Salvador Pueyo y su evocación del barroco
Obras de Pueyo, Lutoslawski y Brahms.Orquesta Nacional de España. Director: Ros Marbá. Solista: Arto Noras.
Teatro Real. Madrid. 2, 3 y 4 de diciembre de 1983.
Tuvimos de nuevo entre nosotros al director Antoni Ros Marbá para ofrecernos un programa, como casi todos los suyos, equilibrado, interesante y pleno de bellezas: un estreno español, un gran clásico de nuestro tiempo y una partitura de repertorio parece fórmula ideal, hoy, si se cuenta con intérpretes de la categoría de Arto Noras y la Orquesta Nacional.El barcelonés Salvador Pueyo forma parte de la generación de 1931, o de los cincuenta, y nació en el año 1935, igual que Cervelló Soler y Amando Blanquer. De formación rigurosa, tanto en las técnicas tradicionales como en las actuales, con especial interés hacia la electroacústica, que estudió en París con el mismo Schaffer, todas las composiciones de Pueyo denotan seguridad de intenciones y extremada pulcritud de escritura junto a un halo emocional contenido que, a la vez, incide sobre el oyente y guarda las distancias. La Sinfonía barroca, tan bien entendida por Ros como realizada por la ONE (admirable de todo punto el largo), es una de las soluciones más bellas conseguida a partir de modelos e inspiración pretérita.
El Concierto para violoncello y orquesta, de Lutoslawski, estrenado por su destinatario, Rostropovich, el año 1970, fue tocado en Madrid por Pedro Corostola con la RTVE (1975), y después por Lluís Claret, (1975), y después por Lluís Claret, con la Nacional, bajo la dirección del compositor polaco. Es página de grande y renovado virtuosismo, controlada apertura y, en su momento, sorprendente sencillez de medios si la comparamos con otras partituras sinfónicas de Lutoslawski. "Trato de emplear el menor número posible de notas con el mayor rendimiento expresivo; digamos que busco un discurso musical en el que una sola nota posea un valor mucho más grande que en mis obras anteriores". A lo largo del concierto se desarrolla un conflicto de tipo dramático en el que solista y orquesta se enfrentan continuamente en un diálogo que no parece tener conciliación, y del que, en definitiva, sale triunfadora la voz hermosa, simgle y difícil, inédita hasta lo sorprendente, del instrumento solista. El finlandés Arto Noras, discípulo de Tortelier y premio Chaikovski 1966, dio una versión de tanto mérito en lo técnico como en lo conceptual.
Con la Segunda sinfonía de Brahms, Ros Marbá hizo una página de forma espléndida, porque desentraña las últimas razones de tan altos pentagramas, porque junta análisis y expresividad lírica y, en fin, porque hace de la versión, explicación. La Nacional sonó, en líneas generales, muy bien, bastan te mejor que con algunos invitados de fronteras para fuera.
Babelia
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