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Thomas Sebeok debe crear un código descifrable en los próximos 10.000 años

Lluís Bassets

El Gobierno norteamericano le ha encargado la resolución de un grave problema para el futuro. ¿Cómo conocerán y reconocerán los habitantes del planeta, dentro de algunos cientos de años, los residuos radioactivos que la industria atómica actual va alojando en las simas marinas y terrestres? El encargo gubernamental es bien claro: invéntar un sistema de señalización e identificación que pueda ser comprendido en un plazo máximo de 10.000 años en cualquier lenguaje humano. El recepcionarlo de tan insólito encargo es un hombre de 63 años no muy alto, de barba blanca y cerrada, que se llama Thomas Sebeok y cuya especialidad científica es el estudio de la comunicación animal y humana. Es presidente de la Asociación Internacional de Semiótica.

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Thomas Sebeok partió de Hungría a los 17 años. Hoy es un americano de porte y pasaporte. Cuando llegó a Estados Unidos, en 1937, contó pronto con la oportunidad de escuchar las enseñanzas de Charles Morris, un filósofo empeñado en explicar el funcionamiento del lenguaje sin recurrir a explicaciones fuera del comportamiento observable. Luego, pudo aprovechar las enseñanzas casi diametralmente opuestas de Roman Jakobson, el viejo lingüista eslavo, cuyas teorías están en la base de la mitad de la ciencia del lenguaje y de la crítica literaria del siglo XX.En 1943 se instaló en la Universidad de Indiana, en Bloomington, donde ha fundado un departamento y una auténtica escuela de semiótica -la doctrina de los signos, como gusta llamarla, en línea con las teorías de su moderno fundador, Charles Sanders Peirce-, de la que Sebeok ha llegado a convertirse en uno de sus máximos valedores, casi apóstol y, en cualquier caso, máxima autoridad jerárquica, desde su presidencia de la Asociación Internacional de Semiótica (AIS).

Sociedades nacionales

Sebeok está maravillado del desarrollo de la semiótica, que califica de fantástico. Semiotica, la revista que dirige desde 1969, y que es portavoz de la AIS, "publica 2.000 páginas al año, y recibe un original por día". "Hay sociedades nacionales en todo el mundo, desde los Estados Unidos de América, donde somos 700 personas, hasta Zaire, pasando por Italia, donde hay un círculo de semiótica casi en cada ciudad", explica con estusiasmo."En Tokio", explica, "donde estuve hace poco, llené una sala con 300 personas apretujadas. Luego supe que apenas una docena entendía el inglés y, sin embargo, querían estar en la conferencia. Ellos han fundado también una revista muy bella, en japonés naturalmente. Por cierto, España no tiene asociación, y yo he sugerido a algunos amigos de aqui que se cree una, con secciones específicas en Cataluña y en alguna otra zona, con suficiente personalidad y gente".

El presidente de los semiéticos de todo el mundo confiesa que ha leído con placer la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, -en italiano, porque todavía no había sido traducida al inglés-, y no quiere manifestar su opinión sobre la narración "porque no soy crítico literario". Considera, sin embargo, que el éxito de la novela de su amigo Eco ha sido útil como mínimo para la promoción de la semiótica.

Ciencia de ciencias

Las controversias en torno a la legitimidad de la semiótica y las múltiples deserciones producidas en los últimos tiempos -Garroni Todorov, Derrida,... el mismo Barthes-, no hacen ni pizca de mella en el espíritu combativo de Sebeok. Cree, por el contrario, en el papel de la semiótica como doctrina matriz comparable a la metafísica. "Pero no es una ciencia o una disciplina, sino un punto de vista, una transdisciplina. Es una doctrina en el sentido medieval. Para mí la semiótica tiene relación con la vida. Vida quiere decir intercambio de signos. Y éste es el criterio de la vida, el intercambio de signos. Desde mi punto de vista es por tanto una ciencia de ciencias, una ciencia madre".La misma seguridad aparece en Thomas Sebeok cuando se trata de enjuiciar la confrontación entre las corrientes europeas y las norteamericanas dentro de la semiótica. "No hay dos grandes corrientes una americana y otra europea, sino una gran corriente, que es la de Peirce, el fundador de la semiótica, y una corriente menor que viene de Saussure, que ha seguida luego con HjelmslevI, Buyssens, Prieto, y llega a Greimas y Barthes, que no es importante según mi punto de vista. El gran semiótico francés, es el matemático René Thom, autor del libro De l'icone au symbole, que es quien ideó la llamada teoría de las catástrofes".

La semiótica que concibe Sebeok es un punto de vista que permite abarcar todos los fenómenos en los que hay intercambio de información, desde el llamado código genético, hasta la comunicación humana, incluso la interacción entre seres orgánicos y objetos inorgánicos, como es una computadora.

¿Pero qué habrá en común entre Dallas y la comunicación entre células u órganos del cuerpo humano? "Todo el mundo me pregunta por Dallas, pero yo jamás he visto ni un capítulo de esta serie", explica el profesor. "Lo que hay en común con la comunicación animal o genética es el sistema: código, panal, emisor, receptor... No hay diferencias más que en la complicación, entre estímulos y signos, porque de hecho en todos los casos hay que hablar de intercambio de signos".

Casi idealista

Esta idea de la semiótica como ciencia matriz, Sebeok la redondea con una confesión de idealismo filosófico. "Yo empecé como realista y soy casi idealista. Creo que hay algo exterior al sujeto, pero es muy dificil saber como conocerlo. Yo estoy de acuerdo con Berkeley, pero sin Dios, porque Dios no es necesario para explicar la física actual".En cuanto a las aplicaciones actuales y futuras de la semiótica, el profesor de Bloomington es bastante crítico y reticente respecto a ciertos planteamientos europeos. "Las aplicaciones a la literatura vienen casi todas de París", afirma y añade a continuación: "En los Estados Unidos hace cinco años había una preponderancia de la semiótica literaria. Ahora hay un gran interés en sus aplicaciones a la arqueología, a la historia, a las ciencias jurídicas, y empieza tambíén a interesar más la semiótica teatral que la literaria. Han aparecido también nuevos campos de aplicación, como es la fitosemiática, propuesta por el alemán Martin Kramper como estudio de la comunicación en los vegetales. O el caso de la endosemiótica, que estudia la comunicación entre órganos, o entre células, y que permite aplicar las teorías semióticas a la inmunología. De hecho el cáncer parece ser únicamente un problema de comunicación entre células, es decir, un malentendido de signos".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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