Un brindis por "la paz y la Justicia en el mundo"
Con un brindis por "la paz y la justicia en el mundo" honró el presidente del Gobierno, Felipe González, a los invitados norteamericanos y españoles presentes en una cena en la residencia del embajador de España en Estados Unidos, Gabriel Mañueco. Respondió, con palabras de agradecimiento y un cántico a los valores democráticos occidentales, el secretario de Estado norteamericano, George Shultz.La cena, con un menú muy convencional, como corresponde a los tiempos de crisis económica, fue un mosaico de lo que es la vida política, social y cultural en la capital norteamericana. Acudieron primeras personalidades de la Administración Reagan, como los secretarios de Estado y de Comercio, George Shultz y Malcolin Baldridge, así como los cerebros de la Casa Blanca en materia de relaciones exteriores, como es el conservador y jefe del Consejo Nacional de Seguridad, William Clark; también altos responsables del Pentágono, como el subsecretario Fred lkle y el general del Alto Estado Mayor Vessey. Senadores de decisiva influencia en el Capitolio, como Charles Percy, Nancy Kassebaum y Charles Mathias, alternaron con congresistas no menos influyentes, como Robert García, James Wright y Clement Zablocki.
Lo social de la vida washingtoniana estuvo claramenete presente con el secretario greneral de la Organización de Estados Americanos (OEA), el argentino Alejandro Orfila; la propietaria del prestigioso e influyente diarío The Washington Post, Catheririe Graham, y el prestigioso columnista liberal Carl Rowan.
En lo diplomático, el embajador saliente de EE UU en España, Terence Todinan, parecía muy contento y satisfecho de la labor de sus delicados años al frente de la Embajada de Estados Unidos en Madrid. Sobresaliendo de todas las mesas del salón de la embajada, el nuevo, alto y flemático embajador norteamericano en España, Thomas Enders, víctima política del conservador Clark: por su liberalismo hacia los problemas de Centroamérica, hacía prácticas de español con Juan Antonio Yáñez, consejero para Relaciones Exteriores en Presidencia del Gobierno.
Entre plato y plato, y copa y copa de rioja, dos personalidades no dejaron de conversar durante toda la cena. Se trató de George Shultz y Miguel Boyer, que, como buenos hombres de negocios, aprovecharon el encuentro para quizá perfilar gasoductos, intercambios comerciales o deudas de dólares y pesetas. Impasible, y a lo mejor recogiendo ideas para su próxima novela, que podría titular El laberinto de la diplomacia el escritor y traductor en la ONU Eduardo Mendoza iba explicando las palabras del presidente González a los norteamericanos que no podían expresarse en español.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.