líbano, observemos que Moscú no ha estado en Líbano, ni antes de la invasión israelí ni ahora. Si de lo que se trata es de apartar a Siria de Líbano, hay que decir que los sirios estamos en nuestra casa en Líbano desde hace siglos. Hace ocho años respondimos al llamamiento desesperado del presidente libanés y de las masas del país, y hemos pagado un duro tributo financiero y en vidas humanas para responder a un llamamiento de socorro al que nadie más había prestado atención. Si tuviéramos pretensiones de cualquier tipo sobre el país, ¿por qué no habríamos intentado realizarlas ya hace mucho tiempo? Y si hubiera un acuerdo entre Siria y la URSS para servir a los intereses soviéticos en Líbano, ya lo habríamos puesto en práctica hace mucho. Finalmente, si hubiéramos tenido intención de atacar a Israel desde territorio libanés, ese ataque no se habría hecho esperar".
"Los israelíes han afirmado que la invasión de 1982 tenía por objeto pacificar el norte de Galilea poniendo fin al caos imperante en Líbano, desde donde partían las agresiones contra su suelo. Cabe preguntarse si la seguridad israelí es mayor ahora que antes de la invasión. Los libaneses, que se sienten colonizados por los invasores, resisten a los ocupantes, y estoy convencido de que los israelíes han perdido cuarenta veces más hombres que si no hubieran atacado Líbano. Lo único que han conseguido los israelíes es verter más sangre propia, pero también libanesa y siria. Nadie ha hecho en el mundo más sacrificios que nosotros para poner término a la guerra de Líbano".
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