Divorcio entre la sociedad y el poder en Polonia
Dos años de ley marcial han demostrado que la oposición, aunque de la armada, tiene más fuerza que el régimen
La oposición, organizada en la clandestinidad, ha convocado nuevas acciones de protesta pacífica el próximo 16 de diciembre. El premio Nobel de la Paz y líder sindical, Lech Walesa, anuncia que dará a conocer un nuevo programa de acción para el futuro. El régimen se ha autoconcedido un amplio arsenal legislativo para un eventual estado de excepción.Dos años después de la declaración del estado de guerra, el general Jaruzelski asume todavía el cargo de primer secretario del POUP, primer ministro y, aunque dejó ya el Ministerio de Defensa, pasó a ocupar el recién creado puesto de presidente del Comité para la Defensa Nacional (KOK). En virtud de su nuevo cargo al frente del KOK, Jaruzelski ordenó que desde el pasado martes "grupos operativos" militares recorran el país. Además de varias misiones de índole militar, como comprobar el estado de la defensa territorial, los grupos operativos tendrán la misión de examinar "la capacidad de funcionamiento de diferentes servicios públicos responsables del tráfico y el transporte, el correo y las telecomunicaciones, la economía municipal, las condiciones de vida de la población y el abastecimiento. Los grupos operativos controlarán además los preparativos para el invierno".
La acción de estos grupos operativos evoca el recuerdo de hace dos años, cuando también comandos militares salieron a las ciudades y aldeas de Polonia con objetivos militares. El líder del entonces sindicato independiente polaco Solidaridad, Lech Walesa, saludó y aprobó la acción de los grupos operativos como una posibilidad de poner fin a la crisis. Días más tarde se declaró la ley marcial en Polonia y las informaciones recogidas por los grupos operativos parecen haber tenido una importancia decisiva en la logística de la acción militar, que acabó con el movimiento social impulsado por 10 millones de polacos, lanzados a,, un desafio abierto al régimen.
Hoy, con una perspectiva de dos años, en los dos sectores encontrados -el aparato de poder y la oposición social- se pueden escuchar las voces de la autocrítica, pero las puertas para un compromiso social y de diálogo entre el Estado y la sociedad parecen todavía cerradas en Polonia.
Jan Litynski es un matemático de 38 años, que pertenece al Comité de Autodefensa Social (KOR) y debería estar en estos momentos al lado de los prominentes acusados de intentar derribar por la fuerza el régimen polaco. Litynski se encuentra, sin embargo, en la clandestinidad, tras su huida, al aprovechar un permiso que le concedieron para abandonar la cárcel con motivo de la primera comunión de su hija.
La Iglesia ampara y tapa muchas actividades
El detalle del permiso para dejar la cárcel por unos días por la comunión de la hija ilustra también sobre el carácter del régimen polaco, que nunca Regó a alcanzar situaciones de terror abierto contra el pueblo, con aplicación de la tortura sistemática y la persecución de los disidentes. Las características de la dictadura polaca contienen elementos peculiares que la hacen más tolerable que en otros países vecinos, a pesar incluso de la ley marcial. En Polonia hoy día existen los espacios libres creados por la Iglesia católica, que disfruta de unos privilegios que permiten amparar y tapar muchas de las actividades de la oposición social. Esto despierta la irritación de los más ortodoxos comunistas, que ven con impotencia cómo el cura del pueblo disfruta de una enorme autoridad moral, mientras el secretario local del partido y el militante del POUP sufre el vacío social.
La tradición humanitaria del país hace posible que se mantenga un cierto grado de discusión en los medios de comunicación, a pesar de la censura, y los ciudadanos polacos pueden, en su gran mayoría y tras un calvario burocrático, conseguir un pasaporte y viajar a Occidente, algo insólito en algunos de los países vecinos. Esto explica en parte el caso de Litynski que, desde la clandestinidad, concedió una extensa entrevista al semanario alemán occidental Der Spiegel, en la que se escuchan acentos fuertes de autocrítica en un consejero de Solidaridad, al analizar la situación que llevó a la declaración de la ley marcial. Litynski dice que "todos nosotros, entre ellos muchos de los consejeros más moderados de Solidaridad, estábamos convencidos de que este movimiento era tan fuerte que nadie nos podría hacer nada. Incluso una declaración de un estado de excepción, como lo llamábamos entonces, chocaría contra una resistencia social tan fuerte que obligaría a retroceder a la dirección del Estado". Litynski fue uno de los redactores de la célebre Carta a los obreros de los países del Este, en la que los delegados del congreso nacional de Solidaridad hicieron un llamamiento a sus colegas de los países del socialismo real, que, en aqellos días de septiembre y octubre de 1981, tuvo que haber sonado como una declaración de guerra en los oídos de Moscú.
Hoy Litynski dice que "nuestro error resultó de la debilidad de Solidaridad, de la incapacidad de crear las condiciones básicas para desarrollar las propias exigencias o adecuar las exigencias a las posibilidades existentes".
El miembro de KOR en la clandestinidad llega incluso a reconocer que "quizá, aunque hoy se una esto como un lamento por la leche derramada, la dirección de Solidaridad entonces, en octubre de 1981, habría tenido que decir ahora se acabaron las exigencias, se acabaron las huelgas y amenazas de huelga. El sindicato habría podido ofrecer en vez de eso al Gobierno una cooperación constructiva, al menos por unos meses".
'El sistema es incapaz de reforma'
Las reflexiones de Litynski llegan demasiado tarde, cuando el daño a la fosa abierta entre el poder y la sociedad en Polonia parece insalvable. A la hora de diagnosticar sobre la situación actual, Litynski dice que "el sistema es completamente incapaz para la reforma, es incapaz de transformarse a sí mismo. Esto sólo puede darse por la presión desde fuera". Sobre Solidaridad, Lytynski dice que "todavía existe como un sindicato de 10 millones, porque, como dijo el obispo Gulbinowicz, todavía existe en la conciencia de las gentes y porque la mayoría de sus miembros no quiere renunciar a su existencia. En cualquier oportunidad, el momento no se puede prever, Solidaridad será capaz de renacer".
La situación actual en Polonia ha sido caracterizada con una frase simplicadora pero expresiva: "Un poder sin fuerza, pero con armas, frente a una Solidaridad fuerte, pero desarmada". La fuerza moral de Solidaridad, su presencia en la conciencia nacional o en el corazón de los polacos, no sirve frente a un poder que aprendió la lección y ha sabido aplicar la táctica de la represión controlada y dosificada.
Durante dos años, la dirección clandestina de Solidaridad se orientó hacia la lucha espectacular en las calles y consiguió movilizaciones importantes porque el descontento social es grande y el rechazo del régimen es casi total. Mantener durante dos años todo un país en estado de movilización social casi permanente es una tarea imposible con un aparato organizativo casi desmantelado y en la clandestinidad.
En este callejón sin salida se encuentra Polonia casi desde el momento en que se declaró la ley marcial: el régimen no encuentra la fuerza social necesaria para sacar al país de la crisis y Solidaridad carece del aparato organizativo necesario para hacer ceder al poder, que tiene la fuerza de las armas.
Lech Walesa insiste una y otra vez en que "yo estuve, estoy y estaré convencido siempre de que tenemos necesariamente que negociar y entendemos para sacar juntos al país de la crisis. Nadie conseguirá, aquí nadie se debe llamar a engaño, sacar por su cuenta al país de la crisis sin el apoyo del pueblo. Más pronto o más tarde tendrá que llegarse a un entendimiento. Esto lo he dicho con frecuencia y alargué mi mano. Yo espero una respuesta y estoy seguro de que llegaré a vivirlo".
En contra de anteriores posiciones poco claras, que la Prensa y propaganda del régimen aprovecharon para injuriarle y llamarle "el americano de Gdansk", Walesa se manifestó clara y abiertamente por el fin de las sanciones norteamericanas contra Polonia. El régimen de Jaruzelski podría aprovechar el momento para buscar un gesto de reconciliación y entendimiento nacional, pero problablemente las contradicciones internas y la situación política internacional no se lo permiten.
En un momento de confrontación y de retomo a la guerra fría, los tiempos no parecen favorables para una apertura política, y esa mano alargada de la que habla Walesa, ese gesto de pedir el fin de las sanciones, que provocó incluso una respuesta ligeramente positiva del presidente norteamericano, Ronald Reagan, podría perderse si en la próxima semana se producen en Polonia nuevos enfrentamientos y desórdenes.
Dentro del aparato del poder hay fuerzas que no desean la reconciliación nacional, pero la experiencia histórica debería abrir los ojos a los dirigentes polacos. En enero está pendiente una subida de precios. Hasta hoy, en la historia de la Repúbliga Popular de Polonia, sólo se consiguió imponer una subida de precios, en enero de 1981, bajo la ley marcial. Las anteriores concluyeron con rebeliones obreras, muertos y quema de las casas del partido.
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