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SÉPTIMA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Los médicos

Los médicos de la plaza de Las Ventas cobran todos los días de corrida, haya cornada o no. Esa es la segunda de las razones por las que no quieren trabajar.Cuando un torero resulta corneado, una de las primeras personas en reaccionar es el doctor Máximo García de la Torre. Baja de un alto asiento individual que está colocado detrás de las rejas de un portal que da al callejón y anda rápidamente a la enfermería, unos 40 pasos aproximadamente. Le siguen los otros miembros del equipo -cinco médicos., un practicante y dos mozos-, que presencian las corridas desde el callejón, y cuando el herido llega a la mesa de operaciones todo está listo.

"Cuando un torero entra en la enfermería lo más importante es una profunda exploración de todas las posibles trayectorias de la herida, producidas al girar el torero encima del cuerno", explica De la Torre, de 70 años. "Esto requiere una gran práctica y experiencia. Algunas heridas parecen no ser graves, incluso puede no haber sangre, pero por dentro hay 30 centímetros de serios destrozos".

Con el fin de mejorar estos cuidados, se fundó hace unos años la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina, con miembros de todos los países donde se celebran corridas. El doctor De la Torre explica que los objetivos más importantes son el equiparar las plazas con enfermerías adecuadas y el procurar que los médicos tengan las máximas cualificaciones.

De la Torre corrienzó a tratar a toreros en 1945, como primer ayudante del entonces jefe de médicos de Las Ventas, el doctor Giménez Guinea. Con la muerte de éste en 1971, pasó a ser el cirujano jefe. Actualmente dos de sus ayudantes son sus hijos, Máximo y Miguel García Padrós.

A lo largo de tantos años, ha operado a casi todos los toreros famosos y menos, famosos, además de espontáneos. Al lado de su oficina hay una pequeña sala llena, de fotos dedicadas de toreros agradecidos por sus intervenciones. En la corrida del pasado martes El Soro se acercó a los médicos y brindó la muerte de su primer toro a Máximo, hijo, por las atenciones del equipo durante la feria pasada.

De la Torre dice que los toreros se comportan bien en el quirófano. Cuenta que a la media hora de despertar de una operación, el diestro madrileño Dámaso Gómez ya pedía una cerveza y un bocadillo de chorizo. César Girón, que aguantaba impávido serias cornadas, tenía un miedo enorme a que le pincharan con una aguja.

"A la fuerza de estar aquí tanto tiempo me he hecho aficionado", dice De la Torre, "aunque a Gregorio Sánchez le gustaba decirme que yo no entendía nada de toros. Pero sí parece que tengo un extraño sentido de cuándo va a producirse la cornada". Es entonces cuando el doctor se prepara para bajar de su sillín y caminar hacia la enfermería, para hacer el quite.

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