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El Magreb reanuda su azarosa travesía hacia la democracia

1984 será un año decisivo para Argelia, Marruecos y Tunicia, inmersos en procesos electorales

Al cabo de 27 años de monopolio de la vida política por el Partido Socialista Desturiano (PSD), el presidente Habib Burguiba y su primer ministro, Mohamed Mzali, han permitido el libre juego de los partidos políticos. El Movimiento de los Demócratas Socialistas (MDS) de Ahmed Mestiri, que representa al socialismo moderado tunecino, ha sido el primer beneficiario y pudo celebrar el pasado día 16 su primer congreso público y legal. Mañana se inaugura en Argel el quinto congreso del FLN, llamado a constituir un nuevo hito en Argelia, con mayor énfasis en la iniciativa privada y los mecanismos participativos. El 30 de noviembre, el rey Hassan II de Marruecos recibió al primer Gobierno marroquí que incluye a dos socialistas y prometió elecciones libres para, febrero. El Magreb, pues, cambia y con mayor o menor sinceridad, según los casos, se acerca a un Mediterráneo norte, en plena evolución también, que sólo puede aplaudir esos cambios de sus vecinos del Sur.

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El pasado día 16 de diciembre, el político socialista tunecino Ahmed Mestiri inauguró el primer congreso legal de su partido, el MDS. Veintisiete años -desde la independencia de Tunicia en 1956ha aguardado la oposición hasta que el presidente Burguiba, en su ocaso físico, se decidió a permitir el libre juego de los partidos. El 19 de noviembre pasado fueron autorizados los dos partidos más importantes de la oposición: el MDS y el Movimiento de Unidad Popular. El Partido Comunista de Tunicia (PCT) había sido legalizado en julio de 1981. Esta medida, que no es completa, pues excluye a otros partidos, significa, no obstante, un gran alivio para la vida política tunecina. El primer ministro, Mohamed Mzali, gran capitoste del PSD, de centro derecha, a pesar de su autodesignación, y beneficiario durante los últimos 27 años del único espacio político partidario autorizado, ha prometido que esta libertad se extenderá a todos, y también al mundo laboral, dominado en exclusiva hasta ahora por la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT). La ausencia de pluralismo sindical, que tiene su razón de ser en el control casi absoluto ejercido hasta el presente por el PSD de Burguiba y Mzali sobre la UGTT, se ha visto cuestionada en los últimos años por las fuertes tensiones internas en la UGTT, cuya manifestación más reciente fue la expulsión a finales de noviembre de la mitad de los miembros de su buró ejecutivo, decidida por el gran patrón de la central, Habib Achur.El advenimiento de la democracia no es en Tunicia, como en ninguna otra parte del mundo, gratuito. El año 1984 se avizora ya como crucial en los destinos de Tunicia. La salud y la edad del presidente Burguiba imponen que en cualquier circunstancia su reemplazo sea inexcusable. De hecho, el primer ministro, Mohamed Mzali, además de haber logrado ser designado sucesor de Burguiba por el propio Combatiente Supremo el pasado 18 de octubre, ha reforzado considerablemente su poder personal sobre el Gobierno con la destitución de tres ministros que no le eran favorables.

El precio del pan, la gran prueba

La desaparición, ya sea física o política, de Habib Burguiba, que ha monopolizado la vida tunecina desde la aparición de los nacionalismos anticolonialistas en el Magreb, allá por los años treinta, no será fácil. En lo exterior, Tunicia se encuentra emparedada entre sus dos vecinos inmediatos, Argelia y Libia, que representan dos fuerzas magrebíes contradictorias y que suponen, más en el segundo caso que en el primero, una preocupación para la estabilidad interior. El Magreb se ha convertido en un área de marcada competencia de bloques que sólo la gravedad de los conflictos de Oriente Próximo mantiene relegada a un segundo plano.

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La crisis económica mundial, a la que Tunicia tampoco escapa, someterá al Gobierno Mzali a su primera prueba de fuego en enero de 1984, cuando sea aumentado, al cabo de 14 años, el precio del pan. El pan adquiere el valor de símbolo de la salud económica del país y de las intenciones sociales del Gobierno. Subvencionado a través de la Caja de Compensación, el pan es para los tunecinos lo que el azúcar y el té para los marroquíes. Las subvenciones a los precios del pan, té y azúcar y las respectivas cajas de compensación han sido objeto en 1983 del asedio particuwrmente violento del Fondo Monetario Internacional (FMI), que impuso su eliminación para acudir en socorro de ambos países, agobiados por las deudas.

En Tunicia y Marruecos, el año 1984 será, además, un año de connotaciones electorales: elecciones legislativas en el segundo, y preelectoral en el primero. Después de haber destituido el pasado 5 de noviembre a su primer ministro, Maati Buabid, el día 30 el rey Hassan II recibió a un nuevo Gabinete, al cual se han sumado, a petición del rey, dos ministros salidos del partido socialista USFP.

La situación interna en Marruecos es mucho más delicada. Al obtener una moratoria del Club de París y del Club de Londres para saldar su deuda pública y privada el rey Hassan II sólo ha logrado posponer por tres años el estallido de ese aspecto financiero de la cri sis. Ello no implica que la insatisfacción social y popular, que en el presente no es más que un auténtico aplastamiento de la inmensa mayoría de la población, deba respetar esa moratoria para manifestarse. La participación de los socialistas en el poder, que éstos han asumido como la única opción posible de autoconservación, debe sugerir a los marroquíes que sus padecimientos y privaciones del presente son inevitables.

La guerra del Sáhara, que entra en su octavo año sin que nadie sea aparentemente capaz de ponerle fin, proporciona la coartada, desgraciadamente ahora avalada por los socialistas, lo quieran ellos o no, para una gestión económica y política que no se inicia con la guerra del Sáhara, aunque ésta haya contribuido considerablemente a agravarla, sino más de 10 años atrás.

La oposición condesciende con Hassan

El rey Hassan II ha invitado a los partidos políticos a conceder a: la Administración otro voto de confianza para las próximas elecciones generales -previstas para fines de febrero próximo-, para las cuales ha prometido libertad de expresión, que los partidos, obviarnente, entienden como neutralidad de la Administración. El primer voto de confianza ya le fue otorgado en 1976, y en 1977 para las elecciones que siguieron al acuerdo de Madrid sobre el Sáhara. Las elecciones de entonces no fueron libres y la democratización prometida con ellas no llegó.

Los hombres y partidos políticos que de nuevo se prestarán en febrero al juego electoral lo hacen, muy particularmente los socialistas, convencidos de que la Administración -no las urnas- se verá obligada a permitirles adquirir en el futuro Parlamento una representatividad a la medida de la necesidad del concurso de la oposición que el rey tiene en la dificil etapa que se avecina.

El caso de Argelia, diferente porque distinto es su sistema político e institucional, no deja de guardar un cierto paralelismo con las dos anteriores, al menos en la coincidencia cronológica de la gran reflexión sobre el pasado y el futuro que promete ser el quinto congreso del partido -único- argelino FLN, que se inicia mañana en Argel.

Es este congreso, más que el cuarto o la llegada de Chadly Benyedid al poder, a la muerte de Huari Bumedian en 1979, el que, parece marcar un hito en la evolución de la Argelia independiente. La ecQnomía de guerra, o subsiguiente a una guerra, que impuso desde 1965 Huari Bumedian, después del interludio de Ben Bella, que en menos de tres años logró dislocar en el más puro estilo castrista todo el esquema productivo y social existente, ya no parece necesaria a la actual generación de argelinos, mucho menos por cuanto sus efectos nefastos son hoy visibles en las estrecheces de la población argelina.

Los enjuiciamientos políticos que han tenido lugar en Argel en estas semanas que precedieron al quinto congreso del FLN contra los hombres más significativos de lo que se ha convenido en llamar era Bumedian (Abdelazis Buteflika, de la política exterior; Belaid Abdeslam, de la industrialización a ultranza, y Tayebi Larbi, de la revolución agraria, que constituye el mayor fracaso derivado de esos aftos) simbolizan, al maxgen de lo saludable que es exigir responsabilidades a quienes con sus actuaciones perjudican a la población, el deseo de la Argelia actual de emprender una nueva andadura.

Aunque el quinto congreso no tiene previsto remediar al sistema de partido único (los argelinos, como todos los países socialistas orientales, pretenden, con dudosa canvicción, que el partido único socialista permite expresar en su seno todas las inquietudes de la sociedad), su importancia es doble. Al igual que el cuarto congreso), cuyos debates fueron anticipados por la Carta Nacional de 1976, sus resoluciones se concretaron luego en el Plan Quinquenal 1978-1982, que, con la consigna de Por una vida mejor, inició una tímida descentralización y una apertura moderada a la iniciativa privada.

El quinto congreso viene tamtién muy oportunamente en el tiempo para que sus decisiones sean recogidas en proyectos del Plan Quinquenal 1985-1989. Por tado lo que se han anticipado, esas opciones a debate concierr en al impulso decidido a la iniciativa privada, al énfasis en la agricultura -de escasa rentabilidad e insuficiente producción en la actualidad-, a una mayor consideración a las inversiones destinadas al consumo (entre ellas, la vivienda, cuya escasez es una obsesión del presente) y finalmente, aunque no menos importante, a la creación de mecanismos participativos en la gestión económica y política y a la identificación de controles más dinámicos, que no posibles sin una mayor liberaización de la vida política y la inormación.

En definitiva, y en unos casos nás que en otros, se trata de un Magreb que avanza o aspira a avanzar. En ese Mediterráneo norte y sur de pueblos históricainente tan interactivos no deja de ser significativo que todos esos cambios en el Sur sigan a los del Norte, en Grecia, Francia, España y recientemente en Turquía. En ese Mediterráneo, España, a trallés del ministro Fernando Morán, de las prometía muy felices cuando el titular de Exteriores viajó a Marruecos en diciembre de 1982. En respuesta a un presunto eje hispano-norteamericano-inarroquí, del que había hablado la Prensa antes de la llegada del PSOE al poder, el inismo Morán había dicho a su colega marroquí, M'Hamed Bucetta, que "España está dispuesta a potenciar la necesaria cooperación inultiforme con Marruecos y en el Mediterráneo, en asociación con todos los países de la región, incluidos Francia y Argelia, por supuesto ".

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