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Tensión y escándalo en el juicio por el asesinato de los marqueses de Urquijo

José María Stampa, abogado defensor de Rafael Escobedo, acusado del asesinato de los marqueses de Urquijo, intentó ayer, al igual que en la sesión del martes, la suspensión de la causa. La declaración del inspector de policía José Romero, considerado el artífice de la resolución policial del caso, que no constaba en el sumario y en la que revela que siete personas autoidentificadas como policías se presentaron hace cuatro meses en el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid para solicitar la entrega de los casquillos y las balas -que constituyen la prueba principal contra Escobedo-, fue uno de los argumentos esgrimidos por la defensa para solicitar la suspensión. A las dos peticiones se opuso el ministerio fiscal, y el tribunal dispuso que continuara la vista, lo que condujo, al igual que ayer, a nuevas tensiones entre Stampa y el tribunal.

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Un juicio crispado

Siete personas que dijeron ser policías se presentaron hace cuatro meses en el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid y solicitaron del secretario la entrega de los casquillos y balas que constituyen la prueba principal contra el presunto asesino de los marqueses de Urquijo, Rafael Escobedo, en el proceso que se sigue contra él y cuya vista oral siguió ayer, por segundo día consecutivo, ante la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid. Esta revelación la hizo el inspector de policia José Romero, considerado el artífice de la resolución policial del caso, que prestó declaración como testigo del fiscal.Según Romero -destinado en la actualidad, a petición propia, en la Brigada de Extranjería-, el secretario deljuzgado citado les dijo que tenían que dirigirse al número 16, que era donde se encontraba esta prueba pericial hoy desaparecida y en la que la policía basó los cargos contra Fscobedo.

La declaración del inspector dio pie al abogado defensor del procesado, José María Stampa, a solicitar por segunda vez a la largo de la mañana de ayer la suspensión de la causa. Al inicio de la sesión había hecho la misma petición en virtud de que tampoco consta en autos un papel manuscrito y firmado por Rafael Escobedo en la Dirección de Seguridad del Estado en el momento en que se declaró autor de las muertes de sus suegros, los marqueses de Urquijo. Papel manuscrito que sirvió de base para la declaración formal redactada posteriormente a máquina y firmada por el encausado en presencia de su abogado.

Pasa a la página 26

Un policía y el mayordomo acusan a Escobedo de ser, junto con otras personas no identificadas, el autor de los crímenes

Viene de la primera página

En ambas circunstancias el defensor estimó que correspondía la aplicación del artículo 746 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que señala que ante revelaciones inesperadas o hechos nuevos que se produzcan en el transcurso de la vista se debe de proceder a abrir una información suplementaria, para la cual ha de suspenderse el juicio.

La revelación del policía no constaba en el sumario, de más de 800 páginas. Stampa señaló que era la primera noticia que tenía. De las revelaciones del inspector José Romero ante la sala donde se ve el juicio por el asesinato de los marqueses de Urquijo no se desprende, ni tampoco se lo preguntaron el fiscal ni el defensor, que el juez ordenase una investigación sobre aquellos pseudopolicías, según la palabra utilizada por el testigo, ni que la policía procediese a hacer nuevas averiguaciones o que los presuntos inspectores realizaran la misma operación en el Juzgado número 16, donde estaban los casquillos desaparecidos.

Lo cierto es que los 215 casquillos recogidos en la finca que los Escobedo poseen en Moncalvillo de Huete (Cuenca), los cuatro percutidos en las habitaciones de los marqueses, los 28 solicitados en Éibar y las tres balas extraídas de los cadáveres -todos del calibre 22- siguen sin estar a disposición de la sala.

El fantasma de la prueba principal desaparecida no sólo planea sobre la dependencia donde se celebra la vista, sino que ha marcado claramente las estrategias de la acusación y de la defensa, dibujadas a lo largo de las primeras cuatro sesiones (dos de mañana y dos de tarde) de este juicio, que se estima que puede durar aún tres o cuatro días.

El fiscal Zarzalejos carga las tintas sobre la confesión y la mala relación Escobedo-marqués, y apenas incide sobre lo que motivó la detención de Escobedo: un casquillo de bala recogido en la finca donde se había retirado tras su fracaso matrimonial y cinco meses después de que se produjera el asesinato de los marqueses de Urquijo, con intención de rehacer su vida, dedicándose a la cría de cerdos. Este casquillo, según los peritos de la policía, había sido percutido con la misma arma -que nunca apareció- que se disparó en casa de los Urquijo.

Tres círculos de defensa

La línea de defensa que practica Stampa parece tener tres círculos concéntricos claramente determinados. El primero, la, suspensión de la vista, solicitada ya en cuatro ocasiones (la cuarta, también en la jornada de mañana de ayer, al no comparecer como testigo la cocinera de los Urquijo, única persona que pernoctó en la finca, además de las víctimas). El segundo, la provocación y la confusión en los testigos que están declarando, lo que ha conseguido en algunos casos.

Y el tercero, llevar el resto de la acusación al terreno ambiguo del testimonio de una parte -la policía- contra el de la otra -Escobedo- en lo referente a si existió o no existió un pacto para la confesión del encartado, circunstancia que niegan tajantemente los funcionarios.

La declaración del inspector Romero, que abrió la vista de ayer fue contundente: Escobedo fue el autor de las muertes y actuó con otras tres personas, cuya identidad nunca quiso revelar el encausado, ni durante las 48 horas que permaneció en las dependencias policiales ni en el curso de las siete visitas que los investigadores le giraron posteriormente en la cárcel de Carabanchel, donde el procesa do lleva casi 27 meses.

Escobedo había amenazado a Miriam poco antes de las muertes (cosa que confirmó en su declaración la todavía esposa de aquél) con la frase: "Voy a hundir a tus padres; esta vez va en serio". Para el funcionario policial, el yerno de los marqueses nunca fue sometido a presiones, "y menos a torturas psicológicas" durante su estancia en el edificio de la Puerta del Sol de Madrid, y fue correctamente tratado.

De los 11 testigos llamados a declarar (la cocinera y una doncellano comparecieron), el testimonio más contundente y que más se ajusta a la hipótesis policial fue el del mayordomo, Vicente Díaz Romero, un empleado que llevaba siete meses en la casa de los marqueses cuando sucedieron los hechos y que abandonó voluntariamente la misma en mayo de 1981 -10 meses después de las muertes-, cuando declaró a una revista de difusión nacional que, en su opinión, habían sido varias las personas, entre ellas Escobedo, las que habían llevado a cabo los crímencis.

El mayor acusa

Con una cierta cautela, cuando el fiscal pretendió atornillar la cuestión, el mayordomo señaló que se ratificaba en todo lo dicho en la revista citada. Sus declaraciones, que provocaron en ocasiones la hilaridad del público asistente por su forma de expresarse, pudieron poner en aprieto a los dos hermanos De la Sierra.

Su testimonio será estudiado con lupa, seguramente, porque las acusaciones fueron fuertes: Posiblemente a los cómplices habría que buscarlos dentro de la finca de Somosaguas, y Rafi (como se conoce familiarmente a Escobedo) pudo haber matado a sus suegros por dinero. La forma de expresarse del ex mayordomo, su falta de concreción y el hecho de que el fiscal no fijara con precisión las respuestas (el defensor renunció a interrogarle) restaron una cierta contundencia a estas palabras, no obstante.

Díaz Romero, que manifestó que había alguien que le llamaba a Somosaguas por teléfono "para contar cosas que seguro que no llegaban a la comisaría", declaró igualmente que en una ocasión Escobedo había ido al chalé para confesarle que había matado a los marqueses, y que en otra ocasión sorprendió al encausado entrando exactamente por el mismo lugar por donde entraron los asesinos. En esta ocasión, señaló, vio cómo el administrador, Diego Martínez Herrera, apuntaba a Escobedo con una pistola y le decía que le mataría en el caso de que volviese a verlo por el chalé.

El ex mayordomo reveló que los dos hijos del matrimonio asesinado eran conocidos en su entorno como los pobres, "porque a veces iban hasta con los zapatos rotos y daba pena ver los trajes que llevaban a las fiestas, porque los marqueses no les daban dinero. Cuando a las fiestas venía un título se hacían a lo grande, y cuando no, una mierda, con perdón".

Las declaraciones de Miriam y de Juan de la Sierra, que habían precedido a la de Díaz Romero, no respondieron a la expectación que habían levantado. Escasamente aportaron nada nuevo, nada que desmonte (como pudo haber hecho la del mayordomo) las líneas de actuación de la acusación y la defensa, ya que, además, revistieron contradicciones. Si Miriam dijo que su padre le comunicó que quedaría sin herencia si se casaba con Escobedo, Juan indicó no tener constancia de ello, y señaló que su hermana había contraído matrimonio enamorada de Rafi.

Los únicos datos nuevos de la declaración de la mujer de Escobedo fueron que el matrimonio había naufragado prácticamente a los seis meses, que mantenía relaciones íntimas con Richard Dewis Rew (a quien en la sala se le llama simplemente el americano) desde la Semana Santa de 1979 (15 meses antes de los hechos), aunque sus padres se murieron sin saberlo porque eran personas de moral estricta. El marqués muerto (a quien Miriam dijo adorar) era el principal testigo en la causa de nulidad que tenía planteada el matrimonio Escobedo.

Como su hermano, Miriam respondió que desconoció que tanto su marido como su amante pudieran tener relación con los hechos, aunque Juan fue aún más explícito: No sólo no lo creía, sino que pensaba que Rafi no tenía motivos. Y en cuanto a la línea que persigue el fiscal, Miriani adujo que su marido no tenia ningún cariño hacia su padre porque creía que era injusto que teniendo tanto dinero no les ayudase económicamente, llegándo incluso a insultarle. Negó tener igualmente otro amante, Ignacio Raldua, como se había escuchado en la sala el día anterior.

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