Conozca usted Suiza
La sencillez argumental de Cinco días, un verano, la última película de Fred Zinnemann, no justifica su falta de real interés. Puede servir, sí, de reposo, cuando se consumen tantas películas ahogadas en excesivas pretensiones, pero difícilmente suple la vaciedad de una historia que se entretiene en pasajes menores para cubrir la hora y media establecida por la costumbre. Lo que originalmente era un cuento breve, en la película se alarga innecesariamente.La anécdota de la pareja de turistas que visitan Suiza -él, Sean Connery, un hombre maduro, que engaña a su esposa; ella, Betsy Brantiey, su sobrina, dispuesta a vivir con él una apasionada historía de amor- se ilustra con los paisajes nevados, las difíciles escaladas y las mínimas incidencias de los habitantes de esos poblados de montaña para compensar la simpleza de la historia primera.
Cinco días, un verano
Director: Fred Zinnemann. Guión: Michael Austin. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música: Elmer Berstein. Intérpretes: Sean Connery, Betsy Brantiey, Lamber Wilson, Gerard Buhr, Isabel Dean. Norteamericana. 1982. Local de estreno: Avenida.
Es difícil que el espectador no prevea el conflicto que se le avecina a la pareja de enamorados, cuando ella, muy joven, conoce al guía montañero que les dedica su tiempo. Para compensar la obviedad del relato, Zinnemann complica su narrativa dando saltos atrás que aclaren algunos detalles de la vida de los personajes principales.
Sin embargo, de haber sido expuesta en orden cronológico, Cinco días, un verano quizá hubiera alcanzado mayor interés; ahora, esas esporádicas aclaraciones retrospectivas evidencian la inconsintencia del relato, interrumpiéndolo antes que aportándole mayor riqueza.
Naturalmente, los paisajes son hermosos, y la fotografía de Giuseppe Rotunno da cumplida cuenta de ello. Los actores aportan discretos matices a sus acartonados personajes, especialmente Sean Connery, cuya presencia vence sobre los jóvenes principiantes que le acompañan, sin que éstos, por ello, realicen un trabajo deficiente.
Zinnemann, por lo que se deduce, ha tratado de crear un clima de cierta densidad, un ritmo pausado, una poesía interior, pero la ausencia de una base tan firme como la que tuvo para Julia, su película anterior, De aquí a la eternidad, Chacal o Solo ante el peligro, le impide interiorizar seriamente. Cuanto ocurre en la pantalla se desliza sin despertar la emoción, Y el desenlace es gratuito: la película podría concluir de cualquier otra forma, sin afectar en profundidad.
Babelia
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