Carta abierta a Matías Cortés
Hace ya 23 años: por entonces tú y yo, y Mourullo, y el cura Aguirre, y Morodo, Elías, Julio G. Campos, Pepe Vida y tantos otros convivíamos en el César compartiendo convicciones democráticas y activas actitudes antifranquistas y antifascistas -quintacolumna infiltrada en aquel feudo- de las elites del aberrante sistema político impuesto al país como una máscara de hierro-. El César. Permite que aclare para nuestros lectores: colegio mayor César Carlos (V y único) para posgraduados inteligentísimos, fundado por falangistas en los cuarenta, propiedad del Movimiento, incubadora de diplomáticos, técnicos comerciales del Estado y catedráticos de universidad mayormente -y también de simples gilipollas, dentro o además de las categorías anteriores-. Era jefe -o algo así- nacional del SEU Rodolfa Martín Villa, cuya inexpresiva capacidad de asiento negociadora para arropar decisiones al cabo unilaterales y ordenancistas tuvimos ocasión de apreciar y padecer ya por aquellas fechas con motivo de una elección de rector del colegio que acabó desembocando -fue una más de nuestras derrotas- en la designación de Mariano Nicolás, años más tarde gobernador civil de Madrid con UCD.Hace ya veintitantos años. Muchos para nosotros, todavía hoy cuarentones. Pero apenas más de los que hace que Ruiz-Mateos expolia y expropia a la economía española, en abstracto, y a los trabajadores, en concreto, de una parte considerable de su excedente o más-valor. O, si se tercia, a banqueros, por aquello de la concentración y centralización de K, que decía don Carlos: pregúntale a la familia Menéndez, fundadora del Banco del Noroeste, por qué cifra le fue adquirido. O que infla activos en negocios y operaciones inefables a través de Matesa -digo, Rumasa, sí, excuse don Manuel por el lapso, que Matesa fue la que le había costado a usted un ministerio, si no recuerdo rematadamente mal-. Por entonces empezaba su galopada desenfrenada, a la merced de una política palaciega parda y al socaire de aquella otra política económica del milagro escrivano -con uve- español del Opus Dei, que Prados Arrarte destripaba con ingenio y ponía cual chupa de dómine -nunca mejor dicho- en algunas cenas coloquiales para escogidos en el comedor pequeño del César -inmenso y vital Jesús, que hoy lloro y añoro.
Hostilidad hacia la Obra
Algunos -pocos- éramos nacionalistas periféricos; otros -también pocos-, socialistas, y bastantes, tiernistas. Pero todos -tú y yo y los demás infiltrados- coincidíamos absolutamente en algunas cosas importantes y medulares. Una de ellas era la repugnancia ante la corrupción y los trepadores, y la hostilidad incoercible hacia la Obra. No le ahorrábamos calificativos descalificadores ni perdíamos ocasión de prestar nuestra colaboración solidaria a quienes, desde posiciones más ventajosas que las nuestras -tú solías decir: "Yo, de joven, no tengo más que el no estar empleado"- plantaban cara o hacían la guerra a su poder cuasi omnímodo. No hace falta que reavive tu memoria con mención de episodios: siempre la tuviste excelente y a buen seguro que no la has perdido.
Hace unos meses, a raíz de la decisión de Boyer -que ya en los años sesenta, cuando lo conocí en casa de Fernando Baeza, era ala derecha del socialismo clandestino, pero mira tú-, supe por la Prensa que eras abogado de Ruiz-M. como especialista en DerechoFinanciero, que es lo tuyo -y poco después, por cierto, Mourullo en lo penal- (Aún hace poco más de un año que Méndez Ferrin y una docena larga más de nacionalistas gallegos fueron juzgados por la Audiencia Nacional, española, sin su asistencia, técnica.) Leí la noticia y, es cierto, no la encajé. Sabía que sobrevolabas las alturas de los grandes bufetes madrileños, pero no te hacía como abogado de la reedición reduplicada de Matesa. Callé y rememoré vivencias que estaban confinadas en un rincón alejado de mi memoria latente. Compréndelo: al cabo, mientras tú planeabas en los fascinantes espacios pluridimensionales de las multinacionales yo había permanecido a ras de mi Tierra gallega -la única que escribo con mayúscula, como mis maestros del siglo XIX y de ayer mismo". Hoy caen en mis manos tus declaraciones en EL PAIS. Y me alporizo: me parecen, como diría cualquiera de mis actuales alumnos, una pasada.
Defender el DerechoTú sabes como yo -conocí en su día tu memoria (le cátedras, ¿recuerdas?- que ni la Economía es una praxeología ni el Derecho una mera forma desconectada de una base social. Ni mucho menos se reduce a la norma legal, por muy fundamental que sea su rango. Hay un Derecho burgués -tú antes coincidías en esto-, elaborado primordialmente por una determinada clase social en un determinado tipo de sociedad y a su servicio -y no al de las clases que utiliza como soporte y sustento-. De los Ruiz-M. en sus diversas encarnaciones, y no del llamado Juan Pueblo por esos pagos. Si dices tratar de defender el Derecho en sentido genérico, por favor, no lo reduzcas a una de sus manifestaciones específicas, a su modalidad burguesa, al menos cuando está en juego la dimensión macroeconómica o -yo así prefiero expresarlo- el conjunto del aparato productivo del ámbito del Estado español, con millones de trabajadores sin otro patrimonio -sin otro peculio- que su propia fuerza de trabajo.
Pero aunque así no fuese, cuida, por favor, tu léxico profesional -y, supongo, científico- cuando hables de inconstitucionalidad. Porque si hay algo inconstitucional -más: anticonstitucional-, en pura teoría general del Derecho, lo sería la existencia actual impune de un pólipo como Rumasa generado, crecido y consolidado merced a las condiciones políticas del régimen totalitario franquista -totalitario, sí, releamos el preámbulo de aquel contrafuero esperpéntico que se llamaba Fuero de los Españoles, eslabón de la cadena de Leyes Fundamentales que don Manuel, todavía en 1977, no quería abolir, sino retocar-. Régimen cancelado en el plano jurídico-formal por la Constitución de 1978. Existencia impensable en una sociedad y un Estado democráticos que se precien. Ya sé, existen de hecho en sociedades y Estados que dicen preciarse de ello, y ahí está, bien cerca, Italia, que tú conociste bastante: así le va. Y tal vez por ello, entre otros motivos, mis convicciones democráticas me mantienen, política e ideológicamente, donde estoy. Pero esto no es del caso.
Relee tus clásicos, Matías. Y rememora tus vivencias de hace veintitantos años, tus remembranzas del César -si no te encogen el corazón, que no pretendo ni aun quisiera atentar contra tu salud.
Recuerdos para Mai y para ti desde esta distante Tierra mía.
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