Bobadas y cabreo
Las autonosuyas.Dirección: Rafael Gil. Argumento y guión: Fernando Vizcaíno Casas, según su propia novela. Fotografia: José Aguayo. Música: García Segura. Intérpretes. Aoedo Landa, José Bódalo, María Casanova, Ismael Merlo, Antonio Garisa. Española. Comedia, 1983.
Local de estreno: Palacio de la Música.
Aunque parezca mentira, hay un público dispuesto a reírse de quienes defienden la legalidad y hay unos autores dispuestos a satisfacer tan bellaco placer. Son espectadores reclutados entre los votantes que no lograron obtener un solo diputado en las últimas elecciones, y sueñan, para su propio beneficio, con el advenimiento de un nuevo Franco.
Aplauden con entusiasmo cuando en la pantalla se oyen sentencias tan tajantes como las de que "la unidad de la patria es sagrada", "Adolfo Suárez, de tan triste recuerdo", "San Pedro es de los nuestros" (porque hace llover sobre la fiesta de las autonomías), "esos políticos ineptos", "señores, váyanse a paseo"... Y ríen con la caricatura que ofrece Las autonosuyas, aunque más que de carica tura convendría hablar de patochada. Un ejemplo: como la cría de cerdos es lo característico de Rebollar de la Mata, pueblecito de la sierra de Madrid de donde surge la idea del Ente Autonómico Serrano, el juego de palabras entre cerdos y diputados, gorrinos y demócratas, se hace frecuente; incluso se coloca una bandera con la hoz y el martillo sobre el primer cerdo que nace en la localidad autonómica sin la intervención de piaras sementales extremeñas. Mariano Ozores ya había escrito una película muy similar, Los autonómicos, que también se situaba en una mínima localidad y tenía en sus representantes legales a unos perfectos e improbables imbéciles. Las ideas para ridiculizar la nueva política española son, como se ve, escasas.
Las autonosuyas pretende ser otra cosa y precisa, en sus primeras imágenes, que la película no trata de reírse de las autonomías avaladas por la tradición histórica" pero sí de los excesos que puedan cometerse con ellas, y para curarse en salud rescata una vehemente declaración de Alfonso Guerra que calificaba de "choteo" algunos aspectos de la estructuración autonómica. ¿Por qué la película no precisa esos excesos? Los que inventa en su historieta son inverosímiles.
Suena.con frecuencia la Sinfonía del Nuevo Mundo, preferentemente cuando el bruto alcalde (interpretado a gritos por Alfredo Landa, coincidiendo en esto con el resto del reparto) atraviesa exultante la pantalla. Es un pobre hombre. Lo explica en imagen el propio Fernando Vizcaíno Casas cuando cita la insuficiencia de su frenillo ("el de la boca, se entiende"), lo que más tarde le permite crear la genuina lengua del ente autonómico cambiando el, sonido de la p por el de la f transformando así la vieja plaza del Palo en un chiste grotesco, idéntico al que el alcalde del lugar provoca cuando pide pollo. Es la media humorística del filme.
No faltan alusiones al golpe del 23 F, que son, naturalmente, muy aplaudidas. Mucho más que las secuencias en que los representantes vasco y catalán necesitan de un traductor. No sé por qué este público no se ríe entonces con igual fuerza: la bobada es idéntica.
Babelia
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