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Tribuna:DÉCIMA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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El relevo

El domingo al mediodía, una docena de chavales de la Escuela de Tauromaquia de Madrid torearon para deleite de aficionados y profanos. El mismo día por la tarde, uno de sus más ilustres graduados -El Yiyo- cortó una oreja en las Ventas tras una faena redonda. Los dos hechos demuestran que las escuelas taurinas son una modalidad importante, acorde con los tiempos modernos.Aunque existía una importante escuela taurina en Sevilla a principios del siglo pasado, muchas personas siempre han mantenido que los toreros han de formarse en el duro colegio de las capeas y corridas de pueblo -pasando hambre, caminando de tienta en tienta y solos ante el peligro-, Sólo así, se arguye, se podrá separar los aspirantes serios de los señoritos.

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"La escuela de Madrid está en contra de ese enfoque", dijo el domingo Manuel Martín Molinero, director de estudios técnicos. "Los médicos ya no practican la medicina como en la Edad Media. ¿Por qué no ha de cambiar la formación de los toreros?"

Martín Molinero explicó que los 118 alumnos actuales están obligados a seguir con sus estudios o trabajo, para formar toreros más cultos. Para ingresar en la escuela, cualquier chico entre las edades de 9 y 22 años tiene que tener también el permiso de sus padres, y pagará 500 pesetas de matrícula y 300 pesetas mensuales. También hay escuelas taurinas en Valencia, Córdoba y Albacete.

Las clases teóricas y prácticas -unas tres horas diarias- corren a cargo de aficionados y toreros como Gregorio Sánchez, Andrés Vázquez, Serranito, el primer Tinín y José de la Cal. Se estudia la historia del toreo, el origen y características de las distintas ganaderías y las teorías de los terrenos. Sólo después de muchas horas, los chicos se ponen delante de una vaquilla. Pagan los gastos la diputación provincial y el ayuntamiento, con otra aportación económica de la empresa de las Ventas.

El domingo a las doce, en el primero de cuatro festejos a celebrar en los próximos días, se vieron los frutos de esta formación. Era una mañana espléndida y 2.000 personas llenaron la placita portátil que se ha construido entre los pinos en la Venta del Batán. Tras medir las pequeñas reses contra un picador (cuya vara ni dejaba sangre), los chavales instrumentaron varías series de pases, cediendo sus puestos sin discusiones. Sorprendieron su dominio y buenas maneras, su conocimiento de la lidia, y casi todos fueron aplaudidos.

Tal vez el más popular fuera César del Puerto, un alumno especial de sólo siete años. Mientras Gregorio Sánchez dirigía la lidia, el chico instrumentó varios ayudados por alto con estilo, al son de un pasadoble rabado. "Pronto podría estar toreando en Las Ventas", dijo Martín Molinero por los altavoces. Esa misma tarde, El Yiyo le dio la razón.

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