Despilfarro y algo más
Algo así como "tirar con pólvora ajena". Es lo que el ministro Solchaga, que merece un aplauso, ha expuesto "sin pelillos en la lengua" sobre los catastróficos resultados económicos de algunas empresas del Instituto Nacional de Industria (INI), con pérdidas en el ejercicio anterior de 137.000 millones de pesetas, y en lo que va de año de 87.000 millones. Lo lamentable es que incluso empresas que no están en crisis arrojen saldos negativos alarmantes que, además de catastrófico, es alarmante, según Solchaga (véase EL PAIS del 29 de jqlio de 1983).¿Qué sucede con esas empresas que sin estar en crisis arrojan siempre pérdidas cuantiosas? Cualquiera que sea la causa, no tiene sentido para la continuidad, y lógico es que Solchaga haya invitado a dimitir a los directores de esas empresas causantes, sin duda, de tan singular catástrofe económica. Entre otras, las empresas Socoinsa e Iberia. La primera, por lo que se desprende de las manifestaciones del ministro, fabrica bien y cuenta con buenos compradores, cuyos mercados absorben su producción, pero es posible pensar, ante los fuertes resultados negativos de sus balances, que los produe tos que fabrican los vendan a la paridad de duros a diez reales o Dios sabe por qué.
Respecto a Iberia, la empresa aristócrata del INI, que independientemente de sus cuantiosas pérdidas (9.000 millones de pesetas én el ejercicio anterior y unos 23.000 millones en lo que va del ejercicio actual; véase EL PAIS del 3 de agosto pasado) gasta en el año 800 millones de pesetas para uniforme de su personal (es de suponer que con botonadura de oro) y lleva una situación de irresponsabilidad manifiesta que Espinosa de los Monteros se encuentra, al parecer, inepto para afrontarla y enderezarla. Y para aminorar estos gastos catastróficos, el Gobierno se muestra dispuesto a implantar medidas económicas que se impondrán en otoño, según el ministro Almunia (véase EL PAIS del 27 de julio de 1983).
Una de estas medidas, ya estudiada y en vías de implantación, es el "recorte en las pensiones nuevas". ("Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho"). Lo primero que debe hacerse, porque es infantil pensar otra cosa, es controlar a fondo la válvula por donde se están perdiendo tantos y tantos miles de millones. Ésta es una gran base inicial de economizar. Pero, por favor, Almunia, no intente pasarse el toro por la barriga, y perdone esta expresión, porque lo que usted pretende sería a todas luces, por discriminatorio, totalmente impopular. Entre dos pensionistas en igualdad de grado, cotizaciones, etcétera, no puede percibir mayor cantidad el ya existente y menor el pensionista que nazca de ahora en adelante. Otro caso que contrasta con el despilfarro de millones es el del "pensionista desvalido" (véase EL PAIS del 1 de agosto de 1983, en la sección Cartas al director). Antonio Arnedo, de Madrid, fue propuesto para incapacidad total y absoluta el 12 de febrero de 1982, y el 30 de abril de este año le reconocen dicha pen,sión vitalicia.
Durante los 15 meses que tardó en "moverse el expediente" cobró el 75% del sueldo que le correspondía por invalidez provisional desde abril de 1981. A partir del 30 de abril de este año, que le fue reconocida la incapacidad total, dejó de cobrar el 75% quedándose, según dice Antonio Arnedo, en la más absoluta indigencia. Para poder vivir solicita del INSS de Madrid el anticipo de un dinero que le pertenece y que debían habérselo pagado. Escribió dos cartas que no merecieron contestación, y entonces fue personalmente a la calle de Serrano, número 102, donde le dieron promesa, pero nada percibió. Con esta postura, el INSS ¿que es lo que pretende? No se pretenderá fortalecer nuestra desastrosa economía nacional. Ante esta duda, me agradaría conocer en estas columnas de EL PAIS la opinión pública del director general del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), y muy especialmente sobre la tramitación de esos expedientes con propuesta de invalidez permanente y por qué lo mismo en Madrid que en las demás provincias se dilatan esos expedientes tantísimos meses. Aclaro que no soy pensionista, no puedo serlo y ningún familiar mío se encuentra en iguales o parecidas condiciones a la de Antonio Arnedo. Yo tengo 70 años de edad, con toda la experiencia que me ha dado la vida. Desde nuestro terruño extremeño he venido a Punta Umbría para descansar y beneficiarme de la brisa del mar. Y se medita, a veces, con cierta tristeza, porque hay cosas que no marchan por su recto camino... En octubre voté con gran ilusión por el cambio, y deseo que no nos desilusionará. /
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