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Francia despide con respeto y reticencia al pensador y periodista Raymond Aron

Francia, a través de sus voces públicas más representativas y de la prensa, rinde homenaje al filósofo Raymond Aron, muerto anteayer de ataque cardiaco. Nadie regatea el respeto al pensamiento multifórme del autor del Opio de los intelectuales, pero, de una u otra forma, afloran ciertas reticencias que ya a lo largo de toda su vida les inspiró a los militantes políticos de este país, de derechas o de izquierdas. Estos últimos quizá son más generosos con el desaparecido.

Simone de Beauvoir, la que fue compañera del filósofo Jean Paul Sartre, a su vez amigo de juventud de Aron, que estudió con él en la Escuela Normal, comentó secamente la muerte del pensador liberal.El ministro francés de Economía, Jacques Delors, comentaba ayer la muerte de Aron en los términos siguientes: "Desde hace 30 años, alimenta mis reflexiones, sobre todo en lo tocante a la evolución de la sociedad industrial y a propósito de la problemática de las relaciones internacionales, aunque no comparto su filosofía de la existencia (Aron era ateo y Delors es católico practicante) ni todas sus ideas; lo leía y lo estudiaba con atención".

Nadie le regatea los méritos de "uno de los más grandes intelectuales franceses del siglo XX y uno de los intelectuales más respetados por el mundo anglosajón" (comentario de Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur), pero raro es el que se le entrega con pasión, como ha ocurrido cuando desaparecieron sus colegas, Sartre, Malraux, Camus. Un día, el que fue presidente de la República al inicio de los años setenta, Georges Pompidou, dijo de Aron: "No se puede contar con él". Y así fue: la izquierda lo condenaba como de derechas, y esta última no lo adoptaba porque su independencia resultaba corrosiva e incluso subversiva a veces.

Pero en algo coinciden todos los franceses: en el respeto que a todos les inspira la obra de Aron, y esto se evidencia cuantitativamente. Entre dos y ocho páginas de cada uno de los diarios de la Prensa de ayer aronizaban la actualidad y, curiosamente, la Prensa considerada como simpatizante de la izquierda gobernante (Le Monde, Le Matin, Libération) se mostró toda mucho más acogedora a la hora de despedir al autor.

El presidente de la República, François Mitterrand, señaló que con Aron desaparecía "una de las mejores inteligencias de nuestro tiempo". Aron, sabido es que fue íntimo amigo de Sartre y de Nizan, desde que se conocieron los tres en la época en que eran estudiantes, hasta que las ideas los separaron. Nizan, de todas maneras, fue abatido durante la segunda guerra mundial, y Sartre también falleció ya.

Ahora son la esposa del primero y la compañera del segundo las que manifiestan sus sentimientos. Henriette Nizan declaró: "Al margen de las divergencias políticas, Aron ha sido un amigo fiel y atento en la época de nuestros estudios; Aron, Sartre y Nizan eran amigos inseparables. La intimidad de Aron y Nizan semejaba a la afección de dos hermanos, y los desacuerdos ideológicos no influyeron. La obra de Aron es la de un analista franco y honesto".

Simone de Beauvoir, mucho más lacónica y distante, manifestó que "no tengo nada que decir. Desde hace mucho tiempo no le veía. Creo que ha tenido una muerte hermosa. No ha sufrido".

Sobre el contenido de su obra y de su pensamiento, cada cual, en este país, afronta a Aron sin perder de vista lo que le conviene o lo que piensa. Para Le Monde, "las incertidumbres de las ideologías contemporáneas" explican el éxito de Aron en los últimos años, mucho más que la renovación del liberalismo: "el fracaso de la izquierda, que, tras el declive del marxismo como pensamiento dominante, no ha sabido elaborar una doctrina que responda a las interrogantes de nuestro tiempo, y el fracaso de la derecha, que no ha construido una ideología creíble". Este vacío, dice ese periódico, ha permitido el redescubrimiento de Aron. El diario conservador Le F¡garo, en el que Aron escribió editoriales durante 30 años, movilizó a todas las plumas ilustres para honrar al filósofo "que ha hecho inútil a Marx".

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