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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las maniobras del Caribe

SE HA dicho que el golpe de mano de los marines en Granada es un lenguaje; la movilización de unidades de guerra en. el Caribe, frente a la isla de Cuba y Nicaragua, continúa el discurso. La operación en sí de invasión, ocupación y cambio de autoridad de Granada tiene mi valor estratégico intrínseco, que se trata de justificar con el descubrimiento de actividades cubanas, documentos secretos, pactos con la URSS y con la oscuridad de los, sucesos internos que precedieron al ataque. Pero en tanto que lenguaje, es una advertencia de lo que se puede hacer con Nicaragua, con El Salvador y, si el caso llegara, con la propia Cuba. El lenguaje de guerra sólo tiene credibilidad si produce un hecho consumado, y Reagan lo ha conseguido. Su preocupación por la opinión pública en Latinoamérica es absolutamente secundaria -ya lo demostró al elegir el lado británico en la guerra de las Malvinas- En cuanto a lo que más podría preocuparle, que es la opinión pública de su propio país, tiene muy claro que su juego, a un año justo de la celebración de las elecciones, no tiene retirada posible y que su nombre y su partido dependen del éxito en su trabajo de restauración del poderío de Estados Unidos y de la no cesión en sus zonas de influencia. Reagan, en rasgos generales, ha explicado en tres años que trata de limpiar al país de los residuos de Franklin D. Roosevelt y, sobre todo, que él no es Kennedy. Nada más claro que el despliegue de: la fuerza en el Caribe y Centroamérica.Toda la política de Reagan en la región ha estado encaminada a encontrar un motivo para intervenir. Le, agarró por los pelos en Granada y puede encontrarlo en. cualquier hora en Nicaragua. Naturalmente, son operaciones distintas. La de Granada se puede hacer con una fuerza corta y con escaso o nulo riesgo de resistencia. En. el continente siempre hay una intercomunicación y es más fácil la propagación de las revoluciones que se quiere contener. En todo caso, la política norteamericana ha obtenido, con la invasión de Granada, un objetivo claro: Nicaragua vive con la sensación real de que puede ser invadida de un momento a otro, y la respuesta de Cuba a Ataques concretos se ha revelado como muy débil. Y será más débil en la medida en que La Habana tenga la sensación de que la URSS está obligada cada vez más a la atención al teatro europeo y la próxima instalación de los euromisiles.

Puede existir ahora la sospecha de una especie de acomodación de las grandes potencias a formas políticas y militares que busquen una definición más precisa de las zonas de influencia de cada imperio. Reagan podría presentar un buen resultado a los electores norteamericanos si demostrase que ha conseguido que en el continente americano ha dejado de existir la posibilidad de una influencia soviética. Pero quizá, a cambio de ello, tenga que aceptar las zonas de influencia de la URSS, desde el este de Europa. hasta Afganistán, marcadas aquí por la línea de puntos de las rampas de misiles, tras de las cuales quedarían engolfadas Polonia, Checoslovaquia...

Terminar con una hipotética influencia soviética en América Latina no significaría, sin embargo, acabar con los graves problemas y desiquilibrios de esa enorme región, causas directas, antes que cualquier intervención exterior, de los movimientos insurreccionales del continente. Y los últimos datos sobre demografía y progresivo empobrecimiento hacen temer que las posibilidades de rebelión no hagan sino multiplicarse en el futuro. Es un desafío con el que Estados Unidos se encuentra desde hace 200 años -la edad de su independencia- y que no ha conseguido apagar nunca con cuerpos expedicionarios, ni con Gobiernos instalados por su voluntad. Problemas que van a sobrevivir a Reagan.

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