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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Noche grande en San Fernando de Henares

San Fernando de Henares tuvo una noche flamenca, por todo lo alto en sus fiestas patronales. Un cartel de lujo, con cinco primeros nombres depositarios de arte y pureza. Fosforíto, Chaquetón y Lebrijano, en el cante; Enrique de Melchor y Pepe Habichuela, en el toque.Artistas de este calibre raramente decepcionan. Pueden bajar un poco algún día, pueden estar un poco mermados de facultades, pero siempre les queda esa sabiduría que desde siglos ha venido a sedimentarse en los saberes de hoy. En cualquier caso, son artistas con una personalidad propia y una manera propia de entender lo jondo, que nos liberan de la tremenda monotonía habitual en la mayoría de los festivales, concursos, recitales y festejos al uso.

Los tres cantaores coincidieron en un estilo, las alegrías, lo que fue una experiencia sumamente interesante porque fueron formas muy distintas de afrontar el género, pero todas ellas con sabor y belleza genuinos, a años luz de las monocordes retahílas que nos suelen disparar por este palo de manera inmisericorde.

Una noche para el recuerdo, en que cante y guitarra se fundieron de maravilla en ese diálogo trascendente que debe ser siempre la conjunción de ambos. Aunque el sonido no era bueno y estoy por decir que ninguno de los artistas redondeó una actuación perfecta, una noche para el recuerdo. Recordaré mucho tiempo, por ejemplo, esa nana conmovedora de Lebríjano, una pura delicia; y las soleares de Fosforito, brillante siempre en el estilo; y la malagueña del Mellizo, que Chaquetón bordó con la mano en el pecho, en esa postura tan suya cuando él se entraña con la verdad de su propio cante.

Los flamencos, cuando cantan, tocan o bailan bien, dicen que lo hacen por derecho. En la noche flamenca de San Fernando de Henares se cantó y se tocó por derecho, con todas las, de la ley. Aunque no todo, repito, fuera sublime. Lebrijano, por ejemplo, me parece que no acierta en su interpretación de los cantes de Levante, singularmente la cartagenera. En cambio brilló por bulerías y por galeras, dos géneros que domina con autoridad. También por bulerías estuvo espléndido Chaquetón, mientras sus fandangos me dejaron indiferente. Y Fosforito sigue siendo un maestro imprescindible en la petenera, pero sus tangos de Triana me sonaron como mecanizados, sin nervio.

Y no olvidemos, en modo alguno, el toque de Enrique de Melchor y de Pepe Habichuela. Ellos contribuyeron en igual medida que los cantaores a lograr ese parto milagroso, y con dolor, que es una buena sesión de arte flamenco.

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