Rabia e impotencia en la Palestina ocupada por Israel
¿Por qué tiráis piedras contra los vehículos israelíes aquí, si son los sirios los que matan a vuestros hermanos en Trípoli?", se les pregunta. Nuestro interlocutor, un estudiante de Ramallah de 19 años, alto y de labios finos, responde: "Yo no estoy en Trípoli, no puedo, pues, luchar contra el perro de Abú Mussa y su patrón Assad. Estoy aquí, bajo la ocupación israelí, y mi lucha, aquí, refuerza el combate de nuestros hermanos en Líbano".Su compañero, de mirada dulce, tercia: "Siria se ha aliado con Israel y con los americanos para destruir la revolución palestina. Hafez el Assad quiere terminar en Trípoli lo que Ariel Sharon comenzó en Sabra y Chatila. Cuando nosotros combatimos contra los ocupantes israelíes, nosotros luchamos también contra los traidores sirios".
Antes, en Belén, un profesor de instituto palestino, de unos 40 años, nos había explicado: "Hay que comprender a estos muchachos. Se sienten impotentes ante la tragedia palestina que se desarrolla en Trípoli. Por ello quieren hacer cualquier cosa para mostrar su solidaridad mediante actos concretos. Por ello se enfrentan al otro enemigo, detestado siempre, los israelíes".
Y en Nablus, un periodista nos dice: "Estas piedras que tiran contra la policía son gritos de frustración, de rabia impotente...".
"¿Qué haría si Yasir Arafat cae en combate, o capitula, o huye?". Un palestino de unos treinta años, que trabaja en una gasolinera a la entrada de Ramallah, pone una mirada sombría: "Nosotros estamos con Abú Amar (nombre de guerra de Arafat) en la vida y en la muerte. Abú es nuestro padre y nuestra madre. No le abandonaremos nunca, jamás. Incluso si los sirios lograran asesinarle, él continuará viviendo en nuestros corazones y nosotros continuaremos su combate contra los sirios, contra los israelíes, contra todos los enemigos de la revolución palestina".
Idénticas profesiones de fe hemos oído por todas partes, en diversos medios profesionales, por toda Cisjordania: en Nablus, en Ramallah, en Belén, en Beht-Sahur, en Jerusalén Este.
Tanto en Cisjordania como en Gaza, entre los sindicatos y organizaciones profesionales (el Colegio de Abogados palestino, la Unión de Médicos, los sindicatos de ingenieros, el comité de los campos de refugiados, etcétera).
Condena unánime
La condena de la rebelión sostenida por Damasco es unánime, la solidaridad con Arafat y sus tropas es total. El odio a los sirios, hoy, es inmenso, general, en los territorios ocupados. Se recuerda todo, todo es muy reciente en estos días: se achaca a Siria el haber abandonado a la OLP y a los palestinos durante el Septiembre Negro de 1970, cuando los beduinos de Hussein mataron refugiados palestinos por millares; se le imputa haberse aliado a los falangistas libaneses en 1976 contra la OLP; de haber participado en la matanza de Tel El Zaatar.
"Hay que lamentar esta lucha fratricida y condenar a los que la han iniciado. Hay que parar estos combates, que destruyen nuestra unidad y fortalecen a nuestros enemigos", dice Bassam Shakaa. El alcalde cesado de Nablus, ex baasista, conocido por sus simpatías pro-sirias, desaprueba también la rebelión y se pronuncia por Yasir Arafat, símbolo de la lucha, de la legitimidad palestina.
"¿Sobrevivirá este símbolo a la muerte, a la rendición o a la fuga?". Es una pregunta que planteamos y repetimos. "Mientras Abú Amar luche por su vida, por la supervivencia de la OLP, yo no puedo ni quiero prever lo peor", dice Elías Freij, alcalde de Belén, visiblemente contrariado por las noticias que llegan de Trípoli.
Se detiene un segundo, para añadir poco después: "Suceda lo que suceda, la causa palestina, el problema palestino, no desaparecerán e Israel no alcanzará una paz duradera, tampoco con Egipto, sin una solución razonable, equitativa, del problema palestino. Estoy terriblemente inquieto por el porvenir. Israel debería estarlo también". Freij añade: "La muerte de estos jóvenes, este fin terrible de tantas vidas jóvenes: americanos, franceses, israelíes..., la muerte trágica de estos jóvenes fanáticos, autores de atentados suicidas, reflejan el radicalismo, el fanatismo sin freno y la locura que se adueña de los espíritus de esta zona del mundo".
Freij se pregunta: "¿Qué pasará mañana, cuando toda esperanza de una solución honorable, justa y negociada del problema palestino haya desaparecido, aplastada bajo el fuego sirio, en Trípoli, asfixiada por las represalias israelíes en los territorios ocupados? Entonces no quedará nada más que la frustración, la rabia, la desesperación y el odio, que por doquier y siempre han generado los fanatismos ciegos, asesinos, auto-destructores...", dice con tristeza.
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