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La guerra interpalestina

Los preparativos militares en la ciudad libanesa de Trípoli presagian que la batalla entre los palestinos será larga

La batalla de Trípoli promete ser larga -acaso tan larga como lo fue la de Beirut en el verano de 1982-, aunque ambos beligerantes disfrutaron ayer por cuarto día consecutivo de un alto el fuego que resquebrajaron, cemo de costumbre, algunos cañonazos esporádicos y ráfagas de armas automáticas. Los incondicionales de Arafat dedicaron la jornada de ayer a cavar trincheras más profundas y colocar más vagones y montículos de arena en los 800 metros de tierra de nadie que separan las últimas chabolas del cercano campamento de Badaui de las primeras posiciones de los disidentes delante de Naher el Bared.

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ENVIADO ESPECIAL, Acorralado en la segunda ciudad de Líbano, a 80 kilómetros al norte de, Beirut, que junto con Badaui constituye el ultimo reducto de los 5.000 fedafines aún leales al presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat ha puesto condiciones inaceptables para abandonar Trípoli, como le exigen sus adversarios.Jihad Saleh, portavoz de los 4,000 milicianos sublevados que, con el apoyo de 12.000 soldados sirios y unos 700 libios, cercan a Ios partidarios de Arafat, reiteró ayer en el recién conquistado campamento de refugiados de Naher el Bared que su principal objetivo"no es ni detener, ni ejecutar a Abu Ammar -nombre de guerra de Arafat-, sino echarle de Trípoli y que se vaya de una vez". " Estamos incluso dispuestos a poner un automóvil a su disposición", añade en un alarde de cinismo.

Tras haber repetido a los corresponsales que han cruzado las líneas para entrevistarle que nunca sus milicianos entrarán en la aglomeración urbana de cerca de riedio millón de habitantes, Saleh recuerda que la mayoría de los responsables municipales de Trípoli desean que el máximo líder palestino salga cuanto antes de su ciudad para evitar su destrucción.

Desde su cuartel general al findo de un callejón del barrio tripolitano de Zaharieh, Arafat empezó una conferencia de prensa poniendo su destino en manos de las personalidades locales. Explicó que se desplazó en septiembre hasta los campamentos de las cercanías de Trípoli "porque mis gentes ya estaban amenazadas, y no puedo irme mientras no obtenga garantías para su seguridad".

"No quiero", afirmó ayer en el aula de un coloquio de Zahrieh "que se repitan aquí matanzas de palestinos como las que fueron perpetradas en Sabra y Chatila tras nuestra salida de Beirut por la Milicia cristiana falangista a la que el Ejército israelí, dueño de la ciudad, autorizó a entrar en los campamentos.

"Créanme", recalcó Arafat, que la semana pasada estuvo a punto de morir en dos bombardeos, "si los sirios entrasen en Trípoli se produciría una matanza de proporciones similares".

Esta preocupación por las trágicas consecuencias que podría tener para la población una retirada de los hombres de Arafat es compartida por el principal dignatario de la ciudad, el jeque Said Chaaban, que en contra de la mayoría de sus correligionarios ha advertido a los sirios que "en Trípoli se les hará frente calle por calle, casa por casa" si intentan expulsar a los palestinos.

Chaaban no ejerce ningún cargo electivo, pero acaudilla el Movimiento de Unificación Islámica -la versión libanesa de los Hermanos Musulmanes sirios- cuya milicia de 3.000 hombres se hizo en octubre con el control de la ciudad tras eliminar, con el respaldo activo de la OLP, a todas las fuerzas aliadas de Siria, empezando por los comunistas.

En el curso de la oración del viernes pasado en la mezquita de Al Mansuri, la más antigua del país, Chaaban hizo ante sus fieles, todos ellos armados bajo la túnica, un vibrante llamamiento a Arafat paria que no se marche de Trípoli.

Las cuatro condiciones cuyo cumplimiento exige Arafat para evacuar la capital del norte de Líbano, que han sido comunicadas id ministro kuwaití de Asuntos Exteriores, Sabah al Ahmad al Sabah, para que a su vez las transmita al presidente sirio, Hafez el Asad, principal responsable del acoso militar al que están siendo sometidos los milicianos fieles a la dirección de la OLP, son: el envío de observadores extranjeros, el levantamiento del sitio de Trípoli y la reducción de los efectivos sirios y libios desplegados en el norte de Líbano.

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