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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Sobre el aborto de futuros subnormales

Resulta asombroso comprobar cómo algunos políticos se dedican a dogmatizar sobre la maldad de la futura ley de Despenalización del Aborto. Me voy a referir solamente al caso en el que un feto presente malformaciones e indicios graves de subnormalidad. Y conste que lo hago con perfecto conocimiento de causa. No basta con ser diputado para saber de ciertos temas.Yo tengo una hija de casi 24 años subnormal profunda, con una parálisis cerebral producida por un parto mal atendido. Dejando a un lado, de momento, el gravísimo problema de la incidencia de la subnormalidad, que podía haber sido evitada si la atención al parto fuera correcta, y esto supone un 50% de los casos que existen actualmente, queda otro 507. cuyo nacimiento en ningún caso puede ser decidido por un grupo de diputados. Solamente unos padres conscientes, y aquí hay que recordar lo de la paternidad responsable, serán capaces de juzgar si se creen con la suficiente fuerza, valor, salud, resignación, medios económicos, etcétera, para renunciar durante toda su vida a ser unas personas normales y dedicarla por completo a un hijo deficiente mental. Y aun suponiendo que aceptasen el nacimiento y. la dedicación a ese hijo, ¿quién puede asegurarles que le sobrevivirán? Y de no ser así, ¿quiéneis, dónde y cómo cuidarán de él?

Por otra parte, los que en nombre de la Iglesia católica critican el proyecto de le deberían y, enterarse de que, según el Derecho Canónico, no es pecado lo que está prohibido, sino lo que se hace conconciencia subjetiva de pecado. Y es evidente que cualquier madre que haya vivido la tremenda experiencia de tener un hijo subnormal, se consideraría culpable de dejar otro hijo en el mundo en estado de total indefensión, pero no de interrumpir su embarazo. Y si la Iglesia no les condena, ¿en virtud de qué principios religiosos pretenden hacerlo algunos diputados?

24 años dedicados a mi hija

Vuelvo a repetir, llevo 24 años de mi vida dedicados a mi hija, de los que no me arrepiento en absoluto, pero que hacen que en ningún caso me sienta con derecho a obligar a nadie a vivirlos y que me dan la fuerza suficiente para negarme a aceptar las razones de los que no admiten este caso concreto de despenalización.

Aceptaría de todo corazón y me uniría a ellos si todas las energías que están gastando fuesen aplicadas en exigir para esos niños subnormales centros en los que pudiesen ser. atendidos. Que pidiesen para ellos los mejores centros del mundo. Ahí sí que tendrían razón. Pero, ¡cuidado! Por muy maravillosos que fueran esos centros no hay que olvidar en ningún momento que eso no basta para que la vida de un ser humano sea decidida. Porque no se trata, simplemente de la elección vida o no vida, del derecho a la vida. La vida por sí sola no puede ser un valor absoluto. La vida es realmente vida si lleva aparejados cariño, educación, conocimientos, alegrías, penas, amistad, familia, trabajo. Y un padre y una madre cerca. Una serie de valores que, en el caso de la subnormalidad, nunca pueden estar completos. Y por encima de todos ellos habría que añadir la falta de libertad. No existen padres que al desear un hijo conscientemente sean capaces de condenarle a una vida de reclusión en un centro especial, por muy maravilloso que éste sea.

Por todo ello, no hay justificación posible para imponer un castigo a las que quieran interrumpir la gestación de un feto al que la vida tiene reservada toda una tragedia de subnormalidad.

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Las guerras las hacen los militares, las leyes los políticos. Pero la maternidad es exclusiva de las madres y sólo a ellas les atañe decidir. Si las madres de deficientes fuesen consultadas, se comprobaría que ninguna de ellas, después de vivir su experiencia, condenaría a otra que, consciente de la vida que iba a entregar a su hijo, optase por suprimir el embarazo.

Es muy de respetar la opinión de los que creen que la vida empieza en el momento de la concepción. Pero puesto que la actitud de los científicos en este punto está completamente dividida, habrá que respetar también a los que piensan de esta manera. Y sería tan injusto obligar a las unas a interrumpir su embarazo, como prohibirlo a las otras.

Si los señores diputados que van a discutir la ley quisieran estudiar realmente a fondo el problema, deberían hacerlo basándose en experiencias vividas, hablando con infles de madres que de verdad saben lo que es la vida de esos niños, de esos adultos deficientes. Porque las teorías, por sí solas, no bastan para discutir algo tan grave como el futuro de tantísimos seres humanos.

Margarita Durán es ama de casa.

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