_
_
_
_
_

El FBI contra la CIA, mientras Reagan prepara su reelección

, Cuatro altos funcionarios de la Casa Blanca declararon ante agentes del Buró Federal de Investigación (FBI) sobre su eventual participación en el escándalo político del que el presidente Ronald Reagan procura apartarse al otorgar un carácter totalmente abierto a la investigación. Reagan dio órdenes para que todos los funcionarios, "incluido yo mismo", cooperen con las investigaciones del FBI. "Queremos que salga toda la verdad", señaló Reagan, quien asegura que los eventuales responsables serán destituidos de sus cargos.

Por el momento, el FBI ha conversado con James Baker y Edwin Meese, íntimos colaboradores del equipo del presidente Reagan, con David Stockman, director de la Oficina de Presupuesto, y con David Gergen, director del Departamento de Comunicaciones.

El tema es casi digno de un guión para un filme de Hollywood, al estilo de policías y ladrones, con ingredientes de alta política y personajes de primera fila. Pero, de hecho, la ficción se convierte en realidad, y el que es denominado en la Prensa americana debategate se traduce en el fondo en una aventura política de imprevisibles conclusiones en la que el FBI investiga a hombres de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en la que los halcones de la Casa Blanca intentan que caigan las palomas y en la que, desde lo alto del pedestal, el veterano presidente norteamericano, de 72 años de edad, intenta evitar que el lío acabe afectándole cara a su probable candidatura a una reelección por otros cuatro años al frente de la Casa Blanca.

"Nunca tuve conocimiento del hecho hasta que salió en la Prensa", dijo el presidente Rasgan en su última conferencia de prensa, donde las preguntas llovieron sobre el asunto de cómo y quién pasó al equipo electoral de Reagan los documentos que el equipo del ex presidente Jimmy Carter había preparado para el debate televisado Carter-Reagan con el que prácticamente se cerró la campaña electoral de 1980.

A diferencia de la actitud que adoptó Richard Nixon en el escándalo del Watergate, que acabó costándole la presidencia, hoy el presidente Ronald Reagan aplica, desde el primer momento, una política de total colaboración con la justicia que investiga el caso. "Cada uno debe cooperar total y plenamente, incluido yo mismo, en las investigaciones del FBI" dijo el presidente, con tono serio, ante sus inmediatos colaboradores en la Casa Blanca.

Mientras la Prensa se hace eco de declaraciones que especulan sobre posibles topos, que habrían sido responsables del envío, o del robo, de los documentos de Carter en beneficio de Reagan, el Departamento de Justicia -por encargo del presidente Reagan-toma cartas en el asunto. El FBI inicia sus investigaciones y el Subcomité para Asuntos Éticos de la Cámara de Representantes abre una tranquila investigación, de la que no se esperan conclusiones hasta el próximo mes de septiembre.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Entre tanto, hay revuelo en el interior de la Administración Reagan; pueden rodar -políticamente hablando- algunas cabezas de altos funcionarios de la Casa Blanca, y el presidente ha de apresurarse para dejar zanjado un tema que, sin lugar a dudas, explotarán, en cuanto a sus aspectos éticos, los adversarios del Partido Demócrata en la próxima campaña presidencial en Estados Unidos.

Una bomba retardada

Todo empezó cuando, en otoño de 1980, el brillante y joven congresista republicano por el Estado de Michigan David Stockman confesó a un periodista de un diario local que habían caído en sus manos una serie de documentos sobre la campaña electoral del presidente demócrata, Jimmy Carter, por, aquel entonces inmerso en el problema de los rehenes norteamericanos secuestrados en la Embajada de EE. UU en Teherán y con pocas bazas para ser reelegido para un segundo período presidencial. Papeles que Stockman no ocultó que pensaba utilizar en su interpretación de Jimmy durante los ensayos a que era sometido el candidato Reagan antes del verdadero debate televisado en Cleveland, a una semana de la elección presidencial, el 28 de octubre de 1980.El diario local The Elkhart Truth publicó la revelación, sin que tuviera ningún impacto en la gran Prensa nacional o entre los partidos políticos que se disputaban la presidencia de EE UU. El asunto permaneció en el olvido hasta que, hace un mes, el corresponsal en la Casa Blanca de la revista Time, Laurence Barrett, hizo una breve referencia en el texto de un libro dedicado a la última elección, en la que citaba la existencia de un topo que pasó documentos del equipo Carter al equipo Reagan.

La bomba de relojería ha estallado a los casa tres años de haber sido colocada y con su explosión ha estallado un escándalo que algunos comentaristas quieren comparar al Watergate, que costó la presidencia a Nixon.

Gracias a las 1.000 páginas de documentos que habían preparado los hombres de Carter, y que cayeron en manos de los hombres de Reagan, se especula que el actual presidente de EE UU contó con neta ventaja para batir ante las cámaras de televisión á. su adversario. La similitud entre el contenido de los documentos de Carter y las respuestas de Reagan son muy importantes; textuales en algunos casos, tanto en aspectos de política exterior como de seguridad nacional. Aunque, como dijo el líder demócrata en la Cámara de Representantes, Thomas O'Neill, "con o sin el libro, lo cierto es que nuestro candidato (Carter) era muy impopular en la última elección".

Candidatos demócratas

La justa apreciación de O'Neill, en un momento de temporal para los republicanos en la Casa Blanca, no cayó muy bien entre los candidatos demócratas para la elección de 1984, entre los que destacan como mejor situados el ex vicepresidente Walter Mondale, el ex astronauta John Glenn y el senador Alan Cranston.Pero en las filas demócratas, y mucho menos en las republicanas, nadie parece querer resucitar un Watergate. Porque la situación es diferente. Porque los hombres de Reagan no montaron una operación de espionaje desde la Casa Blanca y sostienen que los documentos llegaron casualmente a su poder. Porque el presidente Reagan, a diferencia de Richard Nixon, abre las puertas a la investigación y desea que los responsables sean castigados.

Sin embargo, el debategate será el tema político de preferencia para la Prensa norteamericana en época veraniega y, en el mejor de los casos, dará mucho que hablar en sus aspectos de ética y moral política durante la próxima campaña electoral para ocupar -o seguir ocupando, en el caso de Ronald Reagan- el sillón de mando en el despacho oval de la Casa Blanca.

El escándalo del debategate -o del también denominado cartergate tiene sus nombres, aunque falta dilucidar el del topo, como dirían las novelas de John le Carré, que montó la operación. El tema queda para los próximos episodios, cuando el FBI informe al Departamento de Justicia dónde hay que buscar; si las hay, las responsabilidades criminales del escándalo.

Los protagonistas

Entre tanto, los principales protagonistas del serial se centran en los siguientes altos funcionarios de la Administración Reagan:David Gergen: director de Comunicaciones en la Casa Blanca, era uno de los principales ayudantes de Reagan durante la campaña electoral, que dijo al principio haber encontrado "algunos papeles de la campaña de Carter" mezclados en otros documentos propios de su carpeta destinada a Afganistán. Posteriormente, Gergen dio más importancia al asunto, al entregar, por orden del presidente Reagan, unas 1.000 páginas de documentos al Departamento de Justicia que investiga el caso.

William Casey, de 70 años de edad, abogado multimillonario, versado en la política, íntimo amigo de Reagan y que desempeñó el cargo -de responsable -de un servicio de información durante la campaña electoral para "evitar sorpresas de última hora", sobre todo en lo quese refería al asunto de los rehenes americanos detenidos en Irán.

Hoy Casey es el director de la CIA y forma parte del círculo íntimo de poder en la Casa Blanca. En relación con los papeles del debategate Casey -famoso por quedarse a veces adormilado en las reuniones- niega haber montado ninguna operación de espionaje de la campaña Carter y dice no recordar cómo los papeles llegaron a su poder. Casey pasa por figurar en el equipo de halcones en la Casa Blanca. La ironía es que hoy el máximo responsable de la CIA puede verse investigado por el FBI.

James Baker, abogado texano, millonario, desempeña el cargo de jefe de gabinete en la Casa Blanca, integrando, junto con Edwin Meesé y Michel Deaver, la célebre troika todopoderosa que rodea a Reagan. Baker fue el jefe de la campaña electoral de Reagan y reconoce haber visto los documentos, que entregó al equipo que preparaba los debates televisados. Baker pasa por figurar entre las palomas dentro de una Administración conservadora.

David Stockman, de 36 años de edad, fue el receptor de los documentos, que utilizó para mejor entrenar al futuro presidente de las preguntas y reacciones que podría presentarle el presidente Jimmy Carter en el debate televisado. Stockman es hoy el jefe de la Oficina del Presupuesto en la Casa Blanca. Con el asunto del debategate es la segunda vez que Stockman mete la pata, creando problemas al presidente. Hace un año declaró a la revista New Atlantic que el programa económico de Reagan, del que Stockman es uno de sus artífices, "es un caballo de Troya de los ricos contra los pobres". Stockman fue el que contó la historia de los papeles de Carter a un grupo de amigos, en otoño de 1980, en el Casso Polis Optimist Club. Líderes de la mayoría moral, la ultraconservadora agrupación que acusa algunas veces a Reagan de liberal, pide que ruede la cabeza política de Stockman.

Un hombre de tercera fila en este asunto es Dan Jones, un voluntario en el equipo de Reagan en la campaña electoral, quien pasó documentos desde la Casa Blanca a los más próximos colaboradores. Jones ya ha declarado que los documentos que cayeron en sus manos procedían de un topo de la Casa Blanca.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_