La construcción de una ciudad ideal
Esa estupenda fábula que nos ofrece Fernando Savater en su Vente a Sinapia, irónica ceremonia de desmantelamiento de la utopía en su aspecto más disciplinar y simplificador, ha encontrado un apoyo visual idóneo en la labor escenográfica desarrollada para la ocasión por el valenciano Miquel Navarro, consagrado ya desde hace tiempo como uno de nuestros escultores jóvenes de talento más claro y mejor orientado.La sensación de que, en beneficio de Vente a Sinapia, de no haber existido una obra como la de Miquel Navarro habría que haberla inventado, puede parecer una boutade, pero responde, como veremos, a unas razones de oportunidad incuestionables. Las necesidades, planteadas por la propia obra de Savater, de encontrar una expresión plástica de la ciudad ideal como materialización de la utopía debieron remitir, sin duda, con facilidad a los responsables del montaje hacia Miquel Navarro, cuya trayectoria viene orientándose desde siempre en este sentido. No se trata sólo de que el tema de la ciudad, de la ensoñación arquitectónica, sea una constante en el quehacer del escultor valenciano, sino que, además, eso ha sido desarrollado plásticamente en un sentido que, por diversos matices, acentúa dicha coincidencia.
Así, por ejemplo, la afirmación de que ésta sea la primera incursión de Miquel Navarro en el campo de la escenografía, aun siendo literalmente cierto, implica un punto de abuso. De hecho, el sentido escenográfico ha impregnado, toda la creación de Navarro, no ya. sólo a través de sus peculiares esculturas-paisajes, sino, sobre todo, en el planteamiento de sus montajes expositivos, en los que, por más que cada pieza pueda tener su. propia autonomía plástica, el sentido final de la obra viene fundamentalmente deffimido por el juego escenográfico que a todos engloba. Y, de hecho, esa misma idea de: una imagen global de la ciudad hecha de elementos particulares juega, a su vez, un papel esencial en el caso de la obra de Savater.
Sentido arquiltectónico
Incluso otra de las características esenciales del mundo creativo, de Miquel Navarro tiene aquí un papel importante. Su imaginativa reflexión sobre la arquitectura de: la ciudad se ha construido siempre: sobre una ordenación transmutada de elementos que nos son próximos, tanto por su sentido arquitectánico como, ya en otro terreno, por la evocación mediterránea que traduce la elección de ciertos materiales y formas. Y esa relación entre lo extraño y lo próximo, lo extraño hecho de lo próximo, no es otra cosa que el recurso natural de la utopía, y para este caso geográfico, una perfecta traducción de esa ambigüedad entre Sinapia e Ispania, en una especie de anagrama arquitectónico.
Pero si todas estas razones pueden dar idea de la oportunidad del trabajo de Miquel Navarro respecto a la reflexión concreta sobre la utopía planteada por Fernando Savater, ello se ha visto reforzado por el acertado uso dramático que ha sabido dársele en el montaje. La obra de Savater acumula los elementos dramáticos de acción en su primera parte, por cuanto su desarrollo lógico le obliga a centrar progresivamente el peso en la palabra.
Y es precisamente ahí donde entra en juego la ciudad de Miquel Navarro como elemento equilibrador de la acción, donde ésta encuentra su perfecto valor de contrapunto, construyéndose al hilo de la entusiasta narración de Sinapia que Germina¡ nos ofrece, destruyéndose con el sucesivo declinar de sus razones entre las reservas del duque de Salsipuedes, de Argensola y de Antonio.
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