La aviación israelí bombardeó ayer 'bases enemigas' sirias, palestinas y drusas situadas en el territorio libanés
La aviación israelí bombardeó en la mañana de ayer lo que Tel Aviv calificó de bases de organizaciones terroristas en la montaña libanesa, tan sólo 24 horas después de que el primer ministro de Israel, Isaac Shamir, regresase de su fructuoso viaje a Estados Unidos, en el que la Administración del presidente Ronald Reagan parece haberle dado rienda libre para emprender acciones ofensivas contra las fuerzas que se oponen a su presencia en Líbano. Posiciones sirias, palestinas y drusas fueron, según todos los indicios, los objetivos del ataque israelí.
Varios aviones de la fuerza aérea de Israel atacaron en Bhimdum y Sofar, localidades situadas a 25 kilómetros al este de Beirut, "bases enemigas instaladas en un territorio controlado por el Ejército sirio", como recalcó el portavoz castrense israelí. Pero, por primera vez, posiciones enemigas militares sirias -concretamente un radar- fueron alcanzadas, según la Voz de Líbano, emisora de la falange cristiana.La sorprendente imprecisión del comunicado israelí, la reciente declaración del ministro israelí de Defensa a favor de las acciones de guerrilla contra las tropas de Damasco estacionadas en Líbano y la sospecha de que la aviación israelí ha intentado vengar el derribo por un misil sirio tierra-aire Sam 9, durante la precedente incursión del 20 de noviembre, de un aparato Kfir, permiten pensar que las escuadrillas de Tel Aviv han lanzado proyectiles contra objetivos militares sirios, además de blancos palestinos y drusos, pertenecientes estos últimos la milicia que dirige Walid Jumblat. El portavoz israelí precisó, como ya lo había hecho tras las tres otras incursiones aéreas del pasado mes de noviembre, que "la acción constituía una respuesta sistemática a la actuación de los terroristas contra los soldados de Israel en Líbano".
En total, cerca de 560 israelíes han muerto en Líbano desde el inicio de la invasión del país y sólo desde principios de año 280 ataques han sido llevados a cabo contra los 20.000 hombres del ejército de ocupación, en los que han fallecido 65 israelíes y otros 215 han resultado heridos.
El último atentado tuvo lugar el viernes en la ciudad meridional de Nabatyeh, cuando varias granadas fueron lanzadas contra una caravana de Tsahal (fuerzas armadas de Israel), dando muerte a un soldado e hiriendo a otros tres. A causa de la reacción alocada de los militares israelíes, que abrieron fuego en todas las direcciones, cuatro civiles libaneses fueron heridos, uno de los cuales falleció poco después.
Coincidiendo con el bombardeo israelí, varios aviones franceses Super Étendard, embarcados a bordo del portaviones Clemenceau, efectuaron durante toda la semana vuelos de reconocimiento sobre los barrios chiitas de Beirut y los alrededores de Deir el Kamar, ciudad donde 25.000 cristianos están aislados desde hace tres meses por la milicia drusa de Walid Jumblat.
El fracaso de Gemayel
La operación aérea israelí de ayer constituye, en opinión de los observadores, la primera manifestación de la luz verde dada por Washington a Shamir en Líbano en el curso de su visita a la capital federal, que le permitió obtener, según sus propias palabras, "un alto nivel de cooperación militar y una ayuda económica cuya generosidad supera nuestras esperanzas".
En abierto contraste con este exitoso viaje a EE UU del primer ministro de Israel, el encuentro del jueves entre Reagan y el presidente de Líbano, Amin Gemayel, parece haberse saldado con un fracaso para el jefe de Estado libanés, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Elie Salem, reconoció al término de la visita: "No hemos conseguido todo lo que queríamos. El presidente se esperaba resultados más rápidos".
En sus valoraciones de la estancia de Gemayel en Washington, la Prensa libanesa hizo alarde ayer de un pesimismo inusual. El influyente diario An Nahar no descartaba, por ejemplo, en su editorial, una reanudación de la guerra civil y el consiguiente aplazamiento sin fecha determinada del congreso de reconciliación libanés, que en su primera sesión en Ginebra encargó al presidente que obtuviese la ayuda de Washington para presionar a Israel y poder así modificar el convenio Beirut-Tel Aviv sobre la retirada de las fuerzas israelíes, que la oposición libanesa considera demasiado ventajoso para el Estado israelí.
Pero Ronald Reagan reiteró a su interlocutor que el acuerdo patrocinado por Estados Unidos y firmado en mayo por los Gobiernos libanés e isrealí, "era la mejor base" para asegurar la evacuación del país por las fuerzas extranjeras.
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