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Sanear las empresas públicas

La decisión con la que el ministro de Industria y Energía, Carlos Solchaga, está afrontando los problemas básicos de su departamento -dormidos durante décadas o soslayados con medidas superficiales, incompletas o simplemente dilatorias- es ciertamente elogiable. Cuando aún resuenan las comprensibles pero demagógicas acciones contra su realista política de reestructuración industrial y cuando todavía no se ha olvidado el incidente político de los 800.000 puestos de trabajo "imposibles", ha vuelto a agarrar el toro por los cuernos, y esta vez les ha correspondido el varapalo a los presidentes de las empresas públicas, que, sólo en el primer semestre del año, han perdido 81.000 millones de pesetas. Su llamada a la austeridad, a la moderación salarial y a la mejora de la gestión de las empresas del holding estatal es una prueba más -y quizá la más dificil de afrontar para un ministro socialista- del realismo económico, el valor político y la responsabilidad social que está poniendo de manifiesto el señor SolchagaLos directivos y el personal que sigan en las empresas, explicó, deberán asumir el compromiso inexcusable de rentabilizarlas mediante un estricto control de costes y una notable mejora de la calidad de los productos. "La reconversión del INI", ha añadido, "no se limita a la construcción naval y la siderurgia, sino que pasa también por la realización de desinversíones tanto en empresas que han perdido su propio objeto social como en las que son imposibles de rentabilizar y no tienen argumento sectorial para permanecer, y es necesario también que obtengan beneficios las empresas con referentes privados competitivos".

Es preciso, ciertamente, aceptar el reto y plantearse la necesidad de sanear al máximo las empresas españolas para situar a nuestra industria a niveles internacionales de competitividad, acometiendo la reforma de las estructuras defectuosas.( ... )

Pero hace falta, sobre todo, comenzar por aplicar estos criterios en las empresas públicas no como ejemplo de imparcialidad, sino como signo de coherencia con el sistema económico que rige en el entorno económico en que nos movemos ( ... )

Pocas definiciones de las empresas públicas han podido hacerse con mayor claridad y contundencia -y al mismo tiempo sin que hayan perdido con el paso del tiempo su validez- como la que en 1930 hizo P. Clerget en La técnica de los negocios. ( ... )

Más de 50 años después de haber sido expuestas, estas ideas,siguen estando vigentes y aun reforzadas por el hecho de que la ineficacia -casi sin excepciones- y el coste social de los privilegios de que disfrutan las empresas públicas constituyen elementos descalificadores no tanto de las propias empresas públicas en su esencia como de quienes las mantienen, las subvencionan y propugnarí su expansión. El ministro Solchaga, con sus palabras de anteayer a los dirigentes de las empresas del INI, ha dado un primer paso esperanzador para la racionalización del sector público.

30 de julio

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