Andropov parece decidido a compatibilizar la concentración de funciones con la existencia de un cierto 'poder colectivo'
El dirigente soviético, de 69 años de edad, delegará algunas funciones, aunque ha ocupado en unos meses las jefaturas del partido, Ejército y del Estado, un camino que su predecesor, Leónidas Breznev, tardó en recorrer 13 años.
El líder soviétivo, Yuri Andropov -que fue nombrado el jueves jefe de Estado de la URSS-, parece dispuesto, según todos los indicios, a seguir adelante con su política de reformas en el terreno económico, mostrando a cambio gran dureza en la conservación de las esencias ideológicas y procurando relevar -tan sólo y por el momento- a pequeños y medianos responsables.Se decía que Andropov pensaba introducir grandes cambios en el Politburó y en el Gobierno, pero el nuevo líder soviético parece haberse resignado a cumplir con las reglas del juego tácitas, introducidas durante la época de Leónidas Breznev, que garantizaban el orden de los escalafones y la seguridad en el empleo de políticos y burócratas.
Romper esta regla hubiera sido un tanto peligroso -se dice- en estos momentos de inestabilidad internacional, por lo que el máximo dirigente del Kremlin se habría decidido a cambiar los textos sin alterar los sonsonetes que los más inmovilistas sectores del sistema se habían acostrumbrado a escuchar durante la era Breznev.
El miércoles, en su intervención durante la clausura del pleno del comité central, Andropov atacó con dureza el formalismo -o falta de contenido- en las discusiones y, dos días después, la mayor parte de los delegados del Soviet Supremo que intervinieron en la defensa de la nueva ley laboral (ver recuadro) lo hizo utilizando ditirambos de aquellos que tanto parecían gustar al vi o Leónidas Breznev.
Un realismo poco frecuente
Andropov parece haber optado por tratar de inyectar cierto nivel de eficacia al sistema sin hacer cambios profundos. Su edad, 69 años (es el dirigente de la URSS que ha accedido más viejo al poder), no le permitirá, probablemente, regir su país durante un extenso período de tiempo, y quizá tenga que limitarse, en el mejor de los casos, a restañar una serie de fallos funcionales que amenazaban con hacerse crónicos.Acostumbrados al triunfalismo que presidió la mayor parte de la era Breznev, algunos soviéticos no dejan de extrañarse por el lenguaje de Andropov. El viernes, por ejemplo, dijo que "no estaban mal" los resultados económicos de los seis primeros meses de este año, lo que constituye todo un ejemplo de modestia, si se compara, por lo menos, con el extenso uso del autohalago exhibido en épocas recientes.
En sus últimas intervenciones públicas, Andropov insistió en las críticas contra la ineficacia y la corrupción, que parecen ser distintivo de su política. A su supuesto rival, Constantin Chernienko, parece haberle tocado, en cambio, el papel de guardián de la ortodoxia: el martes hacía una dura defensa de la pureza ideológica, atacaba los flujos culturales que logran atravesar desde Occidente las impermeables fronteras de la URSS y, en síntesis, venía a decir que la cultura tenía que ponerse al servicio de la propaganda.
Mientras, hasta hace poco, en medios occidentales de Moscú parecía quererse ver un enfrentamiento insuperable entre los deseos reformistas de Andropov y la rigidez brezneviana de Chernienko; ahora, después de los acontecimientos -o, más bien, de la falta de acontecimientos- de esta semana, se tiende en cambio a considerar completamente las posturas de ambos.
Es como si para introducir las necesarias dosis de eficacia y honestidad en el funcionamiento del sistema Andropov necesitara del ambiente de pureza ideológica que propugna Chernienko, que, si no lograra entusiasmar, al menos permitiría no distraer a la población de las cuestiones que deberían polarizar su esfuerzo.
Así, Chernienko entraría en los planes políticos de Andropov, que, si bien ha monopolizado las funciones al modo brezneviano, no parece haber abdicado por completo de una cierta idea de poder colectivo, basándose en unos cuantos hombres del Politburó, con los que se dice que comparte el timón sin miedo a que le hagan sombra.
Los dos hombres clave serían el ministro de Defensa, Dimitri Ustinov, y el vicepresidente del Gobierno y ministro de Exteriores, Andrei Gromiko. En medios occidentales de Moscú se valora especialmente el hecho de que este último fuera quien personalmente, pronunció el jueves, frente al Soviet Supremo, el discurso-resumen de la política exterior soviética. Si bien, en principio, esto no tendría por que sorprender -ya que se encuentra entre las funciones propias de un ministro de Asuntos Exteriores-, sí que habría resultado chocante si hubiera sucedido durante la época de Breznev, quien guardaba para sí todo lo que afectara a las grandes líneas políticas, aunque eso le obligara a leer interminables discursos que pocos lograban entender por completo debido a sus un tanto patéticas dificultades de dicción.
Por el contrario, Andropov parece más bien dispuesto a delegar funciones, aunque se apresurara a ocupar los tres cargos dejados vacantes por su predecesor -secretaría general del partido, presidencia del Consejo de Defensa y jefatura del Estado-, recorriendo en sólo siete meses un camino que a Breznev le llevó más de 13 años.
Una cuestión de eficacia
Este monopolio de funciones podría explicarse con el argumento ofrecido por Chernienko al proponer el jueves a Andropov como jefe del Estado: todo sería una simple cuestión de eficacia.También por una cuestión de eficacia -aunque nadie se atreva a asegurarlo-, Andropov estaría decidido a no introducir grandes cambios en el Politburá ni en el Gobierno. En el primero de los órganos, le bastaría con el apoyo de su grupo de leales, que superarían cualquier clase de oposición gracias a la importancia de sus funciones y a su mayor dinamismo.
En lo que afecta al Gobierno, Andropov se habría decidido a esperar un año más antes de deshacerse del presidente del Consejo de Ministros de la URSS, Nikolai Tijovon, quien en 1984 tendrá que presentar su dimisión -que le sería aceptada con todos los honores- como es preceptivo en vísperas de las elecciones ordinarias del Soviet Supremo, que tendrán lugar entonces.
Hasta este momento, Andropov preferiría apoyarse en los sectores más al día del Ejecutivo -como, por ejemplo, el vicepresidente, Gueidar Aliev-, provocando algunos relevos a niveles bajos e intermedios, llegando sólo más arriba cuando -como ya hizo al principio de su mandato- la corrupción o la ineficacia sean más patentes.
A la luz de esta explicación-mosaico de los'últimos acontecimientos políticos ocurridos en el Kremlin -que poco a poco gana adeptos en los veleidosos mentideros occidentales de Moscú- lo que no queda muy claro es el significado de los últimos nombramientos, especialmente el de Grigori Romanov -hombre tenido por muy ambicioso y no forzosamente andropoviano-, que deja sus funciones como responsable del partido en Leningrado para simultanear su puesto de titular en el Politburó con su nueva y poderosa función de secretario del comité central del partido.
Lo cual le pone dentro del PCUS al nivel del propio Andropov, Chernienko o el responsable de las cuestiones agrícolas y benjamín del Politburó, Mijail Gorbatchev, de 52 años.
Pero también es Verdad que, si fuera posible cerrar por completo el mosaico, el misterio perdería su atractivo.
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