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Crítica:TEATRO /'EL CARNAVAL DE UN REINO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los obscenos Trastámara

El carnaval de un reino, de José Martín Recuerda.Intérpretes: Carmen Bernardos, Esperanza Alonso, Francisco Portes, Concha Tejada, Carlos Piñeiro, María Teresa Cortés, Luis Perezagua, María Teresa del Olmo, José Antonio Suances, Manuel Brun, Carmen Hernández, Abel Gaviro, José Ramón Olsen, Enrique Bueno, Harold Zúñiga. Escenarios y figurines de José Miguel Ligero. Máscaras de Ángel Camarata. Música de Gustavo Ros. Director: Alberto González Vergel. Producido con la colaboración de la Dirección General de Música y Teatro.

Estreno: Centro Cultural de la Villa de Madrid (del Ayuntamiento de Madrid), 21-10-1983.

Martín Recuerda ha escrito un drama romántico de la línea de El puñal del godo o de La conjuración de Venecia, sólo que desde la heterodoxia. La prosa caliente tiene vocación de poesía, y la construcción y el montaje, nostalgia de ópera. Largas tiradas, o arias, descriptivas y recitativas, describen la Castilla -lóbrega- de los Trastámara, desde la suposición de libertad literaria de que la famosa cicatriz de la Celestina se la hizo, cuando ella tenía 15 años, don Enrique de Trastámara.

Al dramón le superpone González Vergel cambios de sexo en los actores y personajes, según una costumbre que ya viene de hace años; se justifica esta inutilidad con el nuevo título de la obra, El carnaval de un reino -antes se llamó las conversiones- y la idea de que en carnaval las gentes se visten como lo hace el otro sexo. Algunos coros, alguna música compuesta por Gustavo Ros, que en este caso hubiese querido ser Carl Orff, mucha estética de harapo y una dicción en los actores, a partir, naturalmente, de los principales -Carmen Bernardos y Francisco Portes; ella, don Enrique, y él Claudina, madre de Pármeno y supuesta guardiana de la jovencita Celestina-, que es lenta, morosa y enfática, como la prosa que se deleita en sí misma. El resultado es confuso, inútil y obsceno.

El amistoso público del estreno prorrumpió en grandes ovaciones finales, y en gritos de bravo para autor, director y principales intérpretes.

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