Rescate
El veneno del teatro es una obra breve de Rodolf Sirerá que gira desde hace años, en su versión original en valenciano o en sus traducciones, publicada o representada: la ha rescatado el Centro Dramático Nacional para 12 representaciones. Inquieta un poco el derroche económico y la inversión de trabajo y esfuerzo para tan poca duración. Naturalmente, estos derroches mejoran notablemente la reposición de esta obra con respecto a su estreno en Madrid, el 9 de diciembre (Sala Olimpia, grupo La Carátula), en todos sus aspectos.
Dos primeros actores
El veneno del teatro
De Rodólf Sirera. Versión castellana de José María Rodríguez Méndez. Intérpretes: José María Rodero y Manuel Galiana. Espacio escénico y vestuario: Antonio Cortés. Dirección: Emilio Hernández. Reposición, teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional), 10 de noviembre de 1983.
En escena, dos primeros actores -Manuel Galiana y José María Rodero-, un lujo de luces y sonidos que un grupo independiente no podía tener, una dirección de escena muy delicada -de Emilio Hernández, que confirma los buenos pronósticos que mereció -en su primera dirección- y una traducción castellana mucho mejor de José María Rodríguez Méndez.No hay, en cambio, muchas más razones para modificar las coderaciones ya hechas aquí sobre el texto: "Es un cuentecillo breve, sin demasiada entidad, quizá mejor para escrito que para representado; porque, como teatro, tiene un defecto principal: que el espectador va adelantándose a las sorpresas del autor, de tal modo las prepara, de tal modo sabe él mismo) lo que va a ocurrir después de lo que está fingiendo, y se convierten en ingenuas". Queda el juego intelectual sobre la paradoja del comediable, el espejeo de realidad y ficción, el eco entre los dos personajes, la astucia, el manejo.
Modificaciones
Se han hecho algunas modificaciones sobre el original. El marqués de Sade ya no es tal, sino simplemente un marqués, y la época es la actual. Los engaños mutuos se apuran; los efectos especiales dan un toque de misterio y sobrenaturalidad a lo que fue mera dialéctica verbal y se apoyaba en ella.Siempre estas reconstrucciones dejan un poco de perplejidad acerca de cómo un texto con una unidad de objetivo, tesis, texto, puede ir derivando hacia formas de espectáculo distintas de las previstas.
Queda dicho que Rodero y Galiana interpretan con arreglo a sus categorías reconocidas, sin pasarse al histrionismo que sería una tentación, y exhiben sus talentos en las escenas culminantes; cómo la dirección de Emilio Hernández acierta a moverles en un espacio dificil -el centro de la sala, montado así para otra obra- elegantemente amueblado por Antonio Cortés, y cómo añade con calidad sus propios inventos de efectos; hay que añadir que el público del estreno de este montaje lo recibió con satisfacción y prolongó sus ovaciones al final.
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