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El nuevo presidente venezolano quiere administrar su triunfo electoral con moderación y sin alardes

El consejo supremo electoral proclamará el próximo lunes a Jaime Lusinchi como presidente electo, de Venezuela. Las dos primeras decisiones públicas del dirigente socialdemócrata han sido pedir a sus seguidores que limpien las calles de propaganda electoral y cancelar una fiesta multitudinarla que había organizado su partido, Acción Democrática (AD). Fiel a su estilo personal, quiere administrar este triunfo histórico sin excesivos alardes.

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Después de la etapa depresiva que vivió el país con la actual administración del COPEI, que ha tenido exacto reflejo en el desastre electoral de este partido, empieza a soplar un moderado aire de confianza. A medida que avanza el escrutinio oficial, que se aproxima ya a la mitad del censo, el caudal de votos de Lusinchi se estabiliza en el 55%, y el de Caldera se reduce a un modesto 34%. La primera jornada del presidente electo discurrió entre muestras de reconocimiento de sus adversarios políticos y felicitaciones del exterior. Sostuvo una larga conversación telefónica con Felipe González, quien le transmitió la enhorabuena del Rey.Jaime Lusinchi no ha adelantado ningún nombre para su futuro Gabinete. Dice que debe ser un equipo coherente, equilibrado, en el que integrará no sólo a los mejores hombres de su partido, sino también a algunos técnicos independientes. "Sería un error precipitarse en las designaciones", afirmó.

El tono modesto de Lusinchi, quien reconoce no haberse acostumbrado aún a que le llamen "señor presidente", despierta simpatías en una nación necesitada de cierta cura de humildad para administrar sus recursos. El terremoto electoral del domingo ha tenido un reflejo inmediato en la cotización del bolívar, que recuperó 70 centavos en relación al dólar. En un alarde de fe, el triunfador ha declarado que "vamog a lograr nuestros objetivos en un plazo menor del que pudiera pensarse".

La hora de la autocrítica

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En el cuartel general de los perdedores ha llegado la hora de la autocrítica y los reacomodos entre sus diversas corrientes. En una declaración oficial, el COPEI reconoce la victoria de Lusinchi y se compromete a realizar una oposición constructiva y patriótica. "No vamos a jugar la carta de su fracaso, porque sería el fracaso de Venezuela".

Los democristianos reconocen la, brava lucha desarrollada por su candidato, Rafael Caldera, algo en lo que ha coincidido también el ganador, y se proclaman desde ahora como alternativa de poder. Desde hoy mismo se ha abierto ya la carrera por la nominación presidencial para 1988. Caldera, que es un buen encajador, como ha demostrado en sus cuatro elecciones perdidas, queda excluido por razón de edad. Eduardo Fernández, actual secretario general, se perfila como su delfín, pero una fracción más moderna, encabezada por Pedro Pablo Aguilar, presentará batalla. El peligro de división parece momentáneamente conjurado.

Pedro Pablo Aguilar no ha ocultado las críticas a la campaña realizada. El intento de desligarse del actual Gobierno y las censuras a su gestión engordaron, a su juicio, el voto de AD. Algunos analistas coinciden en esta apreciación. Todo lo que significara rechazo a la labor de Luis Herrera se tradujo en papeletas para la oposición:

A la izquierda le ha llegado también el momento de administrar su propia derrota. Un 9% en la votación presidencial y un 13% en la parlamentaria es una cosecha demasiado reducida para sus propias aspiraciones y para las expectativas, que a lo largo de la campaña despertaron sus grandes movilizaciones de masas.

El Movimiento al Socialismo (MAS), que encabeza Teodoro Petkoff, no consiguió que el electorado terminara de aceptar su oferta de una izquierda heterodoxa, de reformas radicales dentro de un estricto respeto a las reglas democráticas.

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